A prisoner of war is a man who tries to kill you and fails, and then asks you not to kill him: Winston Churchill (1874-1965)
El es un conservador de sus colmillos. La gente no le importa para nada, a menos que sea para que le salven la vida y lo que tiene. Que contribuyan a la agenda que lo anima. «Y que todo el mundo sufra lo que yo».
Políticamente, hay que desconfiar de este oportunista. Son demasiadas ínfulas... «A newcomer, carpetbagger». Hay quien duda que, al repartirse el poder en tierrad propias, en la verdadera sociedad, que no es la Armada ni Vietnam, sea él un adecuado candidato porque él parece marciano. O hecho de piedra. Además, no es «a natural-born citizen», eligible para la posición que anhela: la presidencia.
Si los conservadores tradicionales, no diga usted los ultraconservadores, no lo quieren, imagínese, a los otros. Los independientes y librepensadores lo quieren menos. Es que el jactancioso McCain es una basca. Tiene que aprender a reírse de si mismo: «I am older than dirt and have more scars than Frankenstein». Lo corrigen. No es por lo feo ni lo arrugado que él molesta. «Tu amargura, tu revanchismo, éso». No es racista; pero un día de público homenaje y honras federales y nacionales a Martin Luther King, Jr.. le parece un exceso.
A veces no sabe lo que dice. Es torpe. No son ocasionales sus comentarios enfermizos. Son constantes. Justifica la tortura. Si bien combatir en Afganistán se le figura una ostensible victoria, no hay que botar recursos en Somalía. De allá no se saca beneficio ninguno. Y es la mejor diplomacia en Beirut, «tener a los judíos de amigos». Que peléen ellos. «No exponegamos las vidas de los nuestros soldados por judíos: No more!». Y es mejor ir a Chile y felicitar a tiempo a Pinochet, por su labor realizada contra el comunismo que no esperar que lo fundan en la cárcel y vernos en la disyuntiva de defender su desprestigiada catadura y las ropas sucias que lavara en su casa.
El defensor de sus colmillos apoyó la financiación de los Contras en Nicaragua. Desde 1984, porque tiene tribuna cameral en un Comité de Asuntos Extranjeros, él piensa que dará cátedra sobre cualquier asunto. Que sabe lo que pasa en Oriente y en Asia, en Kosovo o con los Talibanes. Total, su doctorado honoris causa lo obtuvo en humanitarismo. Adoptó una niña huerfanita en Bangladesh. «Parece mucho más negra cuando posamos juntos. Es por mi melanoma en la piel». A sotta voce, se rumora que es el Candidato de Manchuria y que, mariconamente, se agasaja con Cindy, su segunda esposa, que le prepara un porrito de marihuana, como aquellos que se fumba en tiempos de Vietnam.
Es que él tenía un amigo vietnamita. Y se ganó su cariño por dotarlo de un puñado de la buena greefa. El soldado comunista, campesino, no permitía que lo abusaran. Sabía un poquito de inglés. «Eso fue lo bueno». Con casi seis años en aquel cautiverio, si hubiese sido bravo y malviviera, no estaría aquí para contarlo. ¿Pero que se puede esperar, si los mismos comandantes civiles que lo enviaron a misiones de batalla son como él dice una recua de «complete idiots who didn't have the least notion of what it took to win the war».
No fue en Hanoi que fragmentos del material de una explosión lo alcanzaron en las piernas y el pecho, marcándole cicatrices. El 29 de julio, antes de su captura, un jet en llamas y el fuego en Forrestal, vendría a ser investigado porque mató a 134 marinos y tomó 24 horas en extinguirse por el personal de la base. «Los yankees somos perfectos idiotas». El Teniente de la Comandancia, al contarlo, se sinceraba con sus captores. «Traté de ayudar a escapar a mi copiloto cuando ... BANG! bang! estalló el jet y se propagó el fuego... Tantos idiotas juntos son el verdadero infierno. Entre errores comprensibles y pendejadas, hay más bajas provocadas por nosotros mismos que por ustedes, el enemigo».
Mas, en definidas cuentas, McCain no admite la generosidad del adversario. Se acomoda con el más poderoso. Es más impaciente que directo. Se escapa hábilmente por resquicios retóricos. Le gusta que el tiempo se vaya poniendo de su parte, postergar, jugar a ser el listo... Es una gotica de agua que socava, por aburrida y repetitivamente persistente. Cuando Vietnam del Norte le ofreció liberarlo, adujo. «Mejor no». Jugaba con el tiempo. En la prontitud, se pierde, se arriesga mucho. «No me repatrien. Va y sucede que me mate una legión de perfectos idiotas, los civiles de mi propia base. Tengan piedad, ¿ah?».
Lo liberarían de todos modos porque no resiste el agua que se bebe entre los vietnamitas. La única agua potable. Cabrón es con estómago fino... «¿Sabe usted lo que es desintería? Eso tiene. Aquí en la selva, si se nos muere, dirá su propaganda que lo matamos con toda alevosía».
«Allá en la Base es donde realmente me matan, arriesgan mi vida hasta con mexicanos que no saben inglés y, si ustedes me dan trato preferencial como POW, me desacredito. No me pensionan con una tajada meritoria de dinero.. Juguemos a las cartas. Olviden eso... No. Me quedo. Total, cuando se acabe esta guerra, conmigo podrán hacer propaganda de misericordia y sacar beneficios».
«Es que ésto no es un secuestro, McCain. Usted vino a agredirnos... vino a un país tan pobre que usted y él se mueren de hambre. Usted se vomita en nuestras aguas. No necesitamos que hagarnos propaganda por combatir honorablemente, defendiendo la autodeterminación del país que ha sido colonia y que queremos libre. Ustedes son los invasores que lo neocolonializan».
No quisieron oírlo más. Ese día le arrebataron los naipes. Y se le puso en confinamiento solitario.
Al defensor de sus colmillos le gusta jactarse de 22 años en las Fuerzas Navales. Todo el que sabe qué es, en rigor, un militar en combate, en fragor de sangre y agresiones, baja la cabeza y no se jacta tan ruidosamente: «Mi padre fue chingón en el Navy, mi abuelo, por igual, en la Marina y yo le dí 22 años de mi servicio». Este es el mantra: Navy, Navy, Navy.... Ooooommmmmm!
Un día dijo que «el lugar durante el cual más tiempo de mi vida he tenido como residencia fue Hanoi». Se imagina a hombres como los que conoció allá, más honorables que él. Aún así, es la parte que no dice. Es mentiroso, matrero. Bastaría que se dejara llevar por el recuerdo para comenzar a sacarse la verdad que lo remuerde. Pero, ¿a quién decirla? El piensa mal de todo el mundo. Cree que vive rodeado de otras formas de enemigos. Los hipócritas. Los veteranos en Norteamérica se han atrevido a decir a Bush y a él que se olvidaron de los prisioneros de guerra, de las víctimas del Agente Naranja que los enfermó, contaminándolos. «No son daños del Vietcong. Son daños del Ejército Norteamericano y la Marina a sus soldados». A los grupos del evangelismo derechista, McCain no les simpatiza; pero ellos tampoco a él y, en lapsus de lengua floja y boquirrota, ya echó peste contra Pat Robertson y Jerry Falwell.
Los nativoamericanos se inclinan a los demócratas. Hablan el lenguaje socialista de Obama, el negro peligroso, posiblemente islámico, asesorado por el extremista Ayer. Teólogo de la Liberación y racista negro. Como su esposa, la millonaria, Cindy McCain es la única que lo comprende van a irse a un casino, de esos que la industria casinera nativoamericana destaca como los super-exclusivos. La fortuna de $100 millones de la pareja McCain les permite este relax del juego, evitándolo cuando se puede, para que no se vuelva compulsivo.
Está triste porque, aún anunciada su nominación presidencial, hay enemigos peores que sus captores en Hanoi. Gente poderosa que lo quere ningunear, aplicarle la bola negra del «natural-born», «as foreigner»... y le jode que se le digan, a estas alturas de su vida, panameño... porque hará 72 años, nació en un hospital de la Zona del Canal. Hará 72 años... El ha vivido como militar en bases de todo el mundo siempre leal a su Imperio.
Hubo algunos remilgos al Carpetbagger, aspirante al escaño en el Senado Federal por Arizona, como parte de una historia vieja en el Primer Distrito de la Senaduría. Ahora lo que cuenta y le importa es: «Que se trata de tu futuro presidente, América», a quien le están haciendo el feo. Alegan que él no tiene méritos suficientes, a no ser su heroísmo vietnamita. Como congresista es mediocre, un corrupto más y del montón vendido a las corporocracia, un nuevo reo de los cabilderos. Captores hipócritas y perfectos idiotas de la sociedad civil.
Y hasta la misma ex-esposa Carol, quien le dejara el campo libre, no lo endosa. No cree que él merezca el cargo. Sólo le deja el campo libre, que se vaya. Derroche el dinero en las campañas. El siempre tiene la mente en el carajo. Hambre de compensación y reconocimiento. Aunque son amigos cordiales, ejemplifica: «Cuando halló en su camino una mujer millonaria, me cambió como se cambia un cheque en el banco». Y Carol, la maestra, le dijo: «Pues, lárgate con ella. Házle el amor al dinero. Es para lo único que sirves». Por eso, ni hasta los hijos, festejaron su boda. En secreto, saben y lo comentan. «Siempre ha sido egoísta e inmaduro».
John Sidney McCain, exprisionero de guerra, no se exculpa. Prefiere infligirse un dolor sin tormento, dándose heroica escena como figura de donaire: «La guerra, la Naval, no tiene la culpa. La culpa es enteramente mía». Vuelve a la esencia del asunto. En ésto está su mente mientras coloca apuestas en una mesa del casino.
El 25 de octubre de 1967 fue capturado. Viviría en medio de las selvas de Hanoi . El no estaba rezando. Quería matar comunistas como a moscas. Y piloteaba un A-4E Skyhawk sobre Norvietnam en la misión vigésimo tercera de bombardeo, cuando un misil lo alcanzó. Cuando se tiró en el paracaídas, casi se ahoga en el lago Truc Bach y se fracturó los brazos. Meses antes casi pierde la vida en una explosión de un jet. «Nunca estuve más asustado. Ese día me cagué».
Los comunistas le sacaron a la orilla. Posiblemente, para sentirse heroico más allá de la duda razonable, él se inventaría que lo bayonetean. Que el dolor de sus brazos se lo provocaron los captores al darle culatazos con los rifles. Puede que sea tonto que imagine que merece un recibimiento diplomático. Nadie vuela un bombardero A-4 para regar flores desde el aire. Mas él imploró: «¡No se atrevan! ¡No me maten! Mi padre, mi abuelo y hasta en tiempos de Caín, mi sangre es vida para el Navy! OOOOMMMMMM!» Y, por súplicas, lo transportaron a la Prisión de Hoa... «Hanoi Hilton», suele bromear él con el bribón de Bush, Jr. casi un compadre.
En realidad, antes de curarlo de alguna lastimadura, el conservador de sus colmillos, soltó la sopa. Preparó un gran show para la prensa del mundo. Acudió a la evocación de su padre como el «Almirante de rango».
No es necesario que se le torture. «Hágaseme el favor, tráteseme con guantes de seda, que John Sidney es un POW que vale mucho... No me dejen cicatrices. Ya traje bastantes como para dar asco y caer gordo».
Durante seis semanas que estuvo hospitalizado en Hanoi, se le explicó que nadie está exento en Vietnam de recibir un miserable desayuno. Han bloqueado a Vietnam del Norte. Hay carencia de alimentos. Nadie cultiva los arrozales a menos que pretenda que una bomba americana lo haga trizas. «Usted está perdiendo peso, verá. No es culpa nuestra. En Vietnam todo el mundo está ya malnutrido, tenso, anémico y en miseria... No vaya a quejarse de cincuenta libras menos con su padre, o sus Generales del Pentágono, por causa de torturas indecibles, o de que su pelo encanece porque le chupamos sangre. Diga la verdad. La guerra es dura».
Para diciembre de1967, se le puso en una celda con otros dos militares cautivos, también yankees. «Estás reflaco, John». Y se le escuchó presumir de héroe, «hasta más héroe que el Almirante heroico de su padre». ¡Y cómo sería que se jactaba, desde que madrugaba a altas horas de la noche, que los comunistas asqueados, lo pusieron en confinamiento solitario por dos años. Y le dijeron a los otros yankees que él no quiere ni librarse él ni ellos de este cautiverio.
07-11-2008 / Leyendas históricas
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