«El diablo está aquí muerto por la lucha entre el bien y el mal»: Alberto Thirion, pintor mexicano
Si me atrevo a decirlo de esta manera
y no les gusta, piensen que el Diablo no existe.
Al demonio lo estamos matando diariamente.
El problema es (ésto es lo que temo que no les agrade)
que el Diablo / el Cuco / el Adversario / Satán
somos nosotros mismos.
Respiro... somos ese diablo que matamos,
somos lo que debemos asesinar de una vez y por todas.
A veces nos equivocamos y matamos a Cristo
(queremos un Dios / un Cristo / un Demonio
para con gesto maniqueo, tener que matar a alguien).
Ya hasta nos da lo mismo: en la lucha entre el Bien y el Mal
que caiga alguno, sea el quien sea, pero nos gusta
el ritual del verdugo, del Sacrificador con el hacha
en la mano, con su Gran Cuchillo.
Y siempre en guerra y delito, o buscando
su enemigo en la sombra.
Digo estas cosas, tan burdas como parecen,
porque alguien tiene que morir, de todos modos.
Yo digo, como Thirion, el pintor,
«El diablo está aquí muerto por la lucha
entre el bien y el mal» y si no está muerto ya,
lo estamos matando, día a día:
El diablo, en definitiva, somos nosotros mismos.
Pero estamos desesperados; no queremos
ser el diablo en el cuchillo y hay una impotencia
para construir una identidad, para decirnos qué somos,
si diablos o cristos, si vasijas para el bien
o vaciadores de todo lo malo, si luz o sombra
no lo sabemos, si construcción existencial
de un presente o futuro, o destino biológco,
si materia mala o espíritu bueno.
Digo estas cosas, tan burdas como parecen,
porque estoy hasta la coronilla
con este cuento de comadronas
sobre un sentido original del pecado,
si es una cosa de herencia o un deber
que tenemos de sanar el individualismo culpable
que nos ata a los mitos en vez de hacer
un compromiso definitivo, personal y comunitario,
por definir que somos simplemente unas vasijas
de sangre y hueso, apetentes de recibir
un alma, que no sea una razón estructurante,
simplificadora, universalizadora de una logicidad
de pacotilla... no, perdón...
por eso matamos,
por logificar demasiado
y estrangular sin piedad, como asesinos,
esa esencia útil, necesaria,
que es la singularidad que reestructure
la imaginación con la esperanza...
Yo estoy dispuesto a seguir matando
el diablo que me toca y hacer un Cristo,
con razón metafórica, una identidad
que sirva a una ética
y deje de matar para que como dice
Thirion, el pintor, declare al fin:
ví en Mazatlán «el espinazo del diablo»
«petrificado por los siglos»
«El diablo está aquí muerto».
12-01-2009 / El libro de anarquistas
___
El libro de anarquistas / Porque no somos libres ni el Sur ni el Norte / La prensa vendida y anestesiaad / Liliana Varela: Entrevista / Cuaderno de amor a Haití / El perro que enamoraba las hormigas / San Sebastiám del Pepino / Meiker del Mapoe / Cartas de los lectores a la Página sobre Historia Pepiniana
y no les gusta, piensen que el Diablo no existe.
Al demonio lo estamos matando diariamente.
El problema es (ésto es lo que temo que no les agrade)
que el Diablo / el Cuco / el Adversario / Satán
somos nosotros mismos.
Respiro... somos ese diablo que matamos,
somos lo que debemos asesinar de una vez y por todas.
A veces nos equivocamos y matamos a Cristo
(queremos un Dios / un Cristo / un Demonio
para con gesto maniqueo, tener que matar a alguien).
Ya hasta nos da lo mismo: en la lucha entre el Bien y el Mal
que caiga alguno, sea el quien sea, pero nos gusta
el ritual del verdugo, del Sacrificador con el hacha
en la mano, con su Gran Cuchillo.
Y siempre en guerra y delito, o buscando
su enemigo en la sombra.
Digo estas cosas, tan burdas como parecen,
porque alguien tiene que morir, de todos modos.
Yo digo, como Thirion, el pintor,
«El diablo está aquí muerto por la lucha
entre el bien y el mal» y si no está muerto ya,
lo estamos matando, día a día:
El diablo, en definitiva, somos nosotros mismos.
Pero estamos desesperados; no queremos
ser el diablo en el cuchillo y hay una impotencia
para construir una identidad, para decirnos qué somos,
si diablos o cristos, si vasijas para el bien
o vaciadores de todo lo malo, si luz o sombra
no lo sabemos, si construcción existencial
de un presente o futuro, o destino biológco,
si materia mala o espíritu bueno.
Digo estas cosas, tan burdas como parecen,
porque estoy hasta la coronilla
con este cuento de comadronas
sobre un sentido original del pecado,
si es una cosa de herencia o un deber
que tenemos de sanar el individualismo culpable
que nos ata a los mitos en vez de hacer
un compromiso definitivo, personal y comunitario,
por definir que somos simplemente unas vasijas
de sangre y hueso, apetentes de recibir
un alma, que no sea una razón estructurante,
simplificadora, universalizadora de una logicidad
de pacotilla... no, perdón...
por eso matamos,
por logificar demasiado
y estrangular sin piedad, como asesinos,
esa esencia útil, necesaria,
que es la singularidad que reestructure
la imaginación con la esperanza...
Yo estoy dispuesto a seguir matando
el diablo que me toca y hacer un Cristo,
con razón metafórica, una identidad
que sirva a una ética
y deje de matar para que como dice
Thirion, el pintor, declare al fin:
ví en Mazatlán «el espinazo del diablo»
«petrificado por los siglos»
«El diablo está aquí muerto».
12-01-2009 / El libro de anarquistas
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El libro de anarquistas / Porque no somos libres ni el Sur ni el Norte / La prensa vendida y anestesiaad / Liliana Varela: Entrevista / Cuaderno de amor a Haití / El perro que enamoraba las hormigas / San Sebastiám del Pepino / Meiker del Mapoe / Cartas de los lectores a la Página sobre Historia Pepiniana
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