Saturday, November 06, 2010

Las juderías / novela / 45


Juderías / Indice

45. El segundo visitante

Sabía muy poco del placer, como tú / y, aún así, dije: / ¡Eres perfecta! / Era yo, entonces, un niño de 14 años / y me gocé, ¡ay con tu presencia! / pues tu ser de estrellas o de pies ligeros / fue atisbo ilusionante. / Con albores de tu sexualidad, / gesticulé inocentemente, nos cautivamos / y me fugué por un instante / a no sé qué rumbo, a qué lugar cotidiano, / común, esfera primordial / que nos dio sombra / y solaz y arrobamiento. / Por primera vez abrí mi ser / a coincidencia mágica, corpórea, en tu ahí / que comenzó a ser mío.

Yo supongo que miraba igual tú; / pero tus ojos tan brillosos curiosearon / un instante por los míos, tu mano suave / (habría de ser tan dulce) me tocó / y elevaste tu suspiro a certidumbre / ¡y qué bien me tocaste / que te amé, / por ser redonda como una naranja / y blanda como una uva! / y quise entrar a tus labios, absurdo cielo / y me alegré de ser carne / y no ser aire y ala y misterio y ángel / porque todo eso me invadió seguramente / por miedo de besarte / y más ganas tuve que miedo.

Me agasajaste. / Tenías la edad del rosal, ¡qué me importa! / Lozana, tersa piel, alitas de golondrina, / ágiles huesos, cantarina voz, / y te ví las rodillas, la dicha de los muslos, / y calzabas tennis shoes, como yo, / calcetines de fino algodón rosa y orlado encaje, / suelto short-pant de color violeta. / ¡Y pensé que me trenzaba / con tu cálida carne!

Examiné tus pantorrillas, suaves muslos / y el restañido de tus bragas amarillas / y quererte, en tan íntimos detalles, / me dio más pensamiento que los libros / y más dispersión que el universo que se expande.

Te dije: ¡Eres perfecta!, camino del talón, / en giros de estampia y, convertida en adiós, / tomaste un llavero que cayó, / o dejaste caer, para mirarme / y hallaste mi mano. / ¡La mía que todo lo habría dado / para acariciarte y cerrar el círculo / y contenerte y comenzar a amarte!

2. ¡Me gustaste tanto, chiquita! / Volví por el ciclón y sendas de tus pasos, / por el talón que giraste, por tus muslos / que inventaron geografías y árboles y tallos, / por tu braga, por tu / espalda que me llenó la mirada de ramajes. / Y por tu blusa top; que reveló el universo / más desnudo que el alma temblorosa!

¡Cómo serás, niñaja, fantasmilla de luz, / que tomaste tu llavero, animalito sutil, / atrabancada, / y echaste tus pasos más fugaces a los rumbos / y primero que yo, te despedíste, esquiva, con senda altanería / de ser impredecible, / perfecta, indescriptiblemente cotidiana. Eres entonces: ¡perfecta, veloz, inefable!

3. Al soltar mis dedos / al abismo me echaste, al asombro: / ¡Me dejaste plantado en el encanto, / te ausentabas, ay, soledad del deseo! / ¡Y derrotas victoriosamente / con el contorno espinal y tu escapada / y tu adiós, que es tímido tanteo / en el fondo, cimero, salvaje, primitivo. / Me ofrendaste la silueta y el placer, / contigo iba llegando oscuramente luminoso. / ¡Era tu sol orbitante, era tu noche sin cita!

¡Ay, si hubiera durado más, sí, / más, mis dedos albergados en tus palmas, / tus dedos que desgajan racimos / de secretos y acarician el miserio y la alegría, / el entendimiento en la carne, / revelando la idea de lo divino / a los cielos terrenales!

¡Mis dedos entre tus dedos, / catharsis, proeza, sortilegio! / te he querido así, / vencería mi premura, yendo a tí, / habría visto más / de tus senos incipientes, / tan guardados, / más de tu castaño pelo, / bailarín en tus hombros, / más sustancia en el ocaso, / más promesa en el amanecer!

Me agasajaste, en fin, / y fue cuando dije adiós / a tu curva redondez, a tu braga / y rabadilla, a tu prisa, / a tu inocencia; / señal del ahí que crezco / para algún ser compensante, / uno dulce y arisco como tú. / ... / Mi amada está presente en la mirada de los dos / y atada a los dedos suyos que se van. [Carlos López Dzur: Del amor adolescente / De libro Las zonas del carácter]

Para justificar que Mamá saliera de su amado Barrio de Santa Cruz, el lugar sagrado en la antigua aljama sefardí, sin que él ejerciera sus presiones, una que otra vez se asoma a La Rinconeda el Marido de La Dzkoja. Le digo marido de La Coja porque Esposo / con Mujer / sólo pueden ser los camaradas. El puede tener su matrimonio autorizado por ley y por iglesia, pero es un marido sarnoso, macho cimarrón, digno de sus cornudeces, animal indomado que sirve menos que el camello, o el perro domesticado que, distinto al perro, sí es protector y amigo de su dueño. Mamá me ha hablado entorno al mito de los varones que piden que el lugar de la esposa sea al lado del suyo y sin condiciones, en la salud o en la enfermedad, en las buenas o en las malas. Pues ese Marido tiene su Coja: alma que no puede caminar, sin él. Ella no tiene alas; yo sí no necesito de marido, mientras tenga a HaShem, me advierte Mamá.

A veces sí se enoja de que hable menospreciativamente, aludiendo a su prima Dzokja. «Es una pobre mujer ignorante; perdónala».

La primera vez que él vino nos trajo una carta de Andrés. Yo me moría por abrirla. Conté la largura del día antes de que llegaras para que me digas que dice mi tío.

¡Ah, estoy pensado otra vez, ¡ay Mamá! qué bueno sería si me regalaras un perro! Yo lo cuidaría. Mas ha dicho que tal vez es mejor no tenerlo por ahora. «¿QuIén lo cuidará?» Es probable que me matricule en la escuela. «¿Qué horarios nos serán comunes respecto al asunto del perro y que sea adecuado para cuidar al animalito? Piénsalo, hijo».. En realidad, Mamá tiene razón. No se justifica que diga que me deja solo en casa. Ni que yo piense que un perro es la mejor solución al problema.

Me puso un mezuzah, me instrucciona a través de él, me llama telefónicamemente cuando está en su oficina... y tiene una vecina, que no me pierde pisada. «Echo el ojo sobre tí; así que portáte bien. Vas a comer siempre en casa hasta que vayas a la escuela». Corrijo: con Doña Fita, no se puede estar solo. Ella tiene sus gatos, no perros. Entonces, digo a Mamá que, como siempre, tiene razón. «El perro puede esperar», la confirmo.

Estoy comenzando a adorar a los gaticos de Doña Fita. «¡Qué buena es conmigo! Cree que soy un genio, como tú, y me cuenta historias de Quisqueya... ¡Que cosas tristes guarda como su recuerdo, Camarada! Peores memorias que las nuestras. Con razón te hicíste su amiga en La Rinconeda. Ella te necesita porque eres consoladora».

Ah, la novedad... Cuando vino, el Marido vino y me dijo: «Yo soy el único que trabajo», se quejó él. Claro, más nunca para adquirir, por ahorros o inversiones, una residencia como ésta que le dimos. «Hago muchos sacrificios», alegó. No han de ser muchos si va a las corridas de la Plaza de Toros de la Real Maestranza y, si gana alguna apuesta, festeja en derredores de la Torre del Oro y queda, que no se le ven las manos.. Nada guarda para la educación de sus hijos. Casi todos en la adolescencia. «Aún cuando Doña Sara dejó de mandar algún dinerillo a mi señora, yo me he encargado de que no le falte alimento al hijo de su marido anterior... He sí'o yo el que se echó la familia al hombro, a todos, ocho... ¡Qué pena ayudarlos a ustedes no pude!»

Parece que se lamenta de que nos hayamos ido. Mas no es verdad. Vino a ver si nos va estupendo, o si en ese paquete de correspondencia vino dinero, a ver si le damos algo. En su casa, hay una ley, al menos entre hermanos, «se paga a parchas. En cada beneficio, se va a escote, se divide el gasto en partes iguales». Por eso no me gustaba salir con ellos. Me pedían un pago de escote, «a mí, mamá, que sé como llegamos, con centavos contados». Apenas con los calzones que trajimos puestos.

¡Qué cínico! Querer que yo le diga Tío. Mejor le digo tío a un perro callejero.¿Que si echo de menos a mis primitos? «Oh sí. Salúdeme a Pachi-Toli y la Chistosita que me dice Friki, y a la que tiene 14 y me llama Chorbito, que más chorba es ella y tiene el culo cagado», ah, no te preocupes, Camarada. No le dije nada. Sí que sé que no me quisieron. «Que la pasen estupendo, que yo me fui ya».

«No, niño de mi alma, que te quieren. Que se nota tu ausencia. Dejaste un vacío. Eco... Hay un Abogado, el de bastón, que por enamoriscaíllo de Doña Sara, le tuve que decir que es mujer casada, honrada, para que no se ande de baberos».

«Fue innecesario que le dijera, porque él lo sabe».

No le dije que, con él, hace tres semanas, fuimos a pasear. Cenamos los tres juntos, conocimos su hijo en el Barrio de Triana. Vimos el puente sobre el río Guadalquivir. Entramos a La Guiralda, tomamos fotos frente a la Torre. Ver la Ciudad es lo más excitante que me ha pasado en la vida. Es comparable a la visita que hicimos a Ceiba Mocha, o los viajes en tren por La Habana, Güines y caminar por la antigua Cárdenas colonial... no le dije nada sobre nuestras alegrías.

«¿Y no te aburres? ¡Sepa la hostia que estar leyendo mucho gasta la vista y marea! Y no quisieron el televisorillo viejo que les dimos, pero sirve... y veo que no tienen uno, se lo voy a traer otra vez que venga. No sean orgullosos... yo estoy poniendo orden en la familia porque uno se me descarría, con esto de andar colga'o, el alcohol es malo, hijo de mi alma».

Blá blá blá. El caldero que se queja del tizne de la olla. Y trajo una fiambrera con un potaje de chícharos, dizque que porque comemos raro y no nos gusta el pincho moruno. Mamá, si tuviéramos un cerdito, le sirvo ese potaje para que no se pierda. Lo puse encima de la estufa, pero lo que me preparó Doña Fita en su casa, aunque sea refrito, me lo comería con más gusto. La caridad que necesitamos no es esa fiambrera de hipocresía.

«Mi dulce Camarada, puede que no hayas entendido que, cuando más damos, Dios nos da más. ¿Estás enojado porque regalé la casa? ¿Que fue mucha caridad la mía, que fui demasiado generosa con ellos? ¿Te digo dónde puse la casa y los jardines del barrio de Santa Cruz?», se tocó su corazón y después al mío: «Aquí. Donde estuvo siempre. Donde nadie la puede volver a quemar, donde la pusieron nuestros ancestros, 300 años antes de la expulsión de los judíos por los Reyes Católícos. La puse en el corazón de ese vecino que nos paseó por el Barrio de Triana y nos llevó al distrito histórico de Carmona y la ciudad romana de Santiponce. Pónla tú también en el corazón de la Eternidad y cada perdón que tú hagas, con alguno de ellos, es como un monumento que levantas en honor a tu casa, en honor a los sefarditas que han muerto, injustamente, o han sido despojados».

«¡Pero se la regalaste a un ladrón que vende farlopa! Ví que aceptaste dinero de él, que quiso dártelo en un cheque».

«Pues víste y oíste mal. La casa él no podrá venderla nunca. El cheque que extendió es un trámite que él tendrá que hacer, por tranquilidad de su alma, para que no vaya preso y no sea desalojado. Doné la casa a un Patronato Histórico. Extendí un permiso para que él la viva con su familia hasta que el menor tenga 21 años. Es como un arriendo, definitivamente legalizado... Es que vino a mí el Segundo Guía. A eso fuimos los tres al bufete del hijo de nuestro ex-vecino de Santa Cruz, a informarnos bien sobre la ley y, es verdad, he sido generosa con el esposo de mi prima... Me enfurece que ofrezca una vida insensata a sus hijos, que introduzca cocaína en el barrio... Sí. También yo he estado enfurecida. No te culpo por el enojo. Agradezco que hablemos sobre ésto y te pido que, cuando venga el Yom Kippur, te hayas sacado ese odio, esa raíz de amargura, que en esa casa desarrollaste. Olvídate de cojas, frikis, tolis... no, no, ése no es mi copiloto dulce, uno que no expresa su perdón... Cuando cumplas once añitos, me lo dijo cierto Estraño Visitante, vendrá a nuestra cabaña, el guía de HaShem. Quizás para tí sea el primero de los guias que veas... espero que ya estés en la escuela. Estamos en oración por eso. Vendrán regalos y gracia de lo Alto».

«Amén, Mamá».

«Tu abejita no estará ociosa».

Entonces, leímos juntos la carta de Tío Andrés. Había en el paquete varios regalos para mí, conste que los ví antes de oir a mi madre leer la carta. La Mano de Hamsa que olvidé con las prisas del viaje de exilio. Una Oración del Peregrino, escrita en hebreo, o como dice Andrés en la carta, en leshón hakódesh:

.... lengua sagrada que no pude aprender con mi Becerrita peleona... sigo tontejo para eso de los alfabetos y, si allá se permite el uso de una kipá, el copiloto puede usarla para su cabecita a la sinagoga a que vaya. Aquí en Miami la llaman «yarmulke». Es una kipá para niños. Te mando una bufanda, Sarita. Díle que va también una boina, como la que usara el Ché. Los poetas la usan aquí y los panteras negras también. Una es para tí, no sé si es peligro usarla allá, porque una es roja y otra negra... Hice amistad con un dayanim (rabino) y lo tengo orando por los dos. Estoy cosiendo camisas en una factoría y, en breve, recibiré un cheque gordo porque le pongo empeño y horas extras. Por acá, ví al Cotorro, el tabaquero. Estaba llorando cuando le dije que se fueron a España, les quiere mucho a los dos y les envía saludos. La Becerra no aprovechó los Vuelos de la Libertad, dicen que se quedará en Cuba como Isaac Chipru y Farin Serfati hasta el final... Acá, la Calle 8 de Miami, se ha llenado de exilados. El presidente (Lyndon Johnson) promueve una ley de ajuste que firmaría para fin del año que viene. «El Ajuste». idea es que los cubanos queden exentos de las leyes generales de inmigración y sean elegibles para residencia inmediata, después de dos años... Aquellas señoras de El Vedado que se comían nuestra calle por los niños Pedro-Pan están acá con compañas para que se aplique la ley de estatus permanente. La idea no es mala sólo que ahora los dominicanos se dicen cubanos y los cubanos se dicen puertorriqueños y los mentirosos caen en la trampa, porque un puertorriqueño sabe que es ciudadano de nacimiento, y prefiere irse al Bronx... La partera que te ocupaba para poner inyecciones y corregir infecciones de ombligo está acá y te envía saludos y bendiciones, acá están los empleados de nuestra maicería de La Bodega y el Ciego Lecsinka, que pregunta por tí y me reconoció en una calle. Por acá, están los hijos del Libanés, quien se murió. Dicen que me buscaron para poner una sastrería de guayaberas, como la que tuvimos en Cuba. Sacaron mucho dinero, pero pusieron cafetería porque no me encontraron... Hablando de comida y restaurantes, se me antojan patatas aliñás, al estilo sevillano, ensalidilla rusa, picadillos y otros aliños... ¿Qué comes allá, Sara? Díme si te adaptas, si pusíste en la escuela, al incordio nalgas frías... Hecho de menos ir por él al Sótano y sacarlo del tonel de vino, o sentir su cuerpito friolento... díme si tienes empleo, o necesitas algún dinero, supongo que el HP de mi hermano se olvida de que tiene hijo y mujer. Contactos que tengo en Guantánamo me dijeron que ya no tiene aquella alemana quitamaridos... como te dije, tengo unos amigos que en el personal de La Base que desde la crisis de misiles han trabajado edificando la Muralla de Cáctus... Acá está tu cocinera, con todos sus nenes y su marido, y me pidió tu dirección, y quiere hacer galleticas suizas, y enviártelas en una lata por correo... A un hijo del Barbero Lleó, de La Bodega, lo mataron en Santiago de Cuba, por querer «rescatar» para la Revolución los cuarteles de la Bacardí... Donde vivo está muy tranquilo. Pero, en otros rumbos, parece que hay Revolución como en Cuba... Desde que mataron a Malcolm X a principios del año y parece que era un negro musulmán, pero gringo, hay mucha violencia, se rompen las marchas aunque sean pacíficas. Por seis días, se quemaron edificios en Watts, Los Angeles, y se mató a 36 manifestantes. Puede que sean tantos como 800 los heridos... así pasó poco antes cuando mataron al Pastor Luterano, Martin Luther, en un Domingo Sangriento en Selma, Alabama. Todavía en la televisión se muestran las escenas y la gente huyendo de los gases lacrimógenos de la policía. Por eso hasta los panteras negras hacen causa común con latinos puertorriqueños, de los que llaman nacionalistas de Albizu... Bueno sea por ti, que elegiste el exilio en España; por acá, entre Nueva York y Miami, están Celia Cruz y Olga Guillot, guarachera y bolerista juntas, hablando contra Fidel en cuanto evento se hace, y la hermana de Castro, que quiere que alguien vaya y lo mate. Por aca anduvo Pumarejo y Pototo, van a mudarse a Puerto Rico y seguir en el negocio de la televisión; por acá está la modista que te cosía, la italiana a la que le violaron las dos hijas, lindas si y putonas, no salían del Tropicana... Por acá, ví al gerente que me robó y me quebró la cristalería y fábrica de botellas que tuve en Cárdenas, le han dado dos embolias, y está paralítico, viejo y delgadillo como un fideo. Cuando supo que llegué a Miami me mandó a buscar para pedirme perdón, en días del Yamim Noraim de Tishrei... te dejo porque se me acabó la tinta... dámele besos y abrazos a mi sobrinito. Soñaba que se había enamorado y que andaba por una calle de Nueva York con los alegres judíos Haredi. Debe estar grande, no ya tan flaquito, comiendo muchas gambas y papas con choco... yo creo que ya me puede escribir una cartica, que yo prometo contestar... Ahora cierro la carta y voy a comprar un timbres, para echarla hoy mismo al correo. Esta es la dirección a la que me dijíste que llegaría todo. Shalom, hija mía. Camarada. Luz de mis ojos.

¡Cómo coqueteamos, Mamá y yo, ante el espejo con la boina del Ché en las cabezas y ella con su bufanda y su boina, por igual! Ella era una Ché-Ernesta llorona porque leyendo la carta echaba lágrimas de alegría. «Hay que escribirle cuanto antes, abejillo!»

«Sí, lo prometo. Mañana mismo, quiero meditar las cosas que le diré».

«Consulta bien esa almohada».

Nuestra nueva casa tiene tres recámaras porque una es para Tío Andrés... El Dr. Abram puede que no venga. El sí. Tío es más fiel que su hermano.

Mamá tiene que levantarse temprano en la mañana porque no le han entregado un coche que se ha comprado. Un Renault usado. Sólo lo separó, lo pagará a plazos. Sin embargo, como es un carro blanco, le llamará 'Palomino'. Yo seré su copiloto y ella me enseñará a manejar. Ella, en La Habana, no tuvo coche; pero manejó jeeps durante la guerra mundial. Es capaz de manejar un camión enorme si le dan la oportunidad. Tiene una licencia internacional de manejo. La renueva. Sabe que es indispensable cuando se es mujer sola.

«Camarada, camarada», escuché el susurro de Mamá desde la cocina. No estaba asustada, mas sonaba extraña. «¿Ocurre algo, mamá? Te oí misteriosa».

«No te asustes... Es que tenemos visita. Un segundo visitante».

Como estoy muy sintonizado con su mente simbólica, le pregunto.

«¿Crees que la carta de Andrés es mensaje de ángeles para nosotros?»

«Puede que sí; pero es que un perro se quiere meter a la cocina. Si abro la puerta de la cocina al patio», dijo apuntando el índice hacia ella, «va a entrar un perro que se muere de frío y, de seguro, está hambriento. Trata de entrar, arañando la puerta y estuvimos tan entretenidos con las boinas y la bufanda que no lo escuchamos».

«Deja que entre, mamá. Le damos de comer y que se vaya».

Abrimos la puerta y entró un perro, con el pelaje blanco, con unas manchitas de color albaricoque, ojos y nariz grandes, ojos redondos y oscuros.

«Es un bichón. Es un perro francés», dijo mamá.

«¡Está lindo, mamá!», me entusiasmé.

Vaya sorpresa. Mamá lo examinó con ojos médicos y observó que, al correr, el perrito cojeaba. Tenía una patica rota. Un perro tan alegre y vivaz, como son éstos, apenas se animaba a dar gemidos, y la fiebre lo tenía temblando. ¡Un perro tan confiado y encabritado, como se supone que es éste, está allí sobre el piso de nuestra cocina, echado como agónico, inerte y manchado de sucio y sangre, falto de su andar alegre. Este es un visitante que no esperamos, con razón mamá me susurraba: «Un tercer visitante, ven, Carlos, para que lo veas».

Después que calentó el agua para lavarle la pata, le servimos leche. Mamá hasta lo vendó.

«¡Qué cabeza más redondita tiene; parece una bola con pelos!»

«¡No te ilusiones. Este perro tiene dueño. Es fino. Observa lo sociable y manso que es con los desconocidos! Seguro que su dueño debe ser un vecino cercano... No podemos conservarlo, si no poner un aviso para que vengan a recogerlo», me advirtió

«¿Por qué le llamaste bichón? ¿Es su nombre?»

«Bichon Frisé: yo tuve uno cuando era muy pequeñita. Sabía todo sobre estos perros rizados y falderos. Eran los mimados por la realeza francesa del Siglo XVIII. Es lujo caro que se tenga un perrito de éstos... No recuerdo si fueron los canarios lo que lo llevaron a Francia, o los marineros franceses los que trajeron a Tenerife, a España... Lo único que te puedo decir que son muy lindos. Son unos muñequitos vivos que no sirven para nada, excepto para que se les quiera. Viene un ladrón a robar la casa y se hacen amigos del ladrón», me explicaba con unas risillas.

«Entonces, no es el perro que nos conviene», dije con frustración.

«No te dije eso. Todos los perros sirven. La mayor protección es alguien que nos ame. Estos perros son muy amorosos, aunque no sean de combate y de lanzar mordidas. Para defendernos de la agresividad ajena ya tenemos protector, ¿eh? Tú sabes quién es el Gran Camarada, el Supremo en el Altísimo... Cuando te hablo sobre la responsabilidad de cuidar a una mascota, me refiero al tiempo hábil y disponible que tengamos para cuidarlo. Para defendernos, ya tenemos a Dios. Nos tenemos... Te digo que no te ilusiones con este bichon frisé porque ha de tener un dueño, por seguro. El vino a visitarnos, a que lo ayudemos por un rato... y, de repente, creo que tienes razón... La carta de Andrés es el segundo guía, o mensaje. Dios está con él, ha vuelto a la sinagoga. Nos cuida desde Miami... Se nos ha olvidado la desagradable presencia del ladrón de Dzkoja, ¿ah?».

No que yo la olvidara. Todavía recuerdo al Marido de La Coja diciéndome: «Yo soy el único que trabajo», como quejándose él... Claro, más nunca para adquirir, por ahorros o inversiones, una residencia como ésta que Mamá le permite. «Hago muchos sacrificios», alegó también. No han de ser mucho si va las corridas de toros con frecuencia. Nada guarda para la educación de sus hijos. Casi todos en la adolescencia. «Aún cuando tu madre dejó de mandar algún dinerillo a mi señora, yo me he encargado de que no le falte alimento a Pachi, el único, el único hijo de su marido anterior». Culpó a Mamá, tácitamente, de no enviar pagos después de todos años, como si ya no hubiese sido suficiente el dar casa gratis. ¡Qué mano larga y sofiscada! No se necesita ser ladrón violento frente a un perro, ni tener perro para olfatear esa perversidad.

«¿Qué tipo de contrato hicíste con el primero marido de tu prima, Mamá?

«¿Carlos, todavía estás obsesionado con eso?»

«Curiosidad, nada más. Te prometo que es la última vez que toco el tema».

«Después de casada, cuando conocí a Dzkoja y ni novio tenía, la admití con su madre para que proveyera atención a la casa. La viviera gratuitamente, con tal que no pagaran alquiler a otros, y dieran algún cuidado a la propiedad. Fue simplemente ayuda mutua. Envié algún dinero, abrí una cuenta para el mantenimiento de la casa por si incurrieran en alguna reparación costosa... Han vivido por más de veinte años, mejor que nosotros en Cuba y, si algo me angustió, fue que no se comunicaran a fin de que comprobara que recibían mis cartas desde Cuba, o el dinero, si lo necesitaran».

Hoy preferí dormir con el perro. Tengo ya una recámara. Lo quiero tener conmigo y pensar en la carta de Andrés y con ese sueño que él tuvo. Que yo me había enamorado. ¡Si supiera que es de un bichón, ni siquiera es una hembrita bichona! Tal vez le diga a Tío Andrés en mi carta: Que aún no tengo novia, pero tengo una mascota... por rato... que tiene un pelaje blanco, que muy bien bañada será como una bola de nieve. Orejona. Las patas, no se sabe si gruesas y cortas, porque son mullidas de pelaje. El rabo es corto como una almohadilla, o un trapo de plumas, que parece de algodón.... ¿Qué más le diré sobre esa novia perruna? ¿Que parece una osita como aquella que Papá le regaló a Mamá el día de mi quinto cumpleaños, recién regresamos de Puerto Rico, tan sólo para descubrir que él tenía una amante alemana? No... mejor no le escribo eso. Viene Mamá y me pregunta, ¿qué le contaste? y le tendré que decir ese mal recuerdo... tal vez sí le diga que a veces pienso en las chistositas, mis primas. Uno es muy linda, la que más se perfuma y siempre huele a jabón de Triana. Se sabe linda... ha de ser como la María Lecsinka... no. No voy a escribir eso... Mejor le digo que me gusta la niña que habla en el jardín y nunca entra a la casa, Jacinta... Y Tío me preguntará: ¿Ya hablaste con ella? ¿Has salido al jardín a verla de cerca? Le diré que no. La verdad ante todo. Por ahora, basta que ella me gusta... ¿Por qué me tiene que gustar?... si me pregunta le digo que es por su voz... o le digo, que es porque me saludó con la mano, desde dentro de su autómovil, una vez que yo estaba en el jardín y la miré al volante... también porque le preguntó a una de mis primas chistosas: «¿Quién es ese niño guapo que vive en tu casa?» Friki, el Chrobito, le dijeron. Como se empezaron a reir, me enojé. Subí a mi cuarto, pero seguí pensando... ¿Qué tal si le dicen que yo no tengo diploma de primaria? Que nunca he visto películas en el cine, que no veo TV, que hablo lenguajes extraños y exóticos, que no como nada que tenga cerdo, o comida de mar, como pulpo o babosas, que con potaje de chícharos y gambas me alimento, o como dice Pachi-Toli o El Vago, que no he visto un pelo del pomelo de una churri, ni me he jala'o la polla a gusto, como ellos... Un friki es un toli y para despabilar a un friki se necesita Dios y su ayuda y superar haber ido de culo toda una vida...


___

43. Experiencias de socialización / Larga conversación sobre serpientes y luces / 2 / Indice: Teth / Larga conversación sobre serpientes y luces / En LibrePensador / Oración y vela del Loto / Teth cumplió 33 años

No comments: