Friday, February 05, 2010

Homenaje al Ché...



De ImageCaché

a Ernesto Guevara de la Serna (1928-1967)

Amigo, aclararemos de una vez lo que son
dos términos distintos: guerrillero y revolucionario,
revolucionario y homicida. Entienda...
un guerrillero como el Ché no es un asesino;
aunque cargue un fusil y haya matado.
Hay quien matará por vicio, por ventaja,
por lucro, o porque le fue dada una orden
y en obediencia, ciega obediencia, ejecuta.

De cierto que hay mentes que ya no funcionan
con amor ni ética social, y este tipo
de mente es enferma.
Sabrá usted que todas esas categorías
sirven como adjetivos, o califican
al criminal que delinque y nada cambia.
De la masa anónima se han burlado
por 500 años en América
(los que esa mente tienen y cultivan) y no es
hasta hoy que la masa reescribe su historia
y su sangre la ofrenda voluntariamente.

Ahora, ¡qué tristeza! hay guerrilleros
que sólo sirven para cuidar
los sembradíos de amapola de los narcos
y hay uniformados en la Policía, lo mismo
que en los ejércitos y las guardias nacionales y civiles,
que son unos matones, gérmenes y voceros
de imperios genocidas, la anti-patria armada
que marcha con permiso y pagada del Estado
(haga lo que haga) y en ceremonias de sangre
como Ejército Patrio, incuestionada
por la gente tonta, invoca a Dios y al pueblo
al que oprime, reprime, sofoca.

Pero ésto no quita, que sean homicidas
y opuestos a otros hombres especiales,
prácticamente nacidos para el martirilogio.

El revolucionario no busca ni quiere
holocausto de mártires, sólo aspira
a cambios, a transformaciones,
a catalizar las fuerzas vivas
en la historia. El homicida no.
Su violencia alimenta y preserva
el Orden Establecido; le sirve de discurso
al Establecimiento llorón y chantajeante.

Tarde o temprano, los fanáticos muestran el cobre
y se descubre qué realmente ambicionan: Ser asesinos.
Y el revolucionario también se confirma; pese a tanta
desinformación y propaganda en contra, como el oro
reluce, su brillo desafía al fango, a las mentiras
y su idea renace, se crece.

Pero, aclaremos de una vez, ésto del Ché,
o Sandino, o Cienfuegos, o Fidel mismo.
Ellos, antes de salir a la manigua,
a forjarse en selvas como guerrilleros
y antes de sufrir la hostilidad
de todo el sistema establecido,
fueron pensadores. Examinaron cuidadosamente
al enemigo y el por qué tendrían que combatirlos.
Los riesgos los tomaron en cuenta;
supieron que lucha será evento fácil ni breve
ni con saldo feliz para ellos mismos.

Las fuerzas son desiguales; el enemigo
tiene muchos frentes. Los traidores se infiltran
y el cansancio, el desgaste, el miedo
en esa soledad de clandestinaje carcome,
prosterna y el más valiente puede
que se vea desmoralizado, vencido..

Se mancharían las manos con sangre;
un triste triunfo será que se mate, no a inocentes
(que es humano equivocarse); el objetivo
que sean los rivales, esbirros, gente equivocada
con cerviz dura, que vino a ellos
no a cantarles las mañanitas ni surtirlos
de bendiciones; a surtir de balas es que llegaron,
pero, en este irse matando uno a otros, hay sacrificio
y el principio que Martí llamó la «guerra justa»
y San Pablo, la «buena batalla».

El Ché era de esos. Y lo fue Martí en Dos Ríos.
El no mató / supongamos que lo hizo,
para robarse un paquete de cigarrilos,
o una vídeo-cassetera, o una botella de licor
de algún supermercado; no asesinó del mismo
modo desesperado y turbio del bandido
o del pistolero, sin escrúpulos
que se ha visto fracasar en mil chantajes
y ahora asesina para asegurarse
que no haya testigos y el lucro de su cohecho
valga cada escrúpulo moral que lanzó a los puercos.

Hay formas revolucionarias de acabar a un enemigo
(que es siempre uno institucional, estructural,
el sistema injusto de dominio, o distribución de bienes
y servicios, ideologías perversas). Este combate
no es asunto de disparos logreros y personalistas,
no cosa del apretar un gatillo
y llamarse héroe o valiente por haberlo hecho.

No todo el mundo mata ideas de engaño.
No todo el mundo, al disparar, apunta directamente a la injusticia.
No todo el mundo tiene la explotación por mira
y la opresión por cadáver.
No todo el mundo entiende los vaciados de residuos tóxicos
en la Amazonía o la selva ecuatoriana
como una tropa armada camuflada y aprieta
un gatillo y dispara y libera, para que no los alcance.
La Chevron dice: «Soy tu amiga», pero, te dejan
sin sangre y sin pulmones, te vuelven el vertedero
con tus propios cadáveres; no todo el mundo lee
toda esa malddad de los «Reagan blue dog Democrats»
y los Republicanos que sisean, más demónicamente serpentinos,
«freedom-loving Americans», nunca son tan amorosos
como para evitar que se premie con un tiro en la frente
a aquel que se dice Camarada / Socialista / Disidente.
Son siempre la Derecha que dice:
«Usted defiende al Ché, usted merece la tortura
si lo atrapan, usted tiene un Guantánámo
como su solo paraíso merecido».
No todo el mundo examina el «Divide y vencerás»
con que el imperio tiene al pobre absorbiendo ideologías
que no le pertenecen; no todo el mundo entiende
el siniestro significado del Destino Manifiesto
y cómo cualquier filibustero busca las alas imperiales
para dar el servicio de los William Walkers
como si Centro Amérca fuese tierra de nadie,
o de cobardes, o de sabandijas.

No todo el mundo, sólo el revolucionario, entiende(n)
cuando cerca del Río Nanay, departamento de Iquitos,
el yanqui pone bases, se burla del peruano
con el pretexto de guerra contra el narcoterrorismo
y la intención es desplazar las poblaciones,
ponerlas en control de militares, seguir esparciendo
bacterias en plantaciones, armas biológicas,
erradicar coca y vidas por parejo
y que no se organicen ejércitos populares,
que no haya opciones,
que no retoñe el que entienda cómo
el imperialismo quiere control del Aire, la Tierra,
los Ríos, las selvas, lo que en derecho no es suyo.

El revolucionario comprende y, en su protesta,
es la crítica, lo que mata. No es la bala
(las guerrillas siempre han sido pequeñas
y sólo el terror de prensa y gobiernos en alianza
las agiganta, con el fín de justificar represiones,
caros operativos, descaros reclamos de plata de la CIA
o los gobiernos imperiales, y las finanzas a las cuentas
de banco; total, es fácil matar a 4 gatos,
torturarlos, desaparecerlos, aunque sólo hayan sido
obreros, estudiantes, niños que gritan consignas
o tiran una piedra, o rompen una ventana
ardidos por coraje)... Siempre son tan pocos los Ché
y me alegro; sería horroroso perderlos, del modo
con que lo perdimos en una selva boliviana.

Siempre en la Bolivia del presidente Barrientos,
me imagino la muerte del Ché y ese momento
en que el sargento Mario Terán, alcoholizado,
se aproxima ante quien con sólo verle
sabe que es un ladrón y un cobarde.
Un asesino de esos que sólo obedece.
Lo mismo haría, si le tocara matar a su madre.

El asesino ejecuta sus planes. Es un cómplice
y un esbirro pagado en servicio a la matrix
que ordena, el vendepatria, el entreguista,
el que se limpia el culo con la democracia,
la igualdad y los derechos humanos.

No todo el mundo entiende y no que sean sutiles
las diferencias; asunto es de valor,
honor y compromiso; es que primero
uno tiene que definir dónde carajo es que cimenta
sus lealtades; porque, guerrilleros como el Ché
no faltarán nunca, van a nacer y validar
el principio. A veces hay que eliminar al matapueblos
frontalmente. No es tal vez lo que se quiera.
Tal vez no es lo más civilizado ni lo más sublime,
pero es tristemente, a veces, lo necesario,
porque hay quien no entiende
y se arma y es narco,
y se arma y roba un banco, o una joyería,
o va y se roba un six-pac, y da un tiro
a cualquier inocente, puede que sea una niña,
o colegiala que cruza la esquina.

Hay gente armada en la calle,
en las mansiones, en los barrios, en la iglesia,
dondequiera, y quiere paz, orden, seguridad
y placeres, gozo de ingresos, pero va y sale
y se arma, no necesita un revólver hurtado,
él puede comprar las armerías, él tiene vínculos
con quien diseña, manufactura y vende
desde un obús a un misil,
hay que gente que mata por cualquier motivo
frívolo, estúpidamente, y no tiene que dar explicaciones,
no tiene que estudiar economía ni sentirse
sociólogo ni poeta ni nada. Es sólo a secas
el asesino, el vale-madre
y sale y va, vende la guerra, vende violencia
en los barrios, alicienta que haya feminicidios
u orgías sexuales, coloca a las adolescente
entre los millonarios,
con el puto homosexual, practica odio o le come
finalmente el culo después que lo saca del closet
y él hace lo mismo con una doncella,
las vuelve putas, les quita el país,
la cultura, los sueños, el honor, la decencia
las moviliza lejos, él comprende el clandestinaje,
no para lo noble, sino para lo tenebroso,
para el terrorismo.

Y se arma, siempre en vigilia, matará al que proteste,
o husmée sucios negocios suyos, él es un asesino
y siempre le sale un Ché con otra idea,
el valiente que lo contradice y dispone
como un programa o evangelio social:
que no se perdone al que practica la explotación
del niño y la burla de la chamaca vírgen,
que no se perdone al que tortura y envicia juventudes
para que no sirvan al futuro de la patria ni aprendan
a valerse honestamente por sí mismos,
que no se perdone al que mata a estudiantes
(con el cuento de que son comunistas, o pagados
desde Rusia, o Cuba, o China, o Bagdad,
o puta sea la tierra que lo pagare),
que no se perdone al que cree que sólo el rico
se merece lo que come, o el confort que disfruta,
que no se perdone al que ve enfermedad
y deja que la muerte azote en la casa del pobre,
que no se perdone al que pone su nalgatorio
sobre una banca y se llama diputado o funcionario
en la cúspide de los poderes nacionales
y es sólo un ladrón que roban un sueldo,
conspirador de ultrajes a las arcas,
vendedor de su país a las transas internacionales,
cómplice de Asesinos Invisibles, poderes en lo alto
de cesarismo global, neocolonialista
y se va, con carita sonriente
y habla sobre la paz en la nación que ama,
así como hace Uribe y posa de ser ultra ultra ultra democrático,
conservador, pro-libre empresa, pro-Vida, pro-diálogo,
pro-Occidente, pero es un Pro-Mierda, pro-traición,
protervo hijo de la apatía, la oquedad, la bala cómplice
que mata al Ché que en turno ni nueva sangre
lo apunta frontarmente con el dedo y le dice:
Cochino. Hijo de Mala Puta,
indigno de una madre,

y se va, fresco como una lechuga,
con esa cara sin pudor, sonriente de cinismo
cara que tienen los Fujimori, los Pinochet, los Galtieri
y que antes los Somoza, los Trujillo, los Machado,
los Batista, los Balagueres, los Duvalier,
los Duarte, los Romero Barceló,
cuando tienen que dar cuentas a las marionetas
que Reagan o Bush han movido con hilos
en la historia reciente.

16-10-2005 / El Libro de Anarquistas

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