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46. Hasta que venga el cartero
No importa cuál sea el lenguaje que yo lo utilice o traduzca, Mamá es la palabra más bella que existe. No hay vocablo más profundo y multisemántico. Si yo dijera que una madre es una diosa civilizadora todavía no captaría lo sublime que es tenerla. Mamá dice que ni siquiera el término es una palabra audible, aunque fue el primero de los términos, o secuencia de sílabas, que hizo su presencia en el oído del género humano. Es la primera palabra de un niño.
Mamá es, pues, una manifetación del Oír. Una manera de escuchar, el aprendizaje del proceso mismo de escuchar, porque las madres no se completan sin haber escuchado todo lo que le es posible Oír, desde la sagrada Mem, cuyo valor es cuarenta en el Alfabeto de la Sabiduría. «Ni una, como mujer, lee este nombre y lo entiende sin que haya escuchado el nombre de Dios como Misericordia, havaiá», me dice ella. La primera letra de Mamá sale del Amen de la MEM, La Fuente de la Sabiduría («Jojmá») y la letra del Agua («Maim»), la letra de los manantiales que, a nivel material, ascienden de lo subterráneo como aquellos pozos que había en Ceiba Mocha.
Estamos repasando cosas que nos instruyera La Becerra, o la otrora novia que amendrentadora a Tio André, por su carácter exigente. Mi madre y yo leemos los Proverbios críticamente, buscamos las aplicaciones prácticas, y yo me sospecho por donde ella va y lo que va a decirme con ésto de que las primitas chistosas, con pretextos de traer la correspondencia de Andrés, en lo que el repara que nuestra dirección ha cambiado, vienen solas. Y Mamá se las huele. Las primas saben que estoy solo durante las horas que ella trabaja y que ya se me alborotan las hormonas, me dan ganas de hacerme la paja y verle el pomelo peludo a una churri. Mamá no me dice que soy un churumbel, como sus mingas en el vecindario. Ella es una madre sabia, se preparó para serlo desde pequeña. «Y una puede ser madre, aunque no se case. Parir no te hace madre; te hace madre querer a un niño. Tener macho no te hace mujer, aunque hagas mil maniobras en la cama con tu varon; te hace mujer dominar al salvaje y transformarlo en hombre, capaz de querer y respetar las mujeres».
«¡Qué olfato tiene Mamá!», no corrí a decirle que mis dos primitas bellacas me visitaron en la mañana. Pasaron hasta la tarde conmigo. Calcularon cuándo irse antes que Mamá llegara. Ella olfateó el olor de los jabones de Triana. No son aromas de jabones de Myrurgia lo que ella captó en el aire. «¿Quién vino y trajo el paquetico de Andrés?» Vergüenza de mí. Le mentí. Le dije que el Señor Dzkoja. Mamá sabía que mentía. Pudo haberme dicho mentiroso, gruñir feamente, pero no lo hizo.
Mas a la primera oportunidad que tuvo el viernes, cuando preparaba la adelfina, y tras cumplir ambos con ducharnos, me invitó a otro tipo de baño, porque se ha de bañar el cuerpo lo mismo que el alma, y el intelecto / alma / se ducha en el Manantial de Jojmá, la Torá / la Sabiduría. Las aguas de Maim penetran la supraconsciencia y Proverbios dice que aguas son las de esta «corriente que fluye, la fuente de la sabiduría» y que son trece canales de su flujo, desde su origen hasta el comienzo de la consciencia y que tales canales han sido revelados en el Monte Sinaí, de modo que estudiaremos la decimotercera letra del alef-bet. El Trece de Mem, «las aguas que no tienen fin», como dice Proverbios.
Yo me siento, pese a lo meticuloso de mi baño, inmundo, porque la más maliciosa de mis primitas, examinó mi pene con la mano. «A tí te gusta dártelas de gallito y sobra'o, inteligente eres y lindo, pero, no basta eso». Metió su mano entre mis calzoncillos para sentir mis cojones. «Es que Pachi dijo que eres marica». Vino a saber si soy gallito como para presumir a la hora de ligar las pibas.
Ahora, mientras Mamá me habla sobre la letra de Havaiá [Dios como el Unicidad y Dios como Amor, unión de dos Trece, unión de Ejad y Ashavé, unión de lo Cerrado y lo Abierto, en la consciencia y en el alma profunda], mi pensamiento está en los gestos amorosos de Andrés, divertido por la ausencia de un pudor consciente, recordándome chapoteando en las charcas de Ceiba Mocha, desnudo, o corriendo en Mayo, como Dios me echó al mundo, con algunos guajiritos de la finca... él recordaba al niño que fui en edades de pantalones cortos; él podía levantarme en firme por las nalgas y referir en voz alta, que mi cuerpo está frío y que debo abrigarme y comer un potaje caliente... Yo no me dí cuenta si alguna vez sorprendí a mi mamá, semidesnuda. Todo se dio hermosamente natural; pero, hace unos días, he tenido vergüenza de mi cuerpo. He conocido el erotismo. El deseo de tocar a mis primas y dejarme seducir, o sucumbir a los aromas de jabones de Triana, olores que no pensé que eran uterinos, o simulacros olfativos del poder de la reproducción en una hembra, y que el agua, la humedad de vulva y de semen, mientan manchas e imperfecciones, pero, al mismo tiempo, aguas del Teshuvá. El agua desciende por el pene; el agua entra en las oscuras y peludas endijas de las hembras, con su naturaleza descente. Allá en útero, en matriz, une sustancias de vida y pueden ser aguas malvadas, pasionales, sin plenitud, aguas ocultadoras de la Luz, aguas de mundos inferiores.
Ahora escucho que Mamá habla de números: Cuarenta días en que azotó un diluvio, cuarenta años de vagar, como pueblo, en el desierto, 40 días para observar la concepción cujando se muestre como feto, 40 semanas del embarazo, 40 días en que Israel esperó a Moisés, antes de que llegara con la Torá, 40 días de israelitas purgados por adorar el Becerro de Oro, 40 días del repactación antes que Moisés trajera las Nuevas Tablas de la ley... pero, aún así, mi mente está en la adoración de aquella becerrita, no miendo los 40 codos de altura de la entrada a mi santuario interior, el Templo para el Teshuvá, medía la vanidad de mi erección
«Que no sabes bailar, primito, es lo de menos. Nosotras te enseñamos, ¿verdad, hermana? Que no andes de pirulo está bien. Eres un crío y no ganas dinero, se puede esperar un ratillo... Con nosotras podrás ir al cine, te vas a sacar lentamente, ya verás, Chorbito», me decía la prima y me ponía a mil, con sus movimientos de mano. Dijo que me la quería mamar y que sentía rica y caliente mi pene. El mal ya estaba hecho, porque una quería ver, aunque no chupar, y yo no quería su presencia. No quería nada de los dos, una al lado de la otra, espiando mi pene cuando lo sacó de mis calzones.
Jamás se me había ido la voz, al grado que no pude decir nada, siquiera moverme y decir: «No lo hagan». Fue un momento de irracionalidad, pasiva, pero, coño, intensamente deliciosa. Es que nunca me había masturbado y menos pensar que lo haría ellas, una al lado de la otra, cómplices, sonrientes, amigable por primera vez, sin burlas, risueñas, a solas conmigo, sin presencia que nos juzgue, a no ser Dios, y lo menos que hice fue pensar en El. Ni en misvot de Levítico. Cuando el semen de la puñeta le entró a la boca, la retiró para exclamar: «Anda, toli. Chúpatelas».
Quiso decir que el Pachi-Toli ha tenido su merecido. Ella no tiene un primo marica, como él dijo.
«Aquí se puede entrarle a un tío». Que no se lo vayas a decir a Tía Dzkoja ni a tu papá, «¿Cómo crees? Como dicen en las pelis de espionaje, top secret». ¿Es que tienes miedo? ¿Te cagaste? No, no sé. «Es un toli». No. Se lo quitamos. Tú eres un genio. Un superdotado. Mira que capullín, churumbelillo, poco más y me mojas el galillo... Oh, que está colora'o y temblado... Déjalo, no hay pena. «Carlitos, con su primer puñetín, top secret, para la historia». ¡Pena que no tengas alpiste, ni sodas, ni música para cani! Sería flipar, alucinando juntos, «no creas que drogas». Ah, no me gustaría... «A drogas no la apostamos», dijo la pasiva. Okay. «No te quejes del cartero. ¿A que éste paquete no lo esperabas?» Pues no. «Te vamos a a traer tus regalito». Le dijiste a papá que fuimos acrelimón, malas contigo, chobito. Eso sí que fue de enfado. Nos cabreaste. «¿No van a visitarnos ya más?» Sí. Tal vez. Mamá decide eso. «Ah sí; pero...» ¿Y tu colegio? Que serás falderillo, no puede ser. «Sí, ya hicimos gestiones. Evaluarán el nivel que me corresponde con exámenes para el ingreso». ¿Y crees que brincas alto? ¿O te pondrán con críos de teta? Medita. «Sería del culo». Si estaras con nosotras, colegio de alumnado mixto, tendrías tus churris, muchos ligues, a matar, a matar, torerín... ir por la alternativa... Hasta vendríamos por tí. Jacinta tiene chofer... y a veces maneja sola, sin permiso. Le prestan el coche... y, ¿quién es? «Tú la conoces. No se lleva con mi frate, con nadie que sea pesado. «A lo mejor, le gusta tú. Te oyó». Nunca hablé con ella. «Te oyó recitar en hebreo». Y preguntó: ¿Qué eso? «Es el Toli». ¡Qué voz dulce tiene! Es un canto hebreo. «¿Y cómo sabes que es hebreo?» Se llama Carlos, tiene 11 años, es bobo. «No, no me gustaría verlo». No te digo que es el hijo de Tía Sara, un agonías. No bebe, no fuma. Todo lo que hace raro. «¿Y raro, cómo que, eso me molesta. Yo no hago nada raro». Es que no eres nazi. Punto y, sin embargo, hablas alemán con mi tía, para que nosotros no nos enteremos si hablan mal contra nosotros, o qué se traen entre manos. «Fíjate: nos quitaron la casa». Mentira: pueden quedarse hasta que se mueran todos ahí. Lo que es cierto es que fue la herencia de Mamá. «No te cabrées, Chorbito. Es cosa de adultos. Nosotras lo comprendimos. Te damos amistad. Cool! «Le prometí a Mamá no conversar este tema nunca más. «Eres lindo». Será hasta el próximo paquetilllo que venga del correo. «Bueno, ¿se van?» Es que venimos manejando por La Rinconeda. No es nuestro barrio y faltamos a la escuela... «Y para joder, nos perdimos en el camino». Mas ha valido la pena, eh...
Yo no les dí ni un vaso de agua. He de ser mal anfitrión.
«Bueno, cuando vengan, hay que ofrecerles aunque sea un jugo de naranja, o hacerles unas tapas chacinas. Tienes que aprender de cocina, ser buen vecino y buen anfitrión. Aprender a cuidar a quien entra y sale de tu casa».
Especifiqué qué hicimos durante horas. Lo conté todo, excepto la mamada, porque sentía mucha vergüenza ante mi madre. Mamá no demandó que contase nada. Sin embargo, ella me lavó los canales a mi supraconsciencia y me enseñó, sin que yo discursata con detalles, aspectos que se relacionan a la misericordia, a la unidad y el amor.
Y dije en mi corazón: Bendita seas, mamá, y dormí sin la mínima culpa esa noche.
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