Sunday, November 07, 2010

Las juderías / 48 / Las mingas y la Minga


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48. Las mingas y la Minga

Genuine politics, even politics worthy of the name, the only politics I am willing to devote myself to -- is simply a matter of serving those around us: serving the community and serving those who will come after us. Its deepest roots are moral because it is a responsibility expressed through action, to and for the whole. [Vaclav Havel: 1908]

En los códigos privados de mi madre y yo, el Vecindario es la Minga y la minga o vecina favorita, más querida de mamá, es Doña Fita, una maestra de primaria, jubilada, dominicana, asilada en España. Otro de sus hijos vive en Torreblanca. Depende de una pequeña pensión que le llega, gestionada desde los EE.UU., donde tiene dos hijas que le envían otra ayuda monetaria. A ella le dieron una casita de La Rinconeda, la que pega a nuestra verja. Es una casa de dos habitaciones, más pequeña que la nuestra.

En la semana que nos mudamos nos conocimos. Su casa necesitaba pintura y el patio, su desyerbo. Doña Fita dijo que «el borracho de su hijo», aunque la hizo comprar unas pinturas y brochas, nunca vino a pintarla. Mamá no lo pensó dos veces. Se la pintaría gratis. Como pasaría casi dos semanas sin comenzar su empleo, tenía el tiempo. Sin embargo, negoció con ella que me echara un ojo, porque yo soy pequeño, e hizo comprender a la maestra retirada, que insistía en pagarle, que los vecinos están para ayudarse.

Y, sí, Mamá se puso sus pantalones de mezclilla y con mi ayuda le pintó la casa por dentro y cuando comenzó a pintarla, por fuera, llegaron curiosos. Dos o tres, se comprometieron a terminar la obra, pintar también y eran más viejos que mamá. Sin querer ella dio el ejemplo. Había sido una de las pocas veces que se vio tal cooperación vecinal. En esos días, descubrimos que Doña Fita cocinaba muy sabrosamente, al estilo antillano, que le encantaba hacer patacón (y mofongos de plátano). Más que una mujer enferma y anciana, si por algo sufría, era por tribulaciones del alma, «la guerra de Abril», como llamó a la violencia y la matanza que cundió en 1965 en su tierra natal, secuela de una larga dictadura. La Era de Trujillo, entre 1930-1961, año en que murió su esposo.

Supimos que sus hijos, se hicieron anti-balagueristas, la sacaron del país mucho antes. El anciano matrero, solterón y beato, o maricón según sus enemigos, el Dr. Joaquín Balaguer, no fue otra cosa que la vuelta del neotrujillísmo en 1966. Si bien se fue del país, no dos de sus hijos que se murieron allá. Los apresó la guerra civil. Ella no cree que fueron participantes revolucionarios; mas la guerra fue sangrienta. Se calcula que murieron muchos miles. Más que los 17,000 que Trujilo matara en las fronteras haitianas cuando hipócritamente soñara sustituirlos con judíos, que no sean cocolos ni chembos.

Mamá y yo todavía estábamos en Cuba cuando en torno a esa guerra de abril se hacían titulares en los periódicos cubanos, o de todo el mundo.

Doña Fita fue la primera espiritista que yo conocí. Un día que vino a casa, cuando todavía Andrés no había enviado mi Mano del Ojo, mi Hamsa, me halló orando en mi habitación. Mi puerta estaba abierta. Vino a hurtadillas a echarme el ojo bendecidor. Ya Mamá se ausentaba por el trabajo y, según diría a Mamá, sintió corrientes malas y vino a ver qué me pasaba. En realidad, nada ocurrió, excepto que ví que ella echaba 'trances' y 'manotadas' al aire, algunas tan fuertes que le sacaban gemidos. No me dijo nada, pero se fue y me dejó perplejo. Entre las cosas que yo le escribí a Tio Andrés, fue que la conocí, que es muy buena señora, que tiene tres gatos y que es 'santera', porque su madre fue una negra haitiana y, su padre, español, criollo dominicano, aunque ella es más afrotaína que mulata de piel canela, como las de Cuba. (Asocié a Doña Fita con el Ojo / Mano / de Hamsa).

Mamá me corrigió. Ella no es santera. Es espiritista kardeciana. Tuvo que explicarme un poco sobre la diferencia de una y otra cosa. Dijo que averiguaría más. Mas me contó sobre lo que dijo Doña Fita que sintió y la hizo asomarse a la casa. No mencionó que cayó en trance y dio los manoteos que le dije:

Doña Sarita que, de pronto, pasé por tu casa porque oí maledicencia, como si rodearan a tu hijito santo... unos vecinos malvados, rufianes de esta vecindad, gente que no quiere a los negros ni a gitanos, porque traen brujería. Ví un cuadro de potestades angélicas que lo cuidaba, mientras afuera de la casa, oía espíritus incitadores de envidia. Gente que les puede dañar a los dos... no sé como... pero él tiene un cuadro de ángeles de la Guarda. Yo no lo sabía. Lo ví ayer, o mejor, no ví. Los oí y los sentí; pero, en la calle, estaba un humo negro, con voces, que me enchinaron la piel. Allá, dentro de mi casa, la vajilla que tengo en una mesita brincoteaba, porque el zumbido que me llegó allá fue tan grande que había un temblor en los pisos... Me dieron corrientazos de energía y corrí a ver que pasaba con tu niño y no me fui hasta que se calmó todo... Lo bueno es que él estaba orando... Ya sé una cosa que no me dijíste. Tú eres judía, ¿verdad?... Todo sucedió porque no me dijíste para que te ponga en oración con mi propio Cuadro y rece por ustedes... Yo vivo en La Rinconeda desde 1961 y está casa se puede incendiar y no viene nadie a apagarla con un cubito de agua... Si me diera un infarto, antes de llegar al balconcito, ahí me dejan tirada y nadie me recoge... eres la primera persona que me da una mano y se ofrece a pintarme la casa e ir por mí, alcanzarme si mes ves yendo a mis mandaditos al colmado... Es que yo soy negra y espiritista. No hago vudú, no pongo santos; pero caigo a veces en trance, los muertos me comunican cosas... sus espíritus... y gente (esa perversa que te dije) me vela, se queja con el Arzobispado, de que la dominicana hace vudú y magia negra, o echa sortilegios... No vayas a creerlo, si te vienen con esos cuentos y como tienes un angelito que cuidar, no le digas a nadie que ustedes son judíos, porque esta vecindad es católica. El Arzobispado tiene dos pesas, a veces cree a quien conviene, no a la verdad... No quisieran que exilados del Caribe se aposenten en la zona...no hacen un favor ni mí que estoy, con las reumas de la vejez, y no tengo carro y vengo con paquetes, caminando mucho por horas... ¿Qué les costaría a unos vecinos, que sean buenos, que me ayuden a cargar unas bolsiltas de la tienda acá, mis platanitos... Es una bendición que usted se haya mudado, al lado de mi casa... ahora tengo con quien hablar un rato para no estar tan sola... A mi me da tanta alegría y ver a su nenito jugando con mis gatos, él juega con ellos, me ayuda a alimentarlos. Son mi única compañía y él es más juguetón que los gatos, me hace recordar a mis alumnitos de primaria allá en Santo Domingo...

Mamá no ha cambiado por lo que le dijo sobre su espiritismo. Ella no tiene miedo a ninguna doctrina. Y dice que a las Mingas hay que reeducarlas para que redescubran el sentido de comunidad perdida. Se enfrasca con Doña Fita en explicaciones sobre el Tikkun o sentido de reforma de los judíos liberales, como ella. Y acude a lo que ha leído, porque sabe que ella, como maestra que fue, se familiarizó alguna vez con la sociología y los distintos tipos de vínculos sociales. Uno es la asociación («Gemeinschaft») como la sociedad primaria. Otro ha de ser «Gesellschaft». Cuando Mamá le explica que los anarcoindividualistas creen que que la revolución de las conciencias individuales debe ser primero que la revolución social colectiva, Doña Fita se siente incluída. Que cualquier cambio social sustancial advenga del cambio individual lo admite. Entonces, Mamá le dice pues «si asi lo cree, somos libertarias».

Por cada cosa que Doña Fita le comparte, por su convicción de que la reencarnación existe, que hay vidas pasadas y sucesivas, pide en reciprocidad que se le hable sobre el tipo de política en que cree, «porque yo fui maestra y me gusta todo eso»... y el caso es que oírlas, en tertulia en la casa, es interesante. No tenemos televisor, pero tenemos las charlas que van a todo tema: cuentos de aparecidos, reencarnación, historia, cocina dominicana, tradiciones y judaísmo...

Francamente, sólo cuando Mamá se ausenta a trabajar y quedo a solas, me mudo al patio de Fita, juego con sus gatos, voy a una tiendecilla cercana por alguna mercadería menor que a ella se le antoje. No permite que vaya por pesados racimos de plátanos a una tienda más lejana, en que se surto de sus viandas. Hablábamos poco hasta ese día que supe, por voz de Mamá, que es espiritista y que, en el vecindario, hay unos que la cuestionan del por qué no va a misa. Parece que ella nunca se detiene en la Iglesia ni va a la Feria de Abril, o participa de la Semana Santa. Mas cuando me uní a Mamá en su casa y escuché que insistía en que es mejor «no mostrar colores» en el barrio (esto es, no exteriorizar si somos judíos, anarcos, comunistas, cubanos o dominicanos, espiritistas, santeros, rockeros o proxis de cualquier heterodoxia), metí mi cuchara por una explicación.

«¿Ni rockeros?»

«Este nació del rollo», me señaló Doña Fita y me ubicó en los años de mi auspicio. Explicó que, cuando nací, sería la época de Elvis Presley y la época en que ya se curaba, o vacunaba contra la polio. «¡Son buenos auspicios! ¡El turno de la juventud para brlllar!». Oí que tarareó una tonilla rocanrolera que dijo que fue la que comenzó el rollo de los «chicos ruidosos», no como los melenudos de ahora. Escuché su versión en español de Rock Around the Clock, rola de Bill Haley & His Comets.

«Nosotros no oímos nada de eso. A él no le tocó darse de tope con todo lo que nos sucedió en Cuba cuando fue muy pequeñito. Estuvo bien cuidado, pero en otras cosas, aprendiendo mucho; pero, sí nació con las Estrellas del rock brillando en el cielo... Ese año leí sobre el Boycott de Autobuses en Montgomery y la señora negrita que se movilizó con marchas y protestas. Rosa Parks, ¿usted recuerda?», le pregunta Mamá a Doña Fita.

«Sí, sí, sí. ¡Tremenda! El año '55 fue el año del Pacto de Varsovia».

«Se formó el bloque comunista del Este, con tratados de defensa mutua».

«Comenzó el Oso ruso a echar zarpasos», dijo Doña Fita. Esta vecina, ya no nos cupo duda que es docta y maestra.

«¿Esas cosas la leías cuando hacías picadillos de los periódicos?», pregunté yo a mi madre.

«Picadillos a la sevillana, ¿no, Sara? Vamos a engordar a este chamaco». [Parece que la dominicana no ha cenado].

Lo escuchado fue más que suficiente para que yo me retirara contento. Con esta minga, hay mucho sobre lo cual preguntar. Tiene sentido de la historia y sé que la sufre intensamente. Su exilio se amparó por razones políticas. Algo que pasó, siendo ella joven, se remonta más allá de la fecha en que nací y, aún a lo que ha llamado «lo de Abril». Ella tiene coraje con Dios y los americanos. Por eso, siendo católica, no va a la iglesia. Una vez que lloraba mucho y hablaba con mamá, se comunicaron en un francés negroide y hablaron sobre ello.

Que vaya enterándose que lo voy a averiguar de su propia boca. Este «niño auspiciado por el rock, Disneyland, Elvis Prestley y los Cometas de Bill Haley» se interesa en por qué la gente llora y se angustia tan brutalmente como ella. Quero que esta minga, viejita y buena, se desahogue conmigo. No sé si pueda hacer algo por ella. La consolaré. Eso, por lo menos. Es injusto que sufra y a su edad. 60, o tantico mas.

Para los días de mi ingreso a la escuela, Doña Fita se puso muy triste. Lo disimulaba dándome consejos de comportamiento. Quiso darme una fiambririlla para que lleve un almuerzo, o merienda, porque han de ser seis horas sin llegar a casa. «¿Y cómo vas a hacer? Acuérdate que, con hambre y el estómago vacío, las letras no entran. Te lo dice una maestra, con 40 años de experiencia». Su tristeza es que no me tendrá por su patio, llevándole leche a los gatos, averiguando donde se cagan, cuando hay algún olorcillo inconveniente dentro de la casa, o en la cocina, pues ella a veces se recuesta para las siestas y los deja los gatos dentro y a puerta cerrada.

Para Mamá y Doña Fita, ahora que ya teníamos el Renault, fue un día orgullo irse de compras conmigo. A ella la invitáramos. Es que se me compraría un cierto tipo de uniforme colegial. Las camisas siempre blancas, sin bolsillos, los pantalones negros, largos con dos pinzas, 5 trabillas con botón, tejido con 45% en lana, o lana fresca en verano. Como las camisas carecerán de bolsillos, sean de mangas cortas o largas, se recomendó comprarlas a tiempo para se grabe en serigrafía el logotipo colegial en la prenda. Para quines gustan de bolsillos, se da la opción de adquirir una chaquetilla de tipo Cazadora en tejido 55% polyester y 45% lana, con cremallera y broche, abertura lateral con trebilla, trasero con canesú y fuelle a los lados. Los más presuntuos llevan una bata de caballero en jersey, con tres bolsillos y cinturón trasero. Las corbatas han de ser rojas. Las niñas utlizarán un lazo del mismo color.

Desde que la escuela dio las especificaciones, Mamá anda como en vísperas de Reyes, más feliz que yo. Quiere que me vea guapo. Si tiene que gastar, gasta. Ya verá cómo ella terminará haciendo las camisas ella misma, por ahorro... Por ahora, hay que comprar unos zapatos nuevos, calcetines para la semana, calzoncillos y el uniforme colegial tal como lo piden. Ella me cortó el pelo como sabe, algo peloncillo para que utilice mi kipa o la boina. Nunca a ella faltará las tijeras de peluquera. Ni uñitas suyas espiando mi cráneo y el interior de mis oídos. «Que las orejas sucias son anuncio de sorderas y terquedades caprichosas», como las lagañas en los ojos, ventilan la estampa del ocioso. (Mamá es temible porque todo lo observa y a lo observado, sigue un dicho sentencioso).

Pero: ¿cómo no agradecer a dos mujeres que se olvidan de sus penas y por obsequiarme a mí son felices, gastan lo poco que tienen? Se anticipan a mis necesidades... Ahora sí que han llegado los Magos de Oriente, reyes antes de la Navidad, y mis Santa Claus son dos mujeres generosas. Mamá habría querido, ya esa tarde, verme listo, lavado, vestido, perfumado, y pasar pasar al barrio Santa Cruz para que el Licenciado me viera. «No hay otro alumnillo más hermoso que tú en toda Andalucía», me repitió varias, agregando que yo he tenido paciencia para este momento, ir a la escuela, y que ella oraba para que el evento llegara.

«No que fuera en vano la escuela a la mañé, pero estoy asusta'o, mamá».

«¡Güay! Miedo, no. Que depeluñao no vas a la escuela y te van a ver las nenas tan chulo», intervino Doña Fita.

De regreso, cargada la cajuela delantera de las compras, orondo yo en el asiento trasero del Renault, escucho a Doña Fita que rememora la educación a la antigua:

«Una escuela de pescozones, la vara de las maestras golpeando las manitas de los niños, maestros gritones. Una de burra, con la memoria cortita... me tocó el gorro, estar con capirote, delante de la clase, ser la fisga de todos, mofada y con los cachetes mojador por mis lagrimones, no aguntar las rodillas, por el tiempo pasado en hincada... y no era una escuela de los más pobres, porque eso ni tenían sus escuelita... siendo niños estaban en los sembradíos, o llevando comida y agua a los cañaverales, bajo soles que matan como los de Quisqueya... Bendito, nene, que no sabes tú lo que es la anemia, ni andar descalzo ni con los pies con cicote... Ah, Doña, si nació usted y se crió en Rotterdam, del Cielo ha bajado hasta las Antillas, si en el barrio de Santa Cruz, tuvo la casona, es que usted fue bendita, hija mía... Yo no. Haití fue un infierno, desde que nací. Viví fajándome. Con el diablo andando, ay Dios mío. Mucho ovejo, tonteras, el loco 'e la mierda por doquiera, pulpos que lo acaparan todo, aunque sean macos y ladillas... pero yo tuve padres, milagrosos, que de un té de mil hojas se las ingeniaban para no gastar los chelitos. Con un sancocho, se pasaba la semana... Pero allá había, para sobrevir, valía ser más que león y toro, con resistencia, ser zorro, ingenioso, saber cómo esquivar la justicia de los Collins, la justicia a tajo de colí... al león, con muchas aptitudes, lo embrisca el maldito loco y lo mata, lo hace vena'o, le quita hasta la hembra... no sabiendo un chilí de nada, los bestias se llaman ingenieros, ostentan y, se lo digo, por un coronel ignorante, la rata de Trujillo que, durante el gobierno de Don Horacio Vázquez, fue creciendo, a traicióm y lo derrocó con la ayuda de Rosario Peña.

Fue un golpe, pero que con un trompón le sacó la mierda le sacó la mierda a un pueblo entero... ¿Y sabe que hicieron los EE.UU.? Lo apoyó. Con la Iglesia Católica, los caballos y tigres de la élite dominicana, hicieron de la República una Cacata, la cacata de Trujillo, El Jefe de las rebuseras... y habrás leído sobre ésto, Doña Sarita. Ese gobierno de TrUjillo hizo asesinatos de políticos de la oposición, masacró los haitianos y conspiró contra otros países. Todo se lo soportó los EE.UU. hasta que, por la fecha en que yo me asilé, o antes, EE,.UU. le dijo: ¡Ya nomás! Trujillo tenía el plan de asesinar al presidente venezolano, Betancourt, que lo criticaba aún más que Castro.

¡Ese fue Trujillo Molina, el Jefe! En los '30, cuando me mataron a Mamá, Rafael Estrella Ureña era malo, comparado con Vázquez, quien se exiló, y era bueno, pero Trujillo se le unió para que acosara a cualquiera que fuese aspirante y seguidor de los que quisieran el nido de alacranes de la Cacata, pobre república y mire usted, Trujillo pasó 30 años en el poder, desde el año '30. Serías tú una nenita cuando eso... Doña Sarita, yo sé que acá en España hubo unas carnicerías, como aquellas de Trujillo para subirse al poder, así es la historia. Dondequiera nadam las arañas cacúas y se forma Cacata... Mas ahora usted piense en el nene. Y hasta donde me digan cirilo,en lo profundo del ama, siento que ya lo peor ya pasó, acá ya no se puede herir más. No es lo mismo en mi Quisqueya. Todavía no porque aunque Trujillo está muerto y se lo comieron los tiburones, dejó sus deudos, rojas cayenas de anticristos y para hacer las mismas caballás que él y para hacer caminar la empalizá, se dan bola los crueles, esos que les dije... caballos, tigres, ratas, pulpos, gallos locos.

Llegamos a casa. ¡A descargar mis paqueticos! ¡A dejar la ropa vieja en el cambumbo, como dice Doña Fita, y a probarme el uniforme colegial ante el espejo! A lo mejor, me pongo la boina del Ché para verme más guapo.

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«Bible Babel», de Kristin Swenson / Dedicatoria / 44. De los jardines destrozados / 47. El extranjero egregio en el octavo día

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