Sunday, November 07, 2010

Las juderías / 47 / El extranjero egregio


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47. El extranjero egregio en el octavo día

A medida que crezco, por petición de mi madre, memorizo de un modo diferente, más racionalmente, los nombre, rostros, actitudes y evocaciones de las cosas. Evito ser tan subjetivo como antes al mentar lo que los objetos y situaciones, automática e inmediatamente. me evocaran. «No te digo que las corazonadas e intuiciones sean desechables e inútiles; pero, sustáncialas con datos objetivos. Deja la poesía en pausa. Utilizála después, si es que quieras que el mundo te crea, te acepte. No se puede ir por el mundo derramando el Agua de Maim, porque eso es como echar rosas a las patas de los puercos. Deja la poesía para la intimidad con aquellos que conoces muy bien... Carlos, yo supe que eres poeta. Hasta el tontuelo de Andrés nos envío una boina de poetas, como él dice. Mas él nos conoce en la intimidad y bendice las rosas. No el mundo, no todos. A esa gente, sin pálpitos, de voz literal, gente de raseros y letra muerta, háblales claro, sin alegorías, sin hermetismo... Recuérdales la vulgaridad de su materialismo. Sé misericordioso, pero, indícales la pata con la que cojean».

Es que ante la vista de lo real, lo visible, acuden a mí las metáforas intuitivas. De modo que hay individuos cuyo aspecto me sugiere un animal para identificarlo. Para mí, hay ojos tristes y melancólicos de perros y gente con manos que, por su rudeza en el trato, al combinarse con sus emociones y actitudes, las llamo tenazas, tentáculos. Garras... Así son las manos del esposo de la Tía Dzkoja. No me gusta su barbilla puntiaguda. Su fea quijada... yo veo algo en esa estructura que es más que lo que visualmente es. ¿Te fijas la prisa con que come? Como si fuese un animal el más depredatorio, en el momento de las más aguda de las hambres? ¿Te fijas que nunca parece tranquilo, como si la furia se lo comiera por dentro? Me da nervios cada vez que lo veo y no es que le tenga miedo, a pesar de sus manos enormes... es algo extraño. «He's really freak for me!»

Por eso su Tía parece tan asustada. Tensa en cada instante No lo puede parar cuando él taladra. Con cada tema que sale de su boca forma un agujero, el túnel para que todo entre, se comprima y se pierda. Esa barbilla de él es el tirabuzón. O el picahielo...

«El pobre es feíto; sólo eso».

No, no... no quiero contradecirla ahora. Me da buenos consejos.

«No quiero que forjes prejuicios, ni opiniones en base de la apariencia de la gente. De hecho, la gente feíta como él a veces necesita más amor que los que han nacido guapillos, como tú, tramposo. Tú no seas pícaro y presuntuoso», me orienta.

«Doña Felícita, tu minga, es objetivamente fea. Tiene muchas pecas negras en su piel oscura; pero yo la quiero mucho. La miro por dentro, con corazonadas».

«Te entiendo, Camarada. Sólo voy a este punto, ya que iniciaste la escuela y convivirás con muchísimos jóvenes, con tres o cuatro años de ventaja sobre tí, memoriza sus nombres verdaderos. Saluda a todos sin distingos, sin criterios estéticos. Sin burlas, que eres socarroncillo. Sin mencionar con ellos que te parecen con ojos de conejo, así dices de tus primas. No hables sobre narizones, no sea que te crezca la nariz como a Pinocho (y recuerda que los Sbarbí de la prole de Benavito, eran narigudos). No tires piedras sobre tejados de cristal, sólo porque te sientes guapillo. No le digas a tu prima Jezabel. Eso es muy duro, aunque lo tengas en secreto. Jezabel es una imagen sagrada. ¿No es acaso la prima más linda? Te gusta, lo sé. Conozco tu miradilla, pícaro. ¿Te aprendíste su nombre?»

«Sí. Noemí», confieso. ¿Cómo voy a olvidar a esa Jezabel, la Chistosa, mama-vergas, que me enseño su malicia a mis once años de entonces. Admito que cada día es más linda. Ya tiene 16 años, y una libretilla de amoríos que atiborrada con nombres, la clasifica como la compañera más manoseada de la escuela. La otra, de 17, salió embarazada. Cuando salga de la barrigota, dice que volverá a dar fin a su educación. No lo creo, me late. Tiene planes de boda con otro adolescente de 18, pero uno que, por lo menos, trabaja la mecánica automotriz.

«Nos invitaron a la boda de Rita», me dijo Mamá.

«Sí, la otra chistosa, ojos de conejo». Reimos.

«¿Te fijas como eres? Serán cosas de la adolescencia, pavo».

Como ya es hora de que llame a la gente por sus nombres y apellidos (no con las metáforas de antes), aprendí a llamar «al abogado del Bastón, como le gusta a él que le diga, don Arturo, o el Licenciado Jiménez. Le escribí una carta de agradecimiento. Adquirió para mi preparación un curso de repaso temático sobre lo que debe saber un joven preuniversitario. Es cierto que apenas he cumplido la edad de 13; pero, tengo la opción, si apruebo los exámenes, de ser eximido de los primeros niveles formativos. Entré a la educación secundaria, a cursos más intensivos que los esperados, o programados, por mis anos, cursos aprobados para adolescentes de mayor edad que la mía.

Provisionalmente, me admitieron al colegio donde va Jacinta y Noemí. Y soy el alumno más joven. Ahora no soy friki, por causa de retrasos, o falta de un diploma de primaria; sino por lo acelaradamente que avancé mi educación y algos grados en exámenes de ubicación. Se me hizo justicia. El profesorado coincide al decir que soy el mejor estudiante, con prospecto universitario, el mejor en matemáticas y cultura general... Digo que es gracias a Mamá, a las Teresitas, a la escuela laica. Además que estudié los cursos que el Don Arturo Jiménez trajo. Casi tres mil páginas en cinco volúmenes y un volumen consiste sólo en las preguntas y referencias para exámenes de ingreso universitario.

El desafío que me propuso el Licenciado Jiménez y la directiva del Colegio a que asisto es que solicite un examen de ingreso a la universidad directamente, que aproveche mi IQ superior, que haga noticia en Sevilla para que el Ministerio de Educación despierte y los gestores de mediocridad de los niveles que prevalecen en centros docentes públicos, dependientes de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, se avergüencen. «La escuela laica, a la mañé, los métodos de Francesc Ferrer i Guardia, tal como lo experimentó mi mamá conmigo, cuando los viejos anarquistas europeos ya no existen, funcionaron conmigo», ld dije al Licenciado y al director del colegio. Escuchar mi convicción le dio casi infarto a los directores del colegio, mas al Licenciado Jiménez, quien me acompañaba en esta cita, ante directivos y funcionarios de la Consejería de Educación, lo llenó de orgullo. Por eso, al fin de semana siguiente, a mi Mamá y a mí a la zona metrolitana de Sevilla, de Alcalá de Guadaira a Mairena de Aljarafe y nos advirtió que tendremos que conocer el barrio de Santa Cruz, propiamente, no yendo con esos patanes de sus vecinos (se refiere a mis primos, a cual más borrachín y escandaloso). «Que valga la pena que se diga que un cubano vino a Andalucía».

El viaja por toda España, experto en turismo y museos, conoce cada arquitectura, cada aljama y antigua morería. «Es todo un reto. Les llevaré de vacaciones a Barcelona, a conocer las juderías, las Ramblas, Plaça de Rei... Si en la fecha fijada, apruebas el examen del curso, si los a la edad de13 te preparas para ingresar en la universidad andaluza que quieras, me haré tu abuelito postizo, te pago la carrera y te hago pasear por toda España, no te digo, toda Europa, porque Andalucía misma es inagotable. Yo tengo el dinero, pon tú los sesos».

Sólo dije que serían cosas para discutir con mi Dulce Camarada. Me dio miedo su desafío. Miedo de no vencer en el reto, miedo ante la incertidumbre de las corazanadas. Mas otra vez sentía que él era también el Segundo Visitante para mí, porque recién había acabado la Fiesta de los Tabernáculos y no creí que a mi
sucót, frágil morada de judío en la Tierra vino peregrino egregio. ¡Es él, oh Dios fiel!

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Dedicatoria / 44. De los jardines destrozados

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