Monday, November 09, 2009

Psicopatía del conformismo social



Tal vez se piensan muy sinceros cuando discursan
sobre los radicales, o sanbenitan a los sinvergüenzas
y los delincuentes. En el mundo hay violencia
que no debe justificarse; mucha es violencia propiciada
que parte de muchos agachones, cómplices de atropello.
Hay mucha injusticia y a veces da miedo hablar
y ser sincero; pero, hacer de la mentira una forma habitual
de mudez, es como hacer habitual la comunicación
entre cómplices. Quien mucho calla no es prudente.
El que calla otorga y hay que saber ser sincero
sin que tiemble la boca, o cedan en demasía
las rodillas y se salgan los pedos.

Los gobiernos no son estrictamente la verdad
del pueblo. Los mecanismos de control ya son artificiales;
los partidos programan sus lealtades, no son
libres, no son críticos, son los primeros que mienten.
Son las instituciones de la brutal inconstancia
de los tratos interpersonales; son los que tramitan
componendas y te venden el país a intereses
que no son los beneficios que demanda un votante,
el hombre común y corriente, el trabajador
que paga impuestos, el que se rompe la madre
edificando obra pública, buenas carreteras,
escuelas, hospitales, planta física
para puentes e industrias.

No hay a veces suficiente información para decir
con toda la boca, con toda constancia: «Yo opino».
En los periódicos pueden publicarse lo que quiera
el que paga, llenarse de tinta la mentira,
oficializarse el embuste, la infamia,
las tergiversaciones; en la tele, el gran dueño
de la empresa no se corta el cuello con la daga,
si alguien se tiene que joder que sea el pobre,
quien más sufre y no sabe expresarse
ni adornar la pantalla. Sí... El empresario manda.
Su noticia, aunque sea falsa, es la que deja
ingresos, sube puntaje / ratings en los mercados.

Al pobre hay que patearlo como siempre,
decirle que se vaya donde hieda su culo
máxime si es indio, negro, feo, proscrito,
tatuado, inculto... Y el pueblo, mayoría de conformes,
clasemedieros apenas, con ambición de avanzar
en arribos sociales, dependiente de sueldo,
temeroso de represalias o recrininaciones,
se avienta unas tareas de conformismo
casi patológicas.

Desde el puto lugar donde se encuentra,
se incapacita para vínculos sociales, afectivos,
solidarios, dignos de llamarse sólidos.
Le da verguenza gritar en una marcha
donde el motivo sea la explotación del indio,
o el maltrato a las putas, o violaciones de niñas
o de niños; verguenza siente de ir a regañar
al cura, o al diputado descarado y pillo.
Le faltarán remordimientos o más bien
cojones para muchas cosas,
pero, ante la disyuntiva de ir a defender a otro,
lo corroe la culpa, como si su conducta social
fuese realmente «inadecuadamente motivada».

Estos psicópatas de la inercia despolitizada
no tienen la capacidad de aprender de la experiencia.
viva, rostro del vecindario, espejo de la vida.
Creen que la pobreza es culpa del que es pobre
y que no hay escuela allí / el barrio o gueto /
porque el pobre no quiere
(aún cuando sepa que son politiquillos
quienes niegan recursos, esquilman
el erario, matan dirigentes, sofocan
a las marchas); pero el sincerote / sabio
de lsacrosantas mierdas, se posa
y se llena la boca por decir
«estoy en contra de todo comunista;
el que protesta ¡carajo! es revoltoso,
si lo matan es culpa suya, no del carabinero
si lo desaparecen por algo ha de ser.
El orden, aunque no sea perfecto, se respeta.

Pues bien: estos psicópatas tienen
su egocentrismo exagerado.
Si ya comieron ellos, ha comido todo el mundo.
Si lo han privilegiado, aunque no lo merezcan,
él no hizo trampas, es que Dios le envía suerte.
Es que él debe ser primero y primero yo antes que nadie.
Egocentrismo exagerado e incapacidad de amar al prójimo.
Véalo calladito siempre que media un beneficio.
«Nada es gratis; no debe serlo; pero peor ser pendejo».

Estos sinceros, con colmillo artero,
tienen teorías de lo irresponsable que son otros
y lo que tiene el destino caprichoso para ellos.
Hablan sobre los planes de vida que explican el fracaso
para quien no persiste ni lucha ni se afana,
pero ellos mismos no tiene plan ninguno
excepto la jactancia, cara dura al decir:
«Soy tan sincero.
La violencia es mala.
No construye. No genera nada bueno».
Pero su hijo está en la guerra y él va a la Iglesia
cada vez que le cuentan de soldados que matan
o paramilitares o asesinos oficialmente autorizados
para este contubernio de la muerte».

Estos sinceros, de conveniencia y pose,
están dispuestos a creerlo todo.
A callar con gritos a quien le ponga mollero.
Sueltan mierda por la boca a chorros.
Sus políticos pueden ser amorales, vendepatrias,
pero fueron electos y ya en el poder hay que perdonar
sus robos, coersiones, narcisismos, la retórica
con que ocultan, despilfarran, quitan,
desorganizan, matan
como impulsivas mentes criminales
vestidas de etiqueta, enjoyadas, bien pagadas,
pero socialmente hienas, putas hienas...

Cada año entre 200,000 y 400,000 niños
en adición a los que ya mueren por diversas razones,
morirán de hambre, sí, señor, de hambre en países nuestros
(donde los conformes, con discurso sincero-sicopático,
con temblor de quijadas hablan del Tercer Mundo
y la necesidad de globalizar neoliberalmente,
pertenecer, obedecer a los amos, defender libre empresa
y neo-explotación y neocolonialismo,
enterrar a las izquierdas, matar a Fidel Castro,
a Chávez, a Zelaya, al enemigo...
Billones de dólares se canalizan para ayudar
a los bancos. Enpero, al niño hambriento que se lo lleve
el diablo... al mara-salvatrucha que lo revienten a tiros,
al que proteste que lo fundan en los calabozos,
al disidente de izquierda que se vaya a Cuba
y se muera de hambre.

Los sinceros patriotas del discurso blando y sicopático,
héroes tienen, no son los locos ni come-candelas.
Son los prudentes que esperan el futuro, cruzaditos de brazos,
sin entregarse al cinismo religioso,
pero sin poner dedos en las llagas de nadie
especialmente si son los triunfalistas
los narcos, los nuevos dictadores..

Armados están de silencio y es mejor no oírlos
ni presionarlos porque te fusilan
con su sinceridad. Con ésto,

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