Sunday, November 22, 2009

Declaración de guerra




Ninguna sino ella, la más admirada, es quien me transmite este sentimiento de exclusión, de rechazo casi homofóbico, injustificado y que no entiendo. O lo entiendo y no lo quiero admitir. Ella tira las puertas del llamado al amor y la amistad de un violento portazo. Me ha roto las narices este el primer Día de San Valentino en que la traté como una persona, no como una imagen. Quise decirle que su amor por la poesía y las artes nos une más que lo que ella imagina; pero que la poesía no es permiso de alguno para vaciar sin control, o pretensiosidades, las emociones humanas. No es expresión de personalidad, sino escape meditado en torno a ella. Intentaría, si ella lo quisiera como sugerencia, que no renunciara a ser una dama, ni la persona que inspira mi atracción. Discutiríamos si son la literatura, artes, estética e ideologías, meros catalizadores impersonales de nuestras experiencias, o qué le hace pensar contrariamente.

«Poesía eres tú», oigo que le dice a su amante. «Somos las artes», dice cuando opino que estos objetos de interés no deben destituir a la persona, siendo lo que son: Meros objetos correlativos, imágenes, sublimes o mentales idolatrías. Se vale separar el lenguaje emotivo de tanta mitología acumulada en torno al Yo de una crítica práctica y más precisa, la que ejercitamos como estudiosos de las humanidades.

No le gustó mi comentario. Tampoco me gustó el suyo, que fue «Yo soy la poesía, no escapo a las emociones. Tú sí eres I. A. Richards, William Empson y una corte inglesa puritana que piden referencias científicas para el discurso de mi personalidad y mis emociones».

Me jaló por un brazo y me llevó a su recámara, casi a empellones.

«¿Qué yo debo ser una dama para el primer patán que aproveche el Día de San Valentino para proponerme un acostón y después al carajo?» y me lo puso radicalmente, en estos términos: «Te conozco, mosco, y esta mosca no brinca a tu pastel ni sube a tu petate». El día de Día de San Valentíno / día de la amistad y el amor / me declaró la guerra.

Me señaló el centro de la cama donde estaba la otra. Su Amada, Su Dama. Y yo venía sobrando. El centro de su placer era aquella mujer de la China, sumisa y lujuriosa como gata en celo. Habló, cuán sinóptica, pero rotundamente pudo, sobre la subjetividad negada por la narrativa rerprimida que ella combate para socavar al Sujeto Imperialista que yo represento y hasta citó a Linda Hutcheon y Edward Said cuando describe cómo se redimirán los sujetos coloniales del yugo y las formas ideológicas occidentales.

Que yo supiera que ella era lesbiana, amante de la asiática gatuna y aprovechara este día de San Valentino para pedir que cenara conmigo, lo convirtió en el símbolo de una metafísica occidental, mitológica y culturalmente blanca, controladora y centralizadora, que no solamente destruye su propio Logos y mythos, sino que impone su Razón a otros, en nombre de la Impersonalidad y el Objetivismo, «pero yo soy Emoción / Personalidad / Poesía, y al carajo tu T. S. Eliot», dijo.

18-09-1990 / Microrrelatos / Indice

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