Saturday, February 13, 2010

Radiografía de las dictaduras

a Nilita Vientós Gastón

«La diferencia entre el caudillo y el dictador, estriba en la forma en que llegan al poder: el caudillo recibía el apoyo de las masas del pueblo, era un líder natural, y tenía grandes sectores del pueblo incondicionalmente a sus órdenes. Por el contrario, el dictador era un líder que se apoyaba en las fuerzas militares para ejercer el control de la región. Su gobierno, tiránico y totalitario, menospreciaba o ignoraba el poder legislativo. Tanto uno como el otro promovieron inestabilidad política durante los años posteriores a la independencia»: Angel Rama

Cuando los dictadores tienen el 'visto bueno'
de los imperios, de las fuerzas hegemónicas,
o extranjeras y, a veces, de las no tan perceptibles
lealtades de los vendepatrias, sean o no connacionales,
¡qué fácil es quedarse callado!
¡qué oportuno, silenciarse en el miedo!
¡qué artero ser el cómplice y buscar acomodo!

En esos días, tristes de la patria, días oscuros,
la prensa se amordaza y, no porque nadie
la amordace, se amordaza ella misma para no hacerse
insurbodinada, para que le llegue el lucro
y la influencia del dictador y así prosiga sus negocios.

El dueño de una empresa manda y le dice al empleado:
«No hagas cobertura de tal cosa.
Hay que seguir de amigo, sea cual sea el gobierno».
Con los dictadores, hay que forjar alianzas
o desaparecer. Hay que defenderlos y alabarlos
porque, si no lo haces, él quema las prensas,
te expropia, te bloquea, o te manda a asesinar
tus empleados, incluyendo al propietario
mismo de la empresa...

Los empresarios más cínicos y canallas,
¡ah! éstos se acomodan, muy golosos y felices.
No hay fuente de ingresos, ocultamente sucia,
más generosa que aplaudir a tiranos,
a sus gobiernos corruptos. Estos sí originan negocios
y tienen unos cordeles de marionetas
que trascienden fronteras; el dinero se puede
con descaro, canalizarse hacia los bancos suizos
o te benefician con partidas secretas de la CIA.

No hay negocio más lucrativo que la pleitesía
y la lealtad a los déspotas por lambiscones profesionales,
perfumadamente «prestigiosos» del amo:
la retórica aroma los crímenes, justifica traiciones,
sutiliza burlas y oprobios, racionaliza todo los privilegios
y al pueblo lo utiliza como excusa del legitimador
para que compita el rico contra el pobre.

En esos días, el periodista valiente
corre el riesgo de verse asesinado si cumple
sus tareas: identificar, acusar, clarificar
e informar sobre el proceder del gobierno de marras.
El desafía la orden que le pide: «Los mártires
que sean dejados en el olvido; los delitos institucionales,
impunes. Escriba sobre la democracia que impera
aunque no la haya; háblese sobre la justicia que impera
aunque sólo haya robo, ineptitud, desgracia»...
Es el deber o la vida. o te callas por voluntad propia
«o te callamos», es la consigna del gobierno
impuesta a pesar de tus escrúpulos.

Es que comas o se te haga morir de hambre
en desempleo. Es elegir entre Patria o Dictadura.
Los ricos suelen correr al exilio. Nunca su pasaporte
está vencido. Tienen amigos en el extranjero.
El pobre no tiene donde correr.
Ese jode y lo ve todo. Sabrá en la patria
quién es o quién no es el amigo, sin esperar
que alguno se lo diga con cartas mentirosas
o subjetivas exageraciones que nacen de la ignorancia.

2.

Por eso es que, en la cuenta de la historia,
ya no entendemos el canto del Cóndor y la mala memoria
nos toma de paraguayos, desde Stroessner.
Nos tragamos el cuento de las 'ideologías peligrosas'
para aliviar esa consciencia de cobardes
que admite que un hombre absoluto sirva por juez,
con sus esbirros, quien persiga, torture, mate
a nuestros hermanos, en particular, a los revolucionarios
que hablan de justicia, del fin del continuismo
y las promesas vacías que se le hacen a la democracia
y al progreso, pero que nunca se cumplen
porque las mismas familias de las clases altas
están bien y son los diputados, quienes
localmente organizan elecciones libres,
o manipuladas, y le hacen sentir a la nación
que todo está bajo eficaz control
aunque el hambre o el descontento
de las mayorías exprese lo contrario.

3.

Por eso es que, en la cuenta de la historia,
nos gustan las máscaras. Enmascarados de democracia,
la dictadura de la burguesía y las minorías dirigentes
de canallas y vividores, no se ve como una dictadura.
Los dictadores discursan como hombres
virtuosos en su catolicismo, ortodoxos en su discurso
sobre la seguridad con que se vencerá el miedo.
Ellos se dan como protectores.
Todo lo que hacen es por el bien colectivo.
Por eso se dan el poder por 35 años.
De 1954 a 1989, allá en el Paraguay estuvo
Alfredo Stroessner, creador de represiones sangrientas,
¿pero quién hay que le diga: Usted es un dictador?
Pocos, casi nadie, ninguno.

Estos demócratas de ahora, demócratas
de circo eleccionario, tienen una memoria corta,
y hoy si acaso dicen algo es que Stroessner
era anti-comunista. Si hablan de la Operación Cóndor,
no entienden que fue el montaje para persiguir
a exilados, vayan a donde vayan, si se mentieran
debajo de las piedras, debajo de la piedras
se le dispara el tiro, si se metieran en las grutas
de los infiernos más lejanos de la tierra,
a esas grutas baja una partida de asesinos
enviados desde Paraguay, Argentina, Bolivia,
Chile o los Estados Unidos, para asegurarse
que el socialista o el anarco, esté muerto, torturado.

Los Cóndores, sea en Brasil o en Ecuador,
en Bolivia o Chile, matarán a los Ché Guevaras,
a los posibles fideles, a los pichones rojos,
vayan a donde vayan y secuestrarán a sus hijos
y les dirán: «Es necesario. Esto es lo que te mereces.
No podemos soportar las ideologías peligrosas».


4.

Por eso es que, en la cuenta de la historia,
nos gustan las máscaras y decirnos 'modernistas',
creyentes en la libre empresa, en los derechos civilizados,
en los discursos de quienes hablan bonito, solemnemente,
no como Chávez, no con chartana populachería,
candidatos se quiere sincara de indio
o de nopal malencarado, para por fin creerles.
.
Asociamos el progreso y la libertad
al imperialismo apátrida, a las naciones ideales,
siempre extranjeras, siempre blancas.
Los cipayos gobernantes que practican el terror
y la miseria, en sus pueblos respectivos,
necesitan el apoyo, si se pone en riesgo
«lo que tengo, lo que creo, lo que se me antoja».

Ahí va Fulgencio Batista, quien prostituyó a Cuba
hasta el 1959; se fue con $100 millones en su bolsa
cuando Castro y el Ché Guevara lo querían en sus manos,
pero hoy Castro y el Ché son los grandes abominables.
Mas quien se fue al exilio, ladrón del pueblo,
y de la República Dominicana saltó a la isla Madeira
(Portugal) y, de ahí a la España de Francisco Franco;
sí, se murió en 1973, y fue el que teníac su botín en mano
sin pasar por el juicio popular y una masa de valientes
que lo llamara ladrón y tirano. Se murió en 1973,
impunemente, después de matar a sus opositores
y el pueblo, a seguir olvidando, cuchicheando los menos
a las grandes cadenas de radio o gacetillas,
en la nostalgia de cuando el país
estuvo bien, cierto que con dictadura,
pero con progreso y la amistad con los EE.UU.

Los dictadores se van y, al irse, deja de haber paz
(que haya paz, con hambre, es preferible
a que falte democracia), así concluyen.
Y parece que Machado es preferible a Fidel
o que Pinochet, con todo y su golpe del 11 de Septoembre
más deseable que Salvador Allende.
Hay que recordar a Tachito
(Somoza García gobernó Nicaragua entre 1936 y 1956
y estableció una dinastía familiar
y gobernaron el Pulgarcito americano hasta 1979),
pero Ortega llegó y se acabó la amistad
con los EE.UU.; Bolivia tuvo la dictadura
del General Hugo Banzer, 1971-1978,
pero... llegó Evo Morales y se acabó
la amistad con los EE.UU.

Según los va justificando una clique desvergonzada
en el seno de la cobardía, los dictadores militares
no son tan malos, «peor son los marxistas».
Los primeros van abriendo espacio a independientes,
a partidos neutrales que proporcionan una dirección interina
cuando la tensión social aprieta y estos políticos civiles
(a veces, por tan corruptos e ineficaces
como los mismos dictadores) hilvanan
el arte de ser los más grandes llorones;
quieren estar con Dios y con el Diablo,
creer que es democracia que un ladrón se vaya,
como se fue Fujimori, con cuentas
de banco, de un confín a otro; con expedentes
de matanzas que quedarán impunes.

5.

Por eso es que, en la cuenta de la historia,
no será / ni para mí / ni para nadie /
adecuado demócrata / el cobarde ni el desmemoriado.
Ha llegado el momento de hacer / poetizar /
la verdadera radiografía de los perversos
y sus pervertidores, esto es, redefinir
los dictadores, tal cual son y fueron y serán.
Hablar sobre ellos, sin ese lloriqueo
de los hipócritas y desinformadores,
de cómodos en exilio
que nunca expusieron su palabra
acusándolos, porque se van con su dinero
como se va un turistas a que lo dejen tranquilo
y, al final, cuando están seguros abren sus boquitas
para posar de héroes y recibir
su azuquita, mami, aclamos que no marecen,
prestigios de demócratas que no han ganado
porque, si algo fueron, son cómplices,
vendepatrias, cipayos de menor cuantía.

6.

Por eso es que, en la cuenta de la historia,
hay que recordar que. si bien las dictaduras militares
(las más típicas) se posan como Juntas asesoras
del Estado mayor de los militares,
Ejército, Marina y Fuerza Aérea,
integran a civiles para darse la fachada
de que son benefactoras, en algo democráticas.
Mas estas juntas son más complejamente
perversas y mentirosas.
sirven a Dios y al Diablo por testigo
y de ésto ejemplarizarán los Generales Jorge Videla
de Argentina y Augusto Pinochet, de Chile.
Videla dio un Golpe de Estado en 1976,
Pinochet Ugarte se entronizó en el poder
entre 1973 y 1990.
En Uruguay hubo fachos con fachada
entre entre 1973 y 1984, pero son hitos
de putadas similares. Quieren senadurías vitalicias,
ser los definidores únicos, ex-cathedra,
de la democracia, el bienestar, la justicia,
pero son vividores. Si los sacan del poder
van a echarse en las bolsas su dinero robado
y van a buscar un paraíso, donde disfrutar sus hurtos.
Salen ricos, llenos de trucos y poses
y, como tienen las manos manchadas de sangre,
por tanto silenciamiento a disidentes
y opositores políticos, se van a morir
antes de que le toque un juicio delante
del Tribunal de la Historia.

7.

Según los va justificando una clique desvergonzada
en el seno de la cobardía, cuando un dictador
decreta un estado de emergencia permanente,
o elimina todas las garantías jurídicas que protegen
a las personas contra el abuso del Estado
o cancela impiadosamente los derechos humanos
éso está bien. Es que la vida de un guerrillero,
o comunista o líder obrero, o sacerdote
que la Teología de Liberación tiene por biblia,
vale menos que la vida del obediente y civil empresario,
o vale menos que la del politicastro conservador
de vieja casta, o aristocrática temperancia.

Hay dos varas de medir, según parece,
y siempre el rico vale más que el pobre.
El sindicalista es el enemigo.
El estudiante gritón de la calle es vale-nadie.
El pordiosero es un perro callejero.
El tecato o muchacho vagabundo es buen canditato
para el Escuadrón de la Muerte. O un asesinato sumario.
Hay que tener Mano Dura y Puño de Hierro
(pero a quienes pegarle con ésto
es al protestatario de la izquierda,
al subversivo, a la puta y al hambriento,
siempre al pobre de los arrabales,
o cualquier líder de los indígenas
o los trabajadores).

8.

Según los va justificando una clique desvergonzada
en el seno de la cobardía, el dictador es bueno
si es católico y púdico, si vienen de la misma parentela
mucho más deseables, son «protectores supremos»
o «Karay Guazú» (Gran Señor), como Paraguay les llamara.
Si hay que quitarse por la vía de balazos a rivales.
que sean Fulgencio Yegros o Pedro Juan Caballero,
venga el dictador
José Gaspar Rodríguez de Francia.
como ese gran señor y después su sobrino
Carlos Antonio López, y luego el hijo
Francisco Solano, sean los López
per secula seculum,
y venga la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870)
y venga el Imperio Británico y que se mate a todos
los varones paraguayos,
mayores de 15 años, pero no se diga
que el Doctor Francia es tirano
(él es digno representante de la Sagrada Teología)
y el Congreso de 1814 lo proclamó Dictador Supremo
de la República del Paraguay, por cinco años,
y el Congreso de 1816, ya confirmó que debe
ser perpetua su persona como Supremo Dictador.
Y ahora José Gaspar de Francia y Velasco,
tiene mayor autoridad que Luis XIV de Francia.
Creyó en El Contrato Social de Rousseau
(¡qué paradoja!) y, sin embargo,
es un eco de Maximilien Robespierre,
el tirano. Es un déspota, totalitario, autárquico,
pero él pueblo, según la clique desvergonzada
en el seno de la cobardía, lo piensa, es quien dice
que es santo, único en sus actos, no imita a nadie
y, siendo célibe, no se aplica a puñetas,
«sólo ama el poder por el poder mismo,
sin cobrar su sueldo».
No es el pueblo quien lo dice.
Mentira. Lo dicen los burócratas.
El pueblo no come de tales saniidades.
Lo dice el segundón desde alfú cargo,
el cazador de huesos, la botella gubernamental.

Es austero, católico, no se confía en ministros
ni colaboradores, no los tiene.
El poder es él, no lo delega, pero, tiene acólitos,
besaculos en las sombras y, si bien ama
la paz y el aislamiento de su territorio,
la historia no ha de ser como él la quiere.
Vendrá el imperialismo inglés a armar
la fiesta en su contra. Utilizarán sus enemigos
vecinos, Argentina, Brasil y Uruguay,
y matarán a su pueblo y, no conformes,
su Yo, el supremo.

9.
«If the misery of the poor be caused not by the laws of nature, but by our
institutions, great is our sin».
Charles Robert Darwin
(1809-1882)

En esos días, tristes de la patria, días oscuros,
cuando uno piensa en los dictadores de América,
naciones nuestras, tu nombre, Doctor Francia,
me llega junto al de Juan Manuel de Rosas.
Tu nombre que huele a todas las muertes
de la Guerra de la Triple Alianza,
tu nombre que huele más a sangre que a puñetas
del católico y célibre Joaquín Balaguer,
tu nombre que no puede asociarse
a Trujillo, el mulato sexópata,
ultrajador impune, asesino de mariposas,
y ultrajador de arcas públicas,
y pienso en dictadores
que proveyeron un eficiente goberno
y deseaban sólidas economías,
pero, ¿es posible sin contar con el pueblo
como aquel que les diga, pese a todos
sus defectos personales, Gran Señor, Karay Guazú?
¿Es posible la Paz, con Fuerte Economía,
Progreso, Confianza Pública, detrás de máscaras
homicidas, genocidas, intolerantes, homofóbicas?

Por eso es que, en la cuenta de la historia,
pienso en el decimoséptimo gobernador
de la Provincia de Buenos Aires,
en aquel ranchero que en vez de matar gauchos
se fue a conocerlos, a ganar su confianza,
a hacerse respetar por ellos.

Pienso en Juan Manuel de Rosas,
el caudillo que el Dr. Francia admiró,
pero examino cuidadosamente que, por un lado,
está el gaucho y, por otro, está el indio
y que no debe ser este hombre tan realmente bueno,
si instruye al gaucho a que mate la indiada
en el sur de Argentina y justifique que se haga
al decir: «por restaurar la paz lo hago,
por amor al Orden».

Están matando a los indios y Rosas
quiere ser el caudillo, héroe del exterminio,
y el blanco no aprende a pensar que la paz no se diseña
de ese modo y que el eficaz gobierno para un solo sector
o grupo y la economía de progreso, no vale
si el precio es la sangre de los indios.
Pensar que Darwin se lo dijo, por los años del '30,
Rosas tiene un carácter extraordinario,
es un déspota y mataindios, gaucho feliz,
con sus hábitos y ropajes, «mas es el cuchillero
más temible que he conocido. No entiendo
por qué tanta gente lo quiere, no me explico».

Por eso es que, en la cuenta de la historia,
Rosas viene a mi cabeza como un dictador
con el gran pecado de las instituciones,
en nombre del progreso, mata más
que las leyes naturales cuando disparan
terremotos, huracanes, sequías,
tormentas en las selvas o la llanura.

La organización secreta «La Mazorca»
mienta el único tipo de unificación que los tiranos
entienden como vehículo de progreso:
unificar es pretexto de llamarse «hombre del pueblo»,
representante de todos los argentinos,
se busca al negro de las pampas,
al gaucho de la clase trabajadora y a matar
indios y oponentes, a disolver las distinciones
entre ideología federal y centralismo político
(la que encarnara), convertir el rosismo en la mentira
de todos en su patria, con la anuencia
de jesuítas que le hacen el juego.

Su retrato se exhíbe en todas las Iglesias
(en las casas de sus opisitores hay luto,
en la Hermandad de la Asociación de Mayo
lloran las viudas de esa vivencia del Matadero).
Sufre la cepa de propulsores del Dogma Socialista.
Siendo valientes, teme la gente que entendió
lo que Rosas significa y que otros,
la clique desvergonzada en el seno de la cobardía,
no quiere entender, porque no son románticos
en el verdadero sentido de la tradición
de rebeldes, igualitaristas, socialistas,
sensibles desidentes, universales,
como Mármol, José María Paz, Salvador M. del Carril,
Juan Bautista Alberdi, Esteban Echeverria,
Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento.

10.


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