Monday, November 15, 2010

De los que piden consejos / Los consejos silenciosos /



a mi hija Gabi, para cuando crezcas

Dar consejos a quien no quiere recibirlos
es una pérdida de tiempo.
Mucha gente hay que no quiere «asumirse»
ni aprender en su pellejo ni del pellejo del prójimo.
Hay gente que lo que quiere es lástima
(que es una forma sutil de los chantajes,
que es una maña activa del parasitismo).

Por eso el consejo sólo lo merecen
los que son pequeñuelos e indefensos
y siguen inocentes todavía y los acecha
el peligro; el único consejo que yo ofrezco
es:
«Descubre tu propia ética y que sea productiva
porque hay muchas éticas y sobrevivir
es sólo el comienzo».
Etica se tiene unicamente
cuando se puede socorrer a quien lo merece,
el que oyendo, aprende,
el que viendo, se proteje,
el que al tocar, se arma de cautela,
el que forja memoria de lo bueno,
el que valiente no se vuelve temerario,
el que creyendo, cuestiona,
el que siendo sabio, más aprende,
el que siendo humilde, ama como los dioses
y hace maravillas, tripas de corazón,
con la penuria en casa y no pierde la calma
y funda la esperanza.


1982 / De «Las zonas del carácter»

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Los consejos silenciosos

Hija mía, a veces pienso que los consejos
no existen. Existen sólo causas y consecuencias.
Si algo en medio de ese proceso dialéctico
pudieras tú convertirlo en consejo, que sea...
percibe bien lo que escuchas,
observa bien lo que has visto,
observa para que memorices,
percibe tú, con todos los sentidos,
para que no te cuenten.

Los consejos no se anuncian como la propaganda
(sólo inciden como corazonada a quien
los necesita; sólo se rememoran una vez observados
y queridos). En el proceso que te dije
recuerda el silencio del consejo,
sólo por un instante aparece, o irrumpe;
sólo en el atestiguante
deja huella.

Piensa, si quieres, que te he dado consejos,
mudos consejos cada vez que te miro con amor,
yo no me atrevo poner
mi amor en palabras, si no lo has palpado tú
con hechos. Es una decencia básica:
a uno lo aconseja la sonrisa que ha visto
cuando tú me sonríes,
yo lo recuerdo
y te pago igual, con mi sonrisa,
para que me recuerdes
que nos debemos un amor recíproco.

Te aconsejo con la forma en que te miro,
con la responsabilidad que te debo
y ojalá seas co-partícipe, porque la gratitud
es un consejo de respeto.

Cada vez que me abrazas,
me aconsejas; no lo dices, pero yo oigo
como si adivinara que un día mis brazos tendrán
que acariciarte y tal vez sea el momento
en que estés más sola y triste.

Y te voy a abrazar y si me cuentas
qué sufrimiento tienes, recordaré cuánta confianza
conmigo recuerdas que hemos compartido.
Puedes que me obsequies explicaciones
y profundices en torno a lo aprendido de las causas
(tal vez yo pueda consolar las consecuencias).

Puede que no sea conclusivo o seguro lo que yo recuerde,
soy malo para los consejos, soy bueno para los olvidos,
mas juntos rememoraremos, porque los consejos
son virtuales, puede que no existan
sin la ayuda del uno para el otro.

Consejos son sólo destellos de una gratitud
que tenemos oculta, provisionalizada;
un amor lleno de compuertas y de olvidos.


1992 / De «Las zonas del carácter»

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De los hombres fuertes

En política, bajo una definición de ética práctica,
yo bendigo especialmente a los fuertes
(mientras son humildes, pese a las mediocridades
que todos, débiles o fuertes, adquirimos
a lo largo del camino).
Por eso, en algún momento de mi hacer / y otro
tanto de mi pensar, a veces digo:
¡Oh, Tío Josef, o mil veces cagado
por la historia oficial, Camarada Josef Stalin,
te bendigo, y digo así... benditos Mao, Ho Chi Minh,
Fidel, Ché, presente Camarada Chávez
y aquellos benditos anarquistas tremebundos
que son un poco la mixtura de Nietzsche y Bakunin,
de Francesc Ferrer y Anselmo Lorenzo...
¡ah, putas! de Muñoz Marín, hijo del Bizco
y bendito Betances, Padre de la Patria
y Albizu, el confrmador entre mártires...

Bendigo especialmente a los fuertes
(hasta stirnianamente en la Unicidad del Yo Absoluto)
siempre y cuando no sean ladrones ni parásitos
y piensen el mundo como una gran familia,
universalmente extendida,
a la que darían la vida entera, sangre y tiempo,
sin medir todo lo que en nombre de los prestigios
de cordura, se les negará ni todo los peligros
que comenzarán a acecharlos una vez
que los culebrones venenosos
se apañen en su contra...

2.

Lo que pasa es que yo, como hombre débil,
tengo sólo una porción de los que a ellos les sobra.
Mi porción es lo más gentil de lo que tengo
y, si algo a esta porción la daña, es el orgullo.
Yo no sé pedir, no me gusta ir a suplicar,
yo sufro por necesidad y callo,
sólo porque a mí lo que me encanta es dar.
Yo siempre seré pobre,.
materialmente dicho.

Para mí, dar lo que tengo
no es hacerme pobre ni preservar
la necesidad en mi espacio; pero sí jode...
No me atrevo a exigir, «tengan vergüenza,
hagan algo por mí; vean mi ser escaseado,
yo, quien dí a cada instante, tan voluntaria
y espontáneamente, soy yo el quien
debiera extender la mano».

Precisamente, por ésto,
me come esta anemia del orgullo,
uncinariasis del desolamiento,
asma por ir, aislado y vulnerable, en ruta
por el anónimo gemido de la propia penuria
(¿quién me ayudará cuando HaShem me pruebe,
o el olvido me haya quitado la invocación
de su Nombre, su Fe, la Gracia?)
y me consuelo al bendicir a los distribuidores
porque ellos no se justifican a sí mismos
ni son tan timoratos
cuando quitan al gordo para dar al flaco.
Es una cuestión del deber. Etica, compañeros.
Usted no deje morir al necesitado.
No importa que, al final, resultase
un vil malagradecido,
hay que integrarlo a la misercordia,
hay que pedir que haga su parte
(a cada cual de acuerdo a su necesidad
y cada cual conforme a sus habilidades)
y, si no cumple con ésto, así como se le dio,
es necesario quitarle, castigarlo.

3.

Esta es la fuerza que de los fuertes bendigo.
Sólo que tengo el corazón de una azucena.
Que no hay en mi esencia sed de escarmiento.
Que no tengo puños fuertes ni nudillos de acero
para ir por la revancha, que no tengo espaldas duras
para volver a cargar lo que dí y disputar con dientes:
«No lo mereces y has de devolverlo».
No. Yo no puedo echarme al río
y sacar al moribundo, sin ahogarme con él.
No. Yo no puedo extenuarme sin convertirme
en rémora, una carga, cuando hay emergencias
más importantes que yo, o la disputa mía.
No. Yo comprendo que los fuertes son vanguardia
y los bendigo, por necesarios, y me echo
a un lado cuando aproxima la hora
de mis flacas fuerzas.
No. Puede que no sea decencia, sí orgullo malfundado
que diga: Me retiro, pero no me den nada
si ya no puedo dar... pero los bendigo en la guerra,
aunque la guerra, en las horas nefastas...
horas que no me gustan, la odio;
no, yo no pienso que el mundo
nació para la guerra, terco veo que siempre viene
y mi corazón se vuelve macilento y veo el dolor
en cada fenómeno de la naturaleza
y entiendo, entiendo, cómo se debe entender
natura lacrimae, cada lágrima y bendigo
a los fuertes encima de los gusanos.


1987 / De «El libro de la guerra» /
Carlos López Dzur

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Vamos con Joan hasta el final

A Joan Chandos Báez

Con la niña del fuerte vibrato y los Diamantes
en su garganta divina, niña que rechaza el moho
asediante, corrosivo en las esquinas,
y que avanza ingratamente como la noche
que conduce a la cuesta del Old Dixie
de un Sur infame, o lastimoso,
con la niña que cantara gratis en los cafés
que circundan de Boston a Cambridge,
¿por qué no decir adiós a Angelina,
por qué no cantar amor si amor es
(«Love)... Is Just a Four-Letter Word»,
por qué no 'Sweet Sir Galahad'
y 'We Shall Overcome'.
por qué no dar voz a Bob Dylan
y subir en medio de hippies al templete
de Woodstock y hacer un Festival
de No-Violencia y Derechos Humanos
de ecologismo, en ocho lenguajes de igualdades
y fraternizaciones, con pop y gospel,
con rock y folksongs de todas clases?

¡Bien que recuerdo estas memorias
y al reverendo Báez, predicando en Brooklyn,
si... bien que me cuadra el poblano
que finalmente se dio a las matemáticas,
la Física, la ciencia e inventó el microscopio
de rayos X, como para que se viera
el alma, más allá del esqueleto,
y él te heredó la voz, Joan!

Para temblar como cúaquero,
me miro en los bacilos que vacilan en canto
de son bajo la lupa y la mirilla de su microscopio.
Y a Big Joan, la escocesa, la recuerdo,
y a las hermanas, Paulina y Mimi.
Y el viaje a California, pero no pierdo
el rastro, porque tu voz me persigue.
Tu voz que está en las causas de Suiza,
Italia, Irlanda, Escocia, Oriente Medio, Vietnam,
América Latina. Tu voz que parece cortada
de Violeta Parra y Atahualpa Yupanqui,
tu voz que mienta a Victor Jara
al que crecen sus manos, una vez amputadas,
tu voz que investiga los vibratos
de la Negra del Sur, Marcedes Sosa
Tu voz que parece un ukulele
donde puedes con cuatro cuerdas
reinventar un 'blue' y acercarte al mundo
del folclor de Pete Seeger.

Con $25 per show, vete a casa, pero no dejes
de cantar porque contigo vamos hasta el final
y cruzamos el Río Jordán, si es necesario,
y nos paramos a los pies de Madonna.
Canta, para mí, 'El Preso Numero Nueve',
con tu español vibrante, pachucote,
y «Gracias a la Vida» para que tu voz
no nos falte.

2.

En el espacio de los que oyen te ubico.
Atenta a la palabra que en 1956 dio Martin Luther:
que la violencia es un vicio maldito, empozoñante
que captura el corazón del hombre
y te hicíste su amigo: Joan camina en marcha
con el negro Martin Luther y en Palo Alto H. S.
no cree en simulacros de la Propaganda del Gobierno
(que hay una Guerra Atómica a las puertas,
que hay que obedecer ensayos de sobrevivencia)
La «comunista infiltrada» es como le dicen.
Su ostracismo vecinal comienza
a la edad de 16, porque es terca, incrédula,
desobediente... «We Shall Overcome»
es lo que canta Báez y, en 1963, va a la Marcha
de Washington por los derechos civiles
y Empleos y Libertad es su lema
«We Shall Overcome» se oye en la Plaza Sproul.
Lo corean los alumnos de Berkeley.
Lo llevan a sus 'rallies' los puntales del Movimiento
Free Speech Mov y un Domingo en Birmingham
se llora por cuatro niñas muertas, asesinadas
por bombas demónicas del odio, lanzadas
por supremacistas, alimañas de los Ku Klux klanes.

Vamos a Selma, Joan, vamos
a Montgomery, Alabama, cantemos
el 'Domingo de Birmingham', vamos al pueblo
de Saint Jude, y cantemos 'We Shal Overcome',
cantemos por la juventud afroamericana
en Grenada, cantemos por los huelguistas
de César Chávez, están luchando salarios
y salud con la UFW, cantemos por ya no más reclutamientos
para la Guerra de Vietnam, dejemos de pagar
impuestos, si son para la guerra,
vayamos con Fariña y Sandperl,
cantemos «We Shall Overcome», pero
anticipemos el más de un mes tuyo en cautiverio
sólo por pararte en libertad,
en resistencia, frente al centro de inscripcion
a las fuerzas armadas
sin otras armas que canciones, música que se escuche
de una esquina de Oakland, California,
hasta Berkeley y Los Angeles

Vamos a decirles a la Hijas de la Revolución Americana,
a las damas del racismo y la violencia intencionada,
que en la Quinta Avenida newyorkina,
Joan Baez está y la marcha del Comité
«Paz en Vietnam», superó los 30,000 manifestantes.
Ahora sí sabemos que la nación escucha
y su presencia dice lo que anhela, opóngase
o no la élite exquisita de las Hijas de la Revolución
y la Mentira Americana...

3.

¿Quién pensaría que para empacar las angustias
de cada nación y pueblo por más lejanos esten...
basta una voz conmovida por internacionalismo?
Basta una mujer como tú que festeje
a James Joyce, Federico García Lorca y Walt Whitman
y aprenda a decir lo suyo, con sus propios textos,
«A Song For David», tu marido que está preso
por evasor del Servicio Militar Obligatorio.
¿Quién que se compadezca, sin necesidad
de ir enseñando el culo en erotismo,
con la cara preciosa por genética.
y no por ser estrella, vaya y cante a Bangladesh
en Concierto en el Madison y que no sea una pose
para más promociones porque hay quienes cantan
y son miedosos y mercenarios
y ni tienen consciencia del por qué han cantado.
No saben gozarse de la luz de los soles
No irían once días a cantar en Navidad
a villas bombardeadas por los yankees
en Haiphong y Hanoi...

Uno sabe quién es conspirador de la esperanza,
quien abre el camino donde la farándula pululó
temerosa y logrera, y tú eres una, Joan.
Desde la edad de 16.
Desde un mes en la cárcel y por $25 dólares
por cantar toda la noche, pero clavando
el mensaje en las consciencias.
Por eso en pista rastreante de tu voz,
te sigo y digo,
vamos contigo
hasta el final....


1980 / Del libro «Memorias de la contracultura» /
Vamos con Joan hasta el final

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Como si fueras la última de las Cárites


A Nastassja Aglaia Nakszynsk,
quien a la edad de 21 fue el «sex symbol» más admirado
del '80 con el nombre de Natasha Kinski

Cuando la vida es como nociva teatranza cotidiana
y cada acción movimiento equivocado,
callejón de cita a ciegas con lo oscuro,
apetito por sacudir
alguna desesperanza que nos cala,
vienes, Nastassja, y no quiero imaginar
despedidas cercanas, ni adioses
para el esplendor codificado por tu nombre
y que es para ti, destino,
tú, gloriosa, esplenderosa,
bella magnificencia de tu aglaia.

Como una de las tres Gracias eres,
la que danza / Kharis / con cada remezón
de la Belleza, y si cala la desesperanza,
vienes, Nastassja, vienes como Kalé
para el efecto / hefeistado / de quien amarte
quiere y no tiene elocuencia
ni bienvenida entre las Cárites.

¡Amada, Nastassja
Aglaia
Nakszynsk
Kinski ante lo cual, te recibo,
con un quédate cómo eres.

Yo me encargo, ingenio hacer que sea
menos agria la penuria, el accidente de pesares
que te hizo vivir en las comunas de Munich,
como yo en los submundos
de los feos y los tristes, expectantes de la joya
de lo bello en la forja infernal del herrero.
Yo distanciaré al punto más lejano
la memoria que trajo el abandono
de Klaus, tu padre,
tú, con diez años, indefensa, niña hermosa.

Yo entro en la pantalla con mi ramo de flores
y raíces y crezco contigo y rompo ese cartel
que te vende, desnuda, y con una enorme serpiente,
el pitón del simulacro...

¿Qué haré con la pequeña Esther / Tess /
pues, como ella, te tomo, qué haré
con esta linda berlinesa de la Nueva Ola
que viene muda, como una idiota
para dar a los demonios
su ternura de hija:
genuinamente sensual,
enroscada evanescencia de lo erótico
mas el espíritu lleno de luces?...

Para que se construya el castillo que esperas,
vienes y abajo, como por voz de Donovan,
soy yo quien dice: «Alguien te espera».

Yo, que creo en tu nombre de Aglaia,
en tu nombre de pequeña Tess, Esther,
yo, como un Polanski, esperando
tu dulce belleza de 16,
tu voz que habla ruso, francés,
inglés e italiano, y en cada geografía
marca su luz, su gracia,
el esplendor como si fuera
la postrera Kalé...


1982 / Del libro «Las zonas del carácter» /
Ver

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A Golda Meir

Férrea voluntad, boca sin tapujos,
abuela de pelo gris de todos los judíos,
cuando el sionismo se implicara
con tu nombre,
entonces, yo era sionista,
«te quería.
Me inspirabas».
Sionismo era espíritu. Hoy no.
Ahora es territorialidad y ambiciones, Abuela Golda.

¡Si supieras que han hecho de tus causas,
a qué niveles han decrecido y desfigurado
tu grandeza, no lo creerías...
si supieras cómo se retuerce en la tumba
David Ben Gurión, cómo hiela
tu calor humano
en Kiev donde nacíste, cómo ni residuos quedan
del viejo Partido del Trabajo que tenía
su sionismo como el tuyo.

Nada quedó en Tel Aviv, la vieja Palestina,
de lo que fue la visión del hibisco
y de una labor cooperativa de cultivos
entre Israel y Africa! ¡Nada queda,
después del Ministerio tuyo en las áreas
de Trabajo, Relaciones Extranjeras,
Planeamiento Urbano y el secretariado de Mapai!

¡Ya el sionismo es otra cosa:
fusil, desvío, colonialismo, asentamientos,
ultraje, polarizaciones, unidimensionales pactos
e Israel no es el Estado que soñaste
y ayudante a proclamar!
Después de la Guerra del Yom Kippur
(que te hizo retirar de la política),
sólo queda odio, heridas que desde octubre del '73
no han cicatrizado, aniversarios de recelo
y una que otra luz de tu grandeza.

¿Qué dirá tu padre carpintero, siempre temeroso
a verse en medio de un pogrom inminente,
tu padre Moshe Mabovitch que huyó de Ucrania
por trabajar en el New York monstruoso,
tan racista como el Kiev ucraniano?
... y mira ese dolor de la ausencia, Abuela,
todos tus hermanos muriendo en la niñez
(tal vez por el hambre, el frío, la soledad de Pinsk).
¿Qué dirá en Milwaukee, tu padre,
ahora en los empleos mejor remunerados
de los ferrocarriles cuando se mude a la familia
y sepa que 5 de sus hijos murieron en ausencia
y sólo queda Sheyna, Tzipke y tú,
qué dirá, desde su ventorrillo, Blume tu madre
y cómo desde una escuelilla de la Calle 4
has de ir fraguando el empeño de acción cooperativa,
amor social entre judíos, liderazgo activo
para pagar no sólo libros tuyos,
los de tus compañeros en el primer decenio
del siglo?, ¿cómo dirás a ellos,
que tras muchos viajes, empleos, separaciones,
temes si habrá valido la pena?... y luego, Denver, Colorado,
y la pregunta es igual con Sheyna: vamos a debatir
la cuestión del sionismo, el derecho de las mujeres
al sufragio, la necesidad de forjar cooperativas
y aprender de los kibbutz en MerhaviaIn, Palestina,
y una ética del trabajo y la tolerancia étnica
y humana que valga para todos:
porque Sión es espíritu
y el socialismo es dedicación
y complemento bueno del sionismo.

Vamos (tu esposo va contigo) al Valle del Jezreel
y aprendamos a criar pollos, a recoger almendras,
a plantar árboles y atender cocinas colectivas,
vamos, con los pequeños críos Menachem
y Sarah al kibbutz Merhavia, seamos
judíos con duras manos que aman espíritu
porque amor hay antes que tierra
o plan de particiones
y trabajo antes que cualquier república...

Férrea voluntad, boca sin tapujos,
abuela de pelo gris de todos los judíos,
cuando el sionismo se implicara
con su nombre,
entonces, yo era sionista, «te quería.
Me inspirabas»,
porque no eras paramilitar de metralleta
dentro del Movimiento y pedíste cautela
en junio de 1946
porque el británico mismo arrestaba tus líderes
y a la gente del Yishuv. Al éxodo masivo de árabes
antes de la Guerra de Independencia de 1948.
lo ubicaste desde el sionismo compasivo:
«Esto es horrible y se asemeja a lo que hemos sufrido
como judíos con las ocupaciones Nazis de Europa»
y te fuiste, Abuela Meir, disfrazada de mujer árabe
hasta Amman y te reuníste en secreto con el rey Abdullah
de Transjordania, urgiéndole: «Seamos ambos agentes
de la paz. El Estado que deseamos tiene espacio
para todos. Disuade a los árabes para que no nos ataquen.
Yo haré lo mismo en la nueva Tierra de Israel
porque hemos esperado 2,000 años para este momento».

Pero la guerra llegó. Egipto, Siria, Líbano,
Transjordania e Irak, todos juntos en 1948 contra
tu Israel y fuiste a la URSS donde en sinagogas de Moscú
se bendijo tu nombre, eras la primera embajadora
de Israel, la primera que respeta el trabajo,
que bendice el socialismo, que canta a la paz
pese a que no se puede, no se quiere,
no se honra... ¡Oh Meir hebraica, iluminada,
alcaldesa de Tel Aviv, constructora de naciones,
mucho te falta por ver, la burla que acaba
con tus grandes visiones,
aguijones querrán herir tu pie
y tirar una granada Mills en tus atrios.
Eso te espera.
Cuídate de Yaakob Dueg
y los enfermos mentales del nuevo sionismo
y de los partidos y liderazgos de Rafi y Ahdut HaAvoda,
cuídate de las coaliciones con los que urden
con la guerra de Seis Días
herirte el calcañar y los que como Nixon,
Ceausescu y Willy Brandt, a tus espaldas
se burlan junto al Partido de Gahal...
Esto de muchas balas es tu negocio triste.
Cuídate, Abuela, de Moshé Dayan
y Henry Kissinger. Del canciller austríaco
Bruno Kreisky en los campos de transición
de Schönau, en la Baja Austría.
De la Operación Ira de Dios.
De la Masacre de Munich
durante las Olimpíadas Veraniegas.
«Five years are sufficient...
It is beyond my strength
to continue carrying this burden», dijiste.

Cuídate de la Mossad y no los utilices
porque es la verdadera picadura
en este Septiembre Negro.
Deja que Yitzhak Rabin herede tu caída.
No te manches tus manos en las Alturas de Golán.
Israel te debe lo más heroico que el sionismo tuvo.
Ahora únicamente queda la sombra, el crimen,
la voluntad que ofende a sangre y fuego
al vecino y a Dios. Quedan fascistas que no invocan
otra cosa que violencia, seres que no se acuerdan
de los penurias de tu padre y tu madre
en Kiev, en Pinsk, en Nueva York,
en Milwaukee, en Denver
y cómo piscaban almendros en los kibbutz
y la gente era amorosa, conforme
con lo suyo, sudor y trabajo
y un Sión dentro del alma, basado en no despojar
a los vecinos, basado en el Shalom sentido.


De «El libro de anaquistas» /
A Golda Meir

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