En la foto: el Presidente vencedor James K. Polk (primero a la izquierda), el trampero, Kit Carson, el escritor Ralph Waldo Emersony el presidente de México Antonio López de Santa Anna (a la izquerda en segunda fila), quien abidicó ante el resultado de la guerra y huyó a Venezuela.
In July 7th 1846, U.S. Navy Commodore J.D. Sloat proclaimed the annexation of California by the United States after the war that President Grant called «the most unjust... ever waged by a stronger against a weaker nation»: Thomas y Carol Christianse, «The U.S.-Mexican War» [Bay Books, 1998]
1.
Todavía ha de recordarse que fue el 14 de junio
que se vio a los Osos, rebeldes que se juntaron
para el robo y tomaron Sonoma como suya.
Allí había un pueblo mexicano
y un Coronel Vallejo que se rindió
porque la sangre de esta villorio californio
es demasiado inocente que hasta el alma
parece desarmada y el coronel defiende
sin arsenal idóneo lo que puede y él, en verdad,
no vio Osos, sólo gente que anhelara
tierra amplia, inmensa, como California.
Vallejo se rindió, pero no está triste
y temblando. Mas bien, observa la insolencia
que al final se izó como bandera:
Un Oso de piel marrón, una franja roja
al fondo como sangre y el campo blanco
que sirve para nombrar La República.
Las letras de la frase inglesa se pintaron
con el jugo de unas bayas silvestres.
2.
No son villanos heroicos, no.
Son despojadores, asesinos, desorganizadores
de pueblos californios y etnias nativas
del antiguo territorio. Son intrusos
como el comodoro Robert Stockton
y el General Stephen Watts Kearny,
propulsores del Destino Manifiesto
con egos poderosos, rivales conquistadores.
John Frémont sirve a este propósito.
El lo empezó con aquella revuelta
de la Bandera del Oso.
Y el plan para el despojo se mueve lentamente,
aunque las fuerzas de la Marina
de J. D. Sloat, el Comodoro, y sus tropas
lo quieran muy expeditamente, conclusivo y sangriento
y que comience en Monterey.
E irán en captura de pueblos
cercando a la Bahía de San Francisco.
Nadie ya podrá decir, pacíficamente,
que se vayan. California será anexada,
aunque su pueblo nativo no lo quiera.
El mismo Presidente James K. Polk
(el gran jefe de los yankees)
ya se autoproclamó Gobernador Militar
de tierras que no son suyas, la provincia.
Ahora por saberse sólo se inquiere
con cuánta sangre
mexicana y california se estarán contentos
y se pondrá cierto precio a la aventura.
3.
Y Polk dijo a Sloat: «Pón otro gendarme
en mi lugar. Esto se pone sangriento;
yo tengo la Presidencia de un país
y el gobierno militar me quita sueño».
Y se nombró a Robert F. Stockton, comodoro,
al Gobierno Militar de California.
Y hasta Sloat ya estaba exhausto por rigores
de lucha y tensiones y dizque que se fue
a su casa a recuperarse.
Palo Alto, el 8 de Mayo fue el comienzo
de batallas intensas a lo largo del Rio Bravo.
Allí se quiso definir una frontera por los yankees
y México dijo: «No, que sean las Nueces
la frontera de ley, la justa, la de nuestro reclamo».
Pero General Zachary Taylor en Rio Grande
hizo un fuerte, mandó sus militares;
reforzó los 60 dragones del Capitán Thornton
cuando vio fuerzas mexicanas apoyando
su propia base en Matamoros.
En la altura llamada Palo Alto murieron
los primeros 320 mexicanos;
las bajas en total más de 700 y sobre 9 muertos
del bando yankee, entre intrusos, se escuchaban
las risas del mayor Jacob Brown
y el general Zachary Taylor.
«¡Que no saben pelear estos idiotas!
¡Son una partida de pendejos!»
4.
Dicen que las tropas mexicanas embravecieron
en la Resaca de la Palma,
delta del seco río, dicen que allí se creció
el oficial Arista con tanto enojo
como una corriente de manantial antiguo.
Al fin mataron a 33 invasores e hirieron a 89
pero 160 de los suyos fueron asesinados,
228 fueron bajas de heridos y 159 desertaron.
No tuvieron que matar a tantos ésta vez.
Los que escaparon se los llevaba el río,
se ahogaban de impaciencia.
Nadie pensó esta guerra por ancipado.
El yankee Taylor sí pensaba partir a Monterey
con seis mil tropas; él si tenía el acceso de botes
para zarpar 130 millas, rumbo norte por río,
hasta Camargo; otra de su gente le mató
una epidemia en Matamoros.
5.
Allá en Monterey, te esperan no menos
de 9,000 mexicanos al comando del general.
Pedro de Ampudia. Vas a tener tus 120 muertos,
Mr. Taylor, vas a sudar por tres días.
Pero vas a ganar. Gana pues,
muerte por muerte, y firma un armisticio
con Ampudia. Ya tienes el Norte.
Sé paciente, Zacarías,
aunque Washington te critique.
6.
Aquí llega, va llegando desde San Antonio,
el brigadier Wood y el Ejército del Centro.
Lo verás que cambia a las Parras
su ruta original que fue a Chihuahua.
Aquí llega el Ejército del Oeste
y Stephen W. Kearny:lo jura y lo cumple
«Santa Fe, para este agosto, estará
bajo mis botas y las de mis 1,600 militares».
Apoyo tiene de 300 dragones.
En la Costa Oeste está ya el Escuadrón Naval
del Comodoro Sloat y John C. Fremont.
Aseguran que California será pacificada
con un mínimo de escante y de fuerza.
En México, la ciudad de Saltillo
fue ocupada por tropas de Taylor,
también lo ha sido el Puerto de Tampico
y hay el plan de tomar la capital mexicana
entrando por Veracruz, según lo infprma
Wintield Scott, Comandante General de la Armada.
7.
Tiembla por Saltillo, General Santa Anna,
a pelear, Presidente y Alteza Serenísima,
que en Buena Vista te espera Zacarías Taylor.
Aplica ese arte francés de la táctica del que tanto persumes.
Mueve las nalgas, solo o con 15,000 sodadillos.
Con cuantas tripas y tropas tengas, mueve las nalgas
porque el yankee se quedó con California
y desde el 7 de julio lo proclama:
«Calfornia izó la Bandera del Oso: fue anexada».
Anima a ese ejército cobardón de San Luis Potosí,
General Santa Anna; se han cagado viendo
casi 2,000 muertos en sus filas.
Los heridos del yankee son poco más de 400
y los muertos no pasan de 260.
¿Qué pasó en Isla del Lobo, Alteza sub divo mexicana,
dictador de abandono?
En Convoy naval a Veracruz llegó
con el comodororo Matthew Perry a la cabeza
y el General Juan Moral no ha disparado un tiro.
Como anfibio llegó el invasor y por debajo
de los orines de tu ejército de presuntos valientes
se cuela el enemigo y Scott se burla, asedia
sin necesidad de asalto. Le importa poco que tengas
si más miedo que orines, si más mierda que gábilos.
¿Qué pasó en Cerro Gordo, General Santa Anna?
¿Qué pasó en los caminos de Jalapa que ví
a tus hombres corriendo despavaridos?
... y tuviste 12,000 tropas que no han servido de nada.
El adversario tomó a 3,000 de tus hombres
y se fue rumbo a Jalapa.
¿Qué victoria de México es posible si dejaste
en desarme obligatorio a tus paisanos
y el centralismo represivo de tu infame mandato
debilitó al ciudadano soberano después de la República
mal sustituto del Viejo virreinato novohispano?
¿No recibió la carta de Ampudias / el viejo Zachary
al quien él pidiera se retirara más allá del río Nueces
y evitar así el choque de abril en Rancho Carricitos
y la emboscada por lanceros del general Torrejón?
¡Pero ésto pudo más: ¡el capricho
de esclavistas sureños y demócratas
con la mala consciencia del Destino agresor,
la cobarde ambición de jefes mexicanos,
burócratas que buscan empleos / remuneraciones,
beneficios de poder, como botellas, traición a pueblos,
burla a la generosa voluntad de los viejos texanos,
burla de la Nueva España virreinal y la sucesión a la República!
Y aquí está la consecuencia:
700 cadáveres están en las calles de Contreras,
800 prisioneros mexicanos crujen en dolor por ellos.
Esta invasión no es pacífica y solapada
como aquella promovida por Stephen Austin,
Andrew Jackson, Samuel Houston.
Este anexionismo mata indios; ya no ofrece
un Te compramos como en el '29, ya quita,
arrebata, es Te invadimos y Te matamos
y, ¿qué haces, Su Alteza, cuando pisaste Churubusco
que ví, entre 10,000 bajas, más de 4,000 muertos tuyos
y apenas 130 víctimas letales entre los invasores.
8.
Nadie se fíe de 20,000 soldados o voluntarios
que digan: «En confianza, venceremos en la Ciudad
de México». Sobre la Ciudadela de Chapultepec,
no se jacte ninguno ni Santa Ana.
(ni por ventaja del número de tropas):
«La victoria es segura. Viva México».
Ante el Molino del Rey no digan: «Peleamos
y no pueden matarnos»; ya ví al yankee en minoría
llevando. con victoria, a 700 prisioneros mexicanos
y 2,000 muertos y heridos
y otros 2,000 desertores que tu arenga,
dictador Santa Anna, no conmueve.
Ellos matan, sin piedad, ustedes, mexicanos,
no aciertan el blanco, o disparan al aire
Ví la Ciudadela rendida y al gobierno
que sacara su bandera blanca,
a Santa Anna, de rodillas, frente a un tren
que no pudo alcanzar; lo ví abdicando
y el Tratado de Guadalupe-Hidalgo
y firmas del Senado del Oso y firmas
del Congreso Mexicano, lo ví...
Y entiendo lo que viene, pese a tanta retórica
y racionalizaciones: que perdíste
la mitad de la nación, Santa Anna;
alas de expansionismo díste al patriotismo del Oso
y Zachary se jacta y todo Whig sureño
y pese al Proviso protector de Wilmot
para que el mexicano no sea esclavo como el negro
en estos territorios del despojo
serán esclavos, hostilizados por robo y por chicanería,
cortes que impondrán legalismo
/ no justicia / no respeto a biejas tradiciones.
Se impondrá la ley, no respeto a espíritu y lenguaje
no a culturas ni costumbres; te harán arrabales, mexicano;
robarán tus haciendas, tus ganados, tus mujeres.
Hay esclavitudes que no necesitan nombres
ni leyes, esclavitudes que explicarán
esta miseria de California desde que fue anexada.
Esclavitudes que sólo se legitiman
por el diario desprecio de esta frase que ví
escrita en innúmeros letreros, cien años después de la derrota:
«No se admiten perros ni mexicanos».
No hubo sistema que expresara ésto
antes de aquel 7 de julio de1846
cuando el Comodoro J.D. Sloat proclamó
la anexión de California a los EE.UU. de América.
Del El libro de la Guerra
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