Friday, September 18, 2009

La otra mejilla


Yo no sé si usted sabe qué es poner
la otra mejilla; yo tengo un rostro.
Son dos mejillas, señor, y una se equivoca
y soporta, se tienta del más malo modo
y repite la erranza del castigo
y se vuelve vengadora y homicida.

Yo no sé cuántas mejillas
pueda tener usted, puede que sea sólo una,
la mejilla perversa que se besa
para dar el ósculo de Judas.

Ahora bien, yo tuve un Maestro
con el rostro luminoso y él me enseñó
que tengo dos mejillas, inclusive una
como la que usted tiene. El me mostró
la mejor, la que yo debo entregarle
para que me pegue cuando termine usted
de abrir los ojos si dudara de tener yo
la mejilla que amo.

Es necesario que le hable sobre mi mejor mejilla.
Estoy muy deseoso que le azote con ruda bofetada
para que vea, por fin, una vez en su vida,
miserable, lo que es la mejilla verdadera,
la que transforma a la vergüenza en cambio.
La mejilla que destituye al golpeador,
mejilla que quema la mano de los criminales.

Voy a pedir que repita su golpe,
no ya en la mejilla que conoce.
Pongo la otra, la que redime mi rostro
y me hace el Cristo. Pégueme, arriésguese
a ser dizque el valiente, soldado con adrenalina.


Pegue en la mejilla de las alternativas, pegue
en su carta de acceso al postrer enemigo.
Esa mejilla es revolucionaria.
Es el despertar del oprimido.
El límite del que vivió humillado.


22-09-2000 / El libro de la guerra

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