«¡No me salude más!», le dijo un ladrón odioso, quien haría una semana, ahora la víctima lo sabe por su confesión, rompió una ventana y le robó cuanto pudo. Quien lo saluda estuvo fuera de la ciudad por unos días. La víctima es tan exitosa en todo lo que hace que el ladronazo lo envidia. Ha saludado a un ladrón y volvería a hacerlo. El no busca enemigos. Cosas así suceden inevitablemente.
El sonríe. Siempre camina sin delatar si sufre. El fue a enterrar a familiares, mas no deja en su corazón espacio para depresiones. El no da consejos que no le piden. Cuando hace sus muchos favores, guarda discresión absoluta y se agencia que no sepa su mano izquierda el bien que con la derecha hizo.
Como él no se lamenta, fecha más o fecha menos, ha caído herido, aunque ya está repuesto. Fue en uno de esos atentados que organizan los frustrados que lo alcanzó una bala. A la semana, otra vez está en la calle vivito y coleando . Otros no. El va a llevar un poco de consuelo, ya que vive y parece milagro. Lo han llamado a que rece. Parece un hombre con fe, bendito por Dios y por la suerte. Dijo que no es bueno para hacer oraciones ni aspavientos de palabras. Es práctico.
Sólo que ese amigo que fue herido, como él, y no se recupera, porque tiene hijos pequeños y su mujer no halla aún trabajo, cuando él ha perdido el suyo, más que oraciones, necesitará, semana a semana, alguna ayuda extra. Consaladores ya tiene a muchos; pero, ninguno se recuerda que su familia come y que a él, por lo que no le cicatrizan los balazos, es por el peso de las deudas, el estrés del hambre en la familia. Y entonces, viene y saluda dulcemente, deja sendas bolsas de alimentos del colmado, y pasa a verlo.
La mujer y los niños observaron que no menciona lo que trajo. El saluda, sonríe y le dice, cuando lo llevan al cuarto donde yace: «Paciencia, amigo, paciencia».
Contrario al amigo herido, él nunca se queja. No guarda resentimientos. Sabe que un día sigue al otro y cuando se tiene que morir, se muere, y mientras se siga vivo, hay esperanzas. Hay puertas siempre abiertas a lo mejor. No se explica cómo pudo decir ésto, con tan breves palabras y conmoverlos. A los diez minutos, terminó su visita. Se despidió como si fuera él tan obsequiado y no el convalesciente. Siempre tiene algo que hacer, sin egoísmo.
Microrrelatos
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