Thursday, July 02, 2009

Parte IV / Canto al hermetismo


La Voz que se fue

Desde que se fue La Voz, el hermetismo crece.
Y el dolor social, por la inclemencia, se ha intensificado.
A la nación la han flechado como al talón de Aquiles.
Quien habla hoy, con señales recelosas, discursa.
Y eso no es bueno. Aquel, que fue / o ya ha sido
La Voz, lo dijo y, en realidad,
no sólo con la boca tan útil por rugiente.

Lo dijo, no sólo con su olfato
que parecía haber husmeado sabiamente
en muchas cosas; en realidad, habló de corazón
lo que la palabra desata para que no haya duda
ni una falsa justicia ni momentos absolutos
de miseria humana…

¿Quién informa como aquel, el Viejo Ciego
con la Voz tan clara, el que buscó la providencia
al lado del pionero Rogers Williams, el que pidiera
a los buenos, tolerancia, el viejo sabio
que la bruja cegara, dónde está el amigo
de los cuáqueros, el que defiende los esclavos
y los indios, el que cantó los nombres de Washington
y la guerra revolucionaria?

*

La Voz se apagó en el Sur

¿Dónde, dónde?
A él, que aconsejó a Eli Whitney, lo buscan
los abolicionistas y el Presidente Lincoln.

Un molino de algodón recrudeció la esclavitud
y sólo contestó, «no es mal invento una máquina;
la verdadera tiniebla está en la codicia del hombre,
en las intenciones de los explotadores».

¿Y qué podrán los mentirosos saber de esta verdad?
250,000 esclavos arribaron, ilegalmente importados.
Atados en cadenas, recibidos por el propietario,
dispuesto a ultimarlos, o domarlos a palos.

El Sur se pobló de esta tragedia / la voz se apagó allá
más que ninguna parte. La Voz se fue.

¿Qué ha pasado que, desde 1808 y 1860,
la Carta de Derechos se ha olvidado, quién hay
que proteja a los tendones de la Patria si a sus pies
van robando sus caminos, sus libertades íntrinsecas,
su sostén de integridades y en generaciones sucesivas
se multiplican malhechores, sordas serpientes
que muerden sus talones…
¿A dónde irá por justicia el oprimido?
¿A quiénes consultan los sudistas y los federales?

*

Y haces falta…

¿Dónde se hallan cuando están a su lado
la pureza y el ser, la Niña de aquel triunfo,
Juana de Arco rediviva, pero otra vez
como ayer, mirada injustamente
por encima del hombro?

En todas partes, donde exista un corazón honesto,
se apacienta y un camino asequible ella prepara
para que sepan que existe, pues todo es cognoscible
y, al final, más obvio, salta a la vida,
¡ay, a veces tardíamente con un saldo
de muerte o de dolor continuado?

… pero estos preguntantes
no la oyen, no la intuyen, no la captan.
Ni siquiera sospechan si le huyen.
¡Tú si haces falta!

Uno te vio y te dio unos zapatos.
Ven a la patria nueva, Viejo Ciego,
regresa y grita en las calles de Washington.
Si pasas por aquí, te abriré y te daré
otro par nuevo, una camisa y un báculo.

*

Lamento de un gobernante ante una sandalia

En Capitol Hills, el lamento llegó
y se retuvo con la forma de sandalia,
¿pero dónde está su dueña?
¿Dónde la verdad que se lo calce?
¿Dónde el cristal se volverá mi espejo?
¿Por qué no la han hallado?
¿Cuál es mi culpa?
¿Por qué se ha ido?

¡Qué negligentes son, miles de truhanes?
¿Qué, no saben cumplir con lo que pido?
¡Es sólo que miren a los pies!

El talón que nos duele.
Bajen los ojos donde existe el mundo.
De la mujer examinen las uñas y los dedos,
el calcañar, la huella que deja su pisada,
el ritmo que la desliza en los caminos.

No. No. No estoy pidiendo el infinito.
Ni que resuelvan un misterio sin cimientos.
¡Yo sólo pido un pie para un calzado,
un sujeto que en la Tierra se habita.
Una niña que se fue con su alegría
y no la compartió conmigo.

*

Nostalgia del Viejo Ciego

Que no seas tú quien vayas.
Llenaste mis oídos de fatales silogismos
y disputa encarnizada. Si regresas, repetirás
el duelo: No hay sujeto
que se armonice
a mi anhelo.

Un sujeto como aquel no se repite.
Antes se muere. Lo despedazarán
los que son tan codiciosos que lo quieren
para sí, sin amor alguno.

No vayas tú que predestinas la destrucción
con tus palabras. Que lo final no lo hallarás
ni en sucesión ni en principio. No vaya
ningún sustentador de la amargura
si convencidos están de que la vieja antinomía
es permanente y desgarra más hostilmente
aquel instante frágil que yo gocé en mis brazos.

*

Abracé algo así como justicia

La estreché con ímpetu. Le dije:
«¡Quédate, doncella, sé mía!
¡Quédate con tu pie pequeño, pero inmenso!»
y se deslizó en escapada.
Me dejó un objeto que sin ella es nada.
O peor, un sujeto sangrante aquí en mi pecho.
Es un talón sin dueño, un pie sin aparentes direcciones.
¡Que no seas tú el que vayas a buscarla,
solipsista! Traerá contradicción y más contiendas
del Yo con sus espacios y los rumbos
y los entes que llevan a su casa.

*

El dolor de la pérdida

¡Maldita sean las bocas que no pueden nombrarte!
Tanto preciocismo turquesa y estoy caído
con las rodillas rotas, laceradas; tanto jade chino,
y el mundo, como una piedra bruta, sabe
a sal, no a leche pura, no a miel divina.

¡Pues, malditan sean, consultores,
de planetas, horoscopistas, que invocan
metales de luna y plata, los diamantes
de sol, hierro de Marte!

No sirve a la esperanza el ópalo
de octubre; no son sinceros,
pese a que a mis dedos los anille
de amatistas; les doy oro y soles
de diamante y llegan con oscuros juegos
de conceptos y palabras, con sinestesias
que torturan mi razón y la verdad que exijo.

¡Malditos sean los que te nombran
y te llaman precaria, ridícula brizna,
azul de Venus, hechicera, perla
que subió a una luna, cuando pude
ser un topacio en mi sol, el tope
y cumbre de mis alegrías!

No han sabido buscarte.
De fariseos se llenó mi encomienda,
hipócritas literalistas que leen talmudes
de tullidas consciencias; pero quebrantados
quedan cuando niegan su nombre:
¡Justicia / Bondadosa!.

*

Una piedra en el zapato

Piedra en una zapatilla de cristal,
piedra que hiere y sobre la que edificaría
mi alegría, todavía me duele la palabra
del viejo ciego que alertó en las ciudades:
«Llegarán la tiniebla, los roedores,
los susurros herméticos, el mal consejo,
los espías extranjeros, los sinarcas.

El país verá pistoletazos, Hamilton
rodará en sangre y Aaron Burr
se morderá la lengua».

Piedra en la zapatilla del recuerdo,
Nat Turner, en rebelión en Virginia.
Piedra en la zapatilla de tu memoria,
América, esa marcha forzada de cherokees,
Trial of Tears, tus nativos, América,
en cárceles, en muerte o en reservaciones…

Piedra en la Corte Suprema en 1883:
Los nativos americanos son aliens.

¿Y qué tal si, entre ellos, guardada o retenida
contra su gusto está la niña, con sandalias indígenas
en sus pies pequeños, melodiosos?

2.

Y, ¡ustedes que no me sirven!
Tienen ojos y no ven, mediocres.
Oídos y no oyen.

¿Qué consuelo darán a los que esperan;
qué sabrán recordar si ciega y sorda es su memoria?
¡Malditas angüijuelas, que no atan mi ilusión
en cielo ni en tierra; ¿para qué me preguntan
qué bien harán por mí o qué responsabilidad
se les exije si antes roban a la nación,
engañan con falsos testimonios!


*

Nostalgia por el Ciego

God bless you, mouse!», the bridegroom said,
And smakr her on the lips:
Warner: Albion’s England

Busquen a esa mujer, de pies ligeros,
sea en toda la Judea o en las ventas del carajo.
Si ciegos van, lávense los ojos hasta que vean.

Desorganizdores de la humanidad:
Conocí a un ciego que ve y no tiene ni sueldo
y nadie lo consulta. Hablaba como los iluminados
de los antiguos días y las ratas negras
de la muerte que a muchas bocas entraban.
En todas. diría yo, menos en él.
Tenía rauda su pisada y la sabiduría lo envejeció.
Y le quitó los ojos,
los que son externos, meramente externos.

Estén atentos los que conservan los ojos exteriores
porque hoyos hay en los caminos
y los ciegos guías de ciegos, caminarán malditos
cayendo donde él no.
Porque ya él lo dispuso: ¡malditos sean
los que tropiezan y hacen tropezar
al buen Ciego!

2.

Terrible ha de ser ésto, la utopía política
que nos arropa con sus brazos,
la naturaleza humana universal que nos piensa
humanos, está sin ágape, sin praxis verdadera.
Que la fe sea tan peligrosamente absolutista.
que no haya garantías para que sobreviva
en favor de estas formas de vida
tan variadas y contigentes que tenemos.
El cimiento es un inatacable, principio único
de Razón y leyes históricas,
fe en la racionalidad y sus tecnologías,
en sus modos de producción,
en su neta confianza
cuando desafía los opuestos…
terrible ya de ser ésto.
*

Rastreo del Ciego y de la Enamorada
.
¡Avispas cibernéticas, con ojos sensitivos
rastrean allí, precisamente donde se esconde
cada ente que es solicitado, sean los rebeldes,
o los que no emiten ruidos!
No debe ser así
como se busque a los sabios,
no debe ser así
con ciegos inocentes
que se anhelan!

Justa será mi recompensa a quien venza
a los roedores y, al final, traiga a mi novia,
que es el Alma de América.

*

Ella estuvo aquí

Aquí estaban las más bellas mujeres:
Estrellas de Hollywood y no tomaron nota.
No veo una que se parezca a ella,
una con sus méritos,…
porque ustedes meditaban tan sólo en cómo perseguir
las subversiones de los Hollywood Ten;
aquí, en el salón oval, Truman pensaba
cómo desarrollar la Bomba H
y financiar con más dinero el Comité
sobre Un-American Activities, aquí, bajo las piernas
de cientos agentes desplegados, expertos
en qué sé yo qué seguridades, se largó
la emisaria más bella, el alma danzarina,
juventud que conmueve, estética nacional,
dulzura del arte, ternura encarnada
en medio de la Tierra Nueva…

*

Lo que haría por tí

Examinen ese pie que en secreto cautivara
más que las plegarias recitadas en las plazas,
o las esquinas de los jactanciosos.

Digan que la calidad de la sobrevivencia
(alma de Washington y mi cuerpo jeffersoniano)
depende de encontrarla. En ella fundaré
mi causa, alcanzándola tendré la autoestima.

Renacería la belleza, nuestro mito.
Su efecto en mí dará razón de mis prosperidades.
Todo lo que hoy tengo, América, te lo compartiré.

Besaré la boca de su alma pura,
tu Conciencia Americana.
No perdonaré el pecado de tu esclavizador,.
A las guerras que te dividieron pondré fin.
A la Mordaza o la resistencia, a los reclutamientos
a la Primera Guerra, o la Administración de Wilson,
por tí las cesaré para siempre.


*

Sin ella, todo es impuro

Una paloma me detendrá en la muerte,
o una rata rosada como sus labios,
limpiará mis caminos.
Sin su verdad, todo es impuro.

Voy a esperarla, no importa lo que digan
que ella es: espía rusa, sufragista
en marchas por las calles Nueva York,
Una entre las 25,000 que están
pidiendo el voto, desde 1915,
Pacifista con la Flor de los rebeldes en las manos,
flor del ’70, flor de Wodstock,
mujer que viajará a la Luna y pisará
el polvo selenita, como Kathryn Sullivan.

¿Quién es ella? ¿Esa paloma
que detendrá la muerte?

*
La nación soñada

Ella es el ideal buscado.
Un poco del amor que Ella sostuvo
yo lo cultivé por años. Aún lo cultivo.

Yo la ví en su danza
en las riberas de su Fuente y me sentí
como un sagrado Pan, enamorado.

Ella es la puerta en el templo abierto
de la Arcadia en bancarrota; ella es
la América soñada, América la Hermosa
cuyo sostén a las suertes se ha jugado
como un trapo y su bandera, su esencia
desgarrándose como un manto
de su causa por madrastras lujuriosas,
posmodernas, con corazón de riña,
y brujas de nacionalismos esotéricos.

*

Ella no será una parte del rebaño

Hay dos maneras de gobernar a los pueblos:
por la fuerza o por la farsa:
Prozper Tomden

A toda mayoría se llevan con su acento
de flautistas infernales, excepto a ella.
¡Estos hamelines no distinguen entre las ratas
y las gentes, entre los perros y los gatos!

Excepto ella, quien sabe la maldad
de la patriotería, su apoliticismo demagógico.
Ella, en su carne, ha sufrido las distancias afectivas.

Y a sus rivales los oye y valora.
Son ciertamente irresponsables,
opresores, usurpadores de lo que haya
en la izquierda o la derecha,
en lo profundo o en las periferias
y raseros vulgares.

*

Perversidad de las madrastras

Ahogan sus propias almas siendo
que se van con los flauteros, cuyo laissez-faire
es el mandato: «¡Muerde, deja tu veneno
en todas direcciones, explótalo todo sin piedad,
ház lo que te plazca y lo que no te plazca,
todo menos sentir! …porque el mundo es una ilusión,
transitoriedad que no perdura».

«Nunca se va a una raíz que permanezca;
no hay esposo, ni amado fiel, ninguna cosa
es un Templo ni compromiso que trascienda
para siempre. Todo lo que existe
es un puñado de intereses inmediatos».

*

Conversación con Jefferson Davis

Tú reconocíste mis ojos, yo, tu voz, Jefferson Davis.
Es que te ví en medio de la guerra el día de tu captura.
Se te llevó a una prisión y dialogamos.

Yo era el ciego, con la mirada perdida.
Me preguntaste si batallé en favor del Sur confederado.
O si mi causa es, por el contrario, la Unión federalista.
«¿Por qué estás preso?», fue la interrogante.

Siendo ciego, dije: Yo no batallo.
No quiero que se diga que por algún principio
me ensañé contra el hombre y derramé su sangre.

Los hombres no son moscas, aunque tengan
cuerpo y corazón limitado y salvaje.
¿A quién puedo matar certeramente?

No veo si acierto o no si disparo.
Prácticamente, cada ciego es peligroso
y en la guerra no es bueno ni útil ni pragmático.

¡Pero yo veo con otros ojos, Mr. Davis,
y puedo ser soldado! Es una paradoja.
Siempre a la guerra voy con mi mensaje:
la función de la guerra es terminar la guerra.

2.

Tú me dijíste:
la guerra es una necesidad biológica.
Un elemento regulador y necesario,
una obligación de las civilizaciones.

La más alta perfección del entendimiento humano.
Y yo escuché lo que tenías por alma
y no habría querido nunca verlo en tus ojos.

Un vicio de odiar y una sed de poder
más grande que la línea divisora Mason-Dixon.
Un deseo de extirpar de la tierra
a los nativos: odio por Tecumesh, rebelado
en Indiana, odio por toda la tribu seminole,
odio por Osceola, adjuntado a los odios
por los esclavos embravecidos por Nat Turner.

Odiabas mucho al hablar sobre la guerra
como un arte y del gobierno como fuerza.
Seguro que no habrías repatriado a los esclavos
a Liberia; habrías preferido asesinarlos
con tus propias manos, o explotarlos
en alguna hacienda algodonera.

En vano sería decir lo que dijera
Cicerón en sus Filípicas: «Cualquier género
de paz es preferible a la guerra civil».

*

Las sordas penumbras del hermetismo

Pero yo, ciego en apariencia,
con ojos visionarios estuve al oído,
no en sordas penumbras de hermetismo,
cuando Jefferson redactaba el documento,
la Declaración de Independencia.
Yo le hablé sobre los negros y su esclavitud infame
y, a contragusto mío, triunfó la frase timorata,
insuficiente: igualdad de todos ante la ley.

E insistí yo: Mr. Jefferson,
anota que los negros sean parte
de esa igualdad de todos, dílo claro.

Escribe que no exista esclavitud ni latifundios
que se levanten a expensas
del derecho del indio y del esclavo
porque hay quienes tienen ojos y no ven;
hay quien los oye llorar y maldecir por causa
de su yugo y el recuerdo de que llegan en cadenas,
arrancados de sus patrias ancestrales,
y teniendo oídos no oyen y, si es que tienen alma
o consciencia, no se compadecen.

Dí claramente que la América soñada
es revolucionaria, anticolonial, antifeudal,
inclusiva, sin discriminaciones. Haz que exista
el negro, ese fantasma del trabajo, házlo libre.

*

Dílo claro

Dílo claro, mata ese hermetismo, tentación
de enemigos y piedra de tropiezo para el Gran Proyecto:
Cien mil negros ya son revolucionarios y se han unido
al Comandante Washington; tén ojos para escribir
han de ser libres, tén la boca para llamarlos hermanos;
voluntad para darles las gracias porque van junto
a nosotros, en batallones libertarios; son cien mil
hijos de la nueva patria, la Nación, América la hermosa.

Establece que los indígenas que en el Sur de Carolina
desafiaron a británicos, con ejemplos singulares
de su rebeldía, serán nuestros primeros ciudadanos.
Y, contragusto mío, los excluyeron.

*

¿Para qué sirve un ciego?

«¿Para qué sirve un ciego?», me preguntan
quienes degradan al hombre sin necesidad
de atormentarlo, o sacarle los ojos,
si ya las pupilas no son útiles.

Para mucho más que los que tienen ojos y no ven;
Para mucho más que los que tienen lengua
y acumulan palabras retóricas, herméticas,
delirantes, mentirosas y cobardes;
preferibles es que sean mudos,
¿no, Mr. Jefferson?

¿Para qué sirve el granjero que depende del más fuerte
que cosecha la riqueza porque él no dobla el lomo?
¿Para que sirve el hombre, cuya única tarea es sacar
de su bolsillo 150 dólares y comprar un esclavo?

¿Qué tal si un árbol cae y lo tulle de piernas,
que tal si un animal lo ataca y le come los brazos,
para qué sirve tal hombre, si es esclavo?

Usted que piensa en estas cosas, Mr. Jefferson,
¿será ante la ley igual el feo que la damita hermosa,
serán los retardados, bien mirados, protegidos,
o serán useless citizens, tratados como cargas impropias
al Estado? ¿Quién hay que hable, con mesura,
sobre las fuerzas productivas y planeación racional
cuando advenga la vejez, la discapacidad,
la artritis, la demencia, la parálisis?

El racismo está pidiendo las soluciones eugenésicas.
El gobierno evade los costos de estos programas
que hacen la compasión asunto público.
Se ha reclamado el fin de las plataformas
de beneficencia, welfarismo.

¿Quién se dará cuenta si soy sordo o ciego
si hay quien teniendo ojos no ve
y, aún con oídos, no escucha
y teniendo lengua y entendimiento,
no discierne ni se expresa?


Indice: Canto al hermetismo

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Parte III / Parte 2

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