Indice / Las Juderías
40. No habrá Ceiba Mocha que se salve
Con más crueldad que cautela, se lo dijo a Andrés, a mediados de mayo. Abram tenía sus ojos espiones en cada renglón de aquella Cuba, nueva en ciernes, que comenzaría con Castro. Tuvo infiltrada a la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), organizada ese mes, en 1961, primera organización masiva para representar y protejer los intereses de los pequeños y medianos agricultores cubanos. «Andrés es quien tiene que ponerse listo, sino quiere perder la única parcela que le queda por fortuna». Mas la Administración de Eisenhower que el Dr. Abram defiende lo primero que dispuso como executive order fue un embargo y el peonaje de Ceiba Mocha se queja con Andrés y, aunque en vez de llamarlo por Don Andrés, el propietario, le dicen: «Díle a Bartolo que se nos queda sin vender casi todo lo que producimos, y que no tenemos ni para purina para las gallinas. Ya no se consigue, ya ni siquiera nos traes alimento ni abono fertilizante para los pollos y la tierrica de la huerta que surte el almacén de La Bodega en La Habana».
«Pues es que ya ni Bartolo decide cuando acaba el embargo», decía Andrés a peones que aún cultivaban la tierra, mas lo culpaban a él. Habían sabido que su hermanastro, el «de Baltimore», a la muerte de su padre, echó como a perros al peonaje de tierras que fueron de Benavito. Y a la gente, que las trabajaba como suyas, Abram no les dio ni para que buscaran sus nuevas casas fuera de la hacienda.
Cuando ganó en los EE.UU., John F. Kennedy, al que líderes sindicales en Cuba vieron como «esperanza de un presidente bueno», él siguió el embargo al comercio. «Nos jodió más que Eisenhower», llegaron a decirlo a Andrés, y ésto fue cuando también autorizó la Invasión de las Playas de Girón. En la reducida hacienda de Bartolo (Andrés) cundió pánico, por los días cuando las avionetas de cubanos exilados una mañana de abril bombardearon aeropuertos. Y el grito fue que Cuba se morirá de hambre, que van a cerrar puertos de mar y aeropuertos, cercar a toda la isla como en la historia de lNumancia de Camoës... Los países de la Organización de Estados Americanos, uno tras otro cede al Aguila del Norte, oservando la isla como un Prometeo encadenado, con buitres comiéndole las entrañas. NInguna nación es heroica como para socorrer al Prometeo del Caribe, ayudándolo a liberarse de sus grilletes de aislamiento y cadenas de hambre. Lo más cómodo es creer al miedo y alentar la propaganda. La neutralidad es una ficción, solía decir Benavito en vida.
El año de 1962 comenzó con el despojo. La OEA suspendió a Cuba del importante foro. El único lugar legítimo donde podía gritar por auxilio y acusar a los regímenes de represión capitalista que la asfixian en medio de su proceso político dejó de existir para Cuba. Aunque con las prolongadas ausencias del Dr. Abram (que comenzaron durante la invasión de los exilados y la muerte de Malká, su esposa), Sara se atrevió a sintonizar los canales televisivos, además de comprar abiertamente la prensa de Juventud Rebelde (en 1961, el régimen revolucionario del Movimiento 26 de Julio) purgó su propia dirigencia en la derecha, incluyendo a grupos del Directorio Estudiantil Revolucionario y comunistas acartonados del Partido Socialista, PSP), él apareció. Posiblemente, fue en octubre. Dijo que les cachó (en desobediencia, supongo). Se armó de un bate de béisbol. Después de ver la escena de Sara, Andrés y el niño ante «su» televisor, Abram corrió al clausurado Consultorio de Benavito en la planta baja. Adquiirió el bate guardado y se personó otra vez ante ellos y dio repetidos golpes a la pantalla. Parecía un loco furioso cuando lo destrozó.
«Se acabó el relajo», dijo. Señaló a Andrés: «Te lo advertí. Te dije: Vamos a negociar. Dáme las tierras; yo les tengo un comprador a cada acre de Ceiba Mocha. Tengo la Lista Maestra de clientes y a quien saque el dinero del país para que no salgas de Cuba como un muerto de hambre... Ahora es tarde. El Gobierno ha expropiado 11,000 fincaa. Te llegará el aviso de que tus 80 hectáreas ya no son tuyas. Este gobierno no tiene con qué pagar. ¡Todo lo perdíste, Mr. Klotz, el más pendejo de los pendejos!»
La escena fue tan dramática y violenta como Carlos jamás había visto. Lo que le asustó no fue cómo su padre destrozó el mueble, su pantalla mágica, el ruidoso impacto de los golpes y las llamas ni el temor de que el aparato estallara como una bomba. Fue la posición amenazadora de Abram, con el garrote en las manos, como si quisiera echarse sobre Andrés y molerlo a batasos. El Tío Andrés mantuvo su sangre fría. Estaba sentado serenamente sobre el sofá. Carlos abrazado a su madre, no queriendo abrir los ojos. Desde una ancha butaca, Sara, aferrando al niño, transmitiendo su calor para que sepa que ella vive y está alerta. Y que, primero, tendría que matarla a ella antes que hacerle daño.
Ese octobre de 1963, se había aprobado la segunda Ley de Reforma Agraria contra propietarios agrícolas con más de 67.1 hectáreas. De hecho, un joven del Instituto de la Reforma Agraria, cuyo nombre fue Carlos Rafael Rodríguez, se comunicó con Andrés mucho antes de esta visita de Abram. Y lo invitó, con sus dos acompañantes, a que conociera a Sara de Riga y al pequeño Camarada, su tocayo, para que se discutiera la suerte de Ceiba Mocha, asunto que les trajo. «Estamos en medio de una fiestecica de cumpleaños, señor Rodríguez. El Camarada Karl cumple ocho años. En realidad, esa tierra la cedí de palabra al niño. Sea usted quien explique lo que sucederá con ella, lo que tendremos que hacer».
Con toda la gentileza del mundo, los funcionarios pasaron a la casa. Y conversaron juntos y le dijeron «felicidades por 8 años».
«Mañana planeamos la visita a mi Abuelita», les dijo. «Pero yo comprendo que, cuando el país necesita justicia y dar del pan a quien lo necesita, ya lo propio no es sóio de uno. Si no es mía la finca, mío es que vaya y me despida de mi Abuelita».
Los funcionarios del Instituto de Reforma Agraria estaban tan impresionados, con un niño capaz de hablar alemán, español y hebreo, empapado de Martí y de la historia reciente de Cuba y la madre linda, revolucionaria, forjada en la tradición del anarquismo español de Anselmo Lorenzo, Teresa Mañé y «La Revista Blanca», que por más de una hora tertuliaron con la familia. El Camarada Rodríguez dijo a Sara: «Usted sería una gran compañera en nuestras luchas. Ha formado un hijo, no sé... ejemplar, inteligente. Necesitamos a los que hablen inglés, alemán, idiomas extranjeros, más que nunca... Sabrá mejor que yo lo que se ha dicho: Que los judíos son, desde la Edad Media, los diplomáticos más hábiles y los más sabios teóricos del mundo»... y metió a Karl Marx, Gramsci y otros en el asunto.
En fin, el Dr. Abram no sabía de esta velada. Ni que con estos mismos hombres y otros custodios, viajaron a Ceiba Mocha a dar su útimo tributo a Malká. Llevaron flores a su tumba, donde se disuelve el 'basar', pero el nefesh se separa de la carne y el Vapor de Ruaj se prepara para la memoria infinira. Le cantaron en hebreo como si tratara del regocijo de Simjat Torá ante la lápida («matzeva»). Al Camarada Rodríguez se le helaba la sangre al escuchar al niño invocando y bendiciendo a la Abuela fallecida con un ritual hebreo.
El Male Rajamim, Shojen Bamromim, Hamtzé Menujá Nejoná, Al Kanfei Hashjiná, Bemaalot Kedoshim Utehorim, Kezohar Harakya Mazirim, Le Nishmát Malká Aaarhaus, bat Otilio Matías de Neves. Shehalja Leolamá, Baavur She Bli neder eten tzdaká Behad azkarat Nishmatá, Began Eden Tehe Menujatá lajen Baal Harajamim, Yastirehá Beseter Knafav Leolamim, Veytzror Bitzror Hajaym Et Nishmatá, A-Donay Hu Najalatá, Vetanuaj Beshalóm al Mishkavá, Venomar Amén.
Y hasta los comunistas del Movimiento y el Instituto de Reforma Agraria dijeron: Amén y, de paso, comieron de lo que se llevó a la recepción al aire libre, donde el Camarada menor anunciaba, que aún la Tierra de la Tumba de Malká es sólo «polvo de Basar, de la carne», porque el alma de Malká ya es Nefech y no necesita ni lápidas. Entonces, le explicaron que no se entienda mal la ley del Instituto, que no todo le será quitado a Don Andrés Abram Lecsinka, sino lo que exceda a las 67.1 hectáreas. «Habrá que mochar un poco de la 'ceiba mocha'», dijo Rodríguez, «y ya veo que este lugar está santicado». A Andrés le explicaron que no se preocupara mucho sobre lo que se anda diciendo entre grupos enemigos del régimen.
Y de regreso a La Habana, después de recordar ese octubre, última visita de ellos a Ceiba Mocha, y la actitud insolente y vergonzosa de Abram, ese mismo mes, con ese fermento de codicia y su escante de violencia, para informar «que no habrá Ceiba Mocha que se salve», Andrés oró a Bartolo, su dios invisible.
En la noche del amargo percance, el Dr. Abram se volvió a Guantánamo sin palabra de ninguno de los tres, sin besos ni bendiciones de ninguno de ellos, a lquienes no viera en meses a partir de la muerte de Malká. Andres todavía recordó las escenas de la Marcha televisada, ocurrida en marzo, mas interrumpida por el alarde de esta violencia en casa:
El Dr. Martin Luther King, negro pacifista, habló desde Washington, D.C. y explicó su sueño, «I have a dream», repetía. Y esa noche, en octubre, también Andrés tuvo un sueño, en su dormitorio del primer piso de La Bodega.
La mente lo remontó a 1929, a los días de las luchas estudiantiles contra la tiranía de Gerardo Machado, la desesperación y lamento de su hermanastro, el Dr. Abram, 'ahora no podré educarme' por causas de las huelgas y marchas y Dios fue bueno con él, le mandó a Leyden, a universidades de Europa y Norteamérica. Mas... a más estudiara, aún graduado en Baltimore, menos agradecido... y vio en su sueño a su sobrino, quien no tiene más escuela que a su madre, y la gratitud tan inmensa que Carlos siente. Y la templanza que mantiene, cuando le piden todo lo que es suyo, y él dice como Malká, cuando venían a la casa las Damas Respetables de la Operación Pedro Pan o las Damas de Negro, a pedir que se firme el perdón / la amnistía / para coroneles asesinos del Batistato: «Si es la Patria Cubana la que necesita, TODO lo doy. TODO».
Fue una pesadilla en la noche, mas cuando amaneció, sentía la sonrisa abriéndole los labios y madrugó para ver a su sobrino, 'nalgas frías'. CorregIó su lengua antes de hablar y equivocarse: «No... no... debo decirle... el copiloto».
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