Sunday, December 27, 2009

Lo mejor de las memorias / La hija del tintorero


Lo mejor de las memorias

Dice la que teje las cosas alabadas desde antiguo
que existe un Arquetipo de los gozos,
época de orgasmos ancestrales donde los Divinos
cazadores de los ágiles ecos de lo humano
atrapaban las alegrías de las recolectoras,
las atajaban en los montes numinosos,
se acostaban en las cuevas, junto a ellas,
hasta hacerlas soñar con otros cielos,
ultraterrenos, transmundanas esferas,
donde todo es eterno, redondo, delicioso,
abundante, perenne, y se nace sin zurdez
ni mala pata, como se nace en los linajes
del defecto genético. Con los Divinos se heredan
perfecciones y no hay vergüenza ni taras.

Nadie cose. Nadie borda.
Nadie tiñe la lana con púrpura
en esos mundos lumínicos, más transparentes
que las radiancias blancas de la luz,
donde se puede andar desnudo.

Dice la tejedora, veloz dibujante del pasado,
quien hila memorias que embelesan
a todo a quien la oye,
que la diosa de la sabiduría y la guerra
(la verdadera Diosa / no sus profetisas
ni vendecuentos, la verdadera Diosa que habita
los mundos más finos de la raza humana
y quien sólo se asoma a las regiones donde vive
el Arquetipo del futuro andrógino),
vino a sugerir que ella le pinte algún aspecto
de quehacer de esta Tierra, a invitarla
a competir en un concurso de amor
por la Memoria Sagrada de la Madre de las Musas.

Y ella aceptó.
No por engreída.
No por desmesura.
No por ibris impuro.
No por ser pornográfica.
No por ser sacrílega.
Por amor.
Por amor a su pueblo.
Por amor a su padre el Tintorero.
Por amor al primer varón que conoció.
Uno de hermosas pantorrillas,
suaves nalgas,
sin pelo. Creyó que era un ángel.
O un dios.

07-12-1977

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La hija del tintorero

No cree, ni lo creyó nunca,
que ella mereciera una reprimenda del Hybris.
El tintorero la llora con dolor de sangre
que le tiñe sus ojos como a lana impregnada
con sus púrpuras. En la última página
de su libro de vida, está escribendo esta pena
como colofón de zurda evanescencia.
Es su hija. La ahorcada es su hija,
La llenaron de culpa. Forzaron que muriera
su hija amada, censuraron su taller de hilandería,
proscribieron los motivos de su arte tejido
en los bordados. La han silenciado para siempre
y rojos se han puesto sus ojos. Púrpura
de muerte es su aliento de Tiro.
Lidia su llanto por rincones de Hipepa.
Lo sabe ya el campo y el pueblo.
Ya no se alabará más a su hija, reina de los tapices.
La torturaron después de romper sus medios productivos.
La desahuciaron en vida porque tiene la memoria
de su pueblo muy bordada y plasmó un tapiz
con arte manifiesto y que no debe presentarse
en evidencia. Van a fundar la culpa
con censura y hacerla envilecido colofón
de la vergüenza.

02-11-1977

<>

La costurera se ahorcó

La que me cosió lindas camisas
con su telar amable se entusiasmó
con mamita al contar la historia de mi aldea.
Es que ambas son chismosas pueblerinas.
No hay títere que dejen con cabeza.
Ellas todo los saben y lo escriben
con puntadas sobre tela.
Ella son las que corrigen la mala pata
de los Labdácidas a fin de hermosear
los linajes de los rengos. Y de toda cojera
sicológica, moral, sexual, o de intelecto.
Todo lo quiere bello
aquellas dos tejedoras que yo quiero,
tejen sonrisas en mí, una me cachondea,
me sube el ego, me adorna con virtudes
que sólo han de tener las musas
o los dioses. A todas les llamo
madres, aunque no lo sean,
novias de mi alma, cuando así lo siento.

Y yo estoy triste, no me resigno a que alguna prepotente
le pegara. La ví herida en los ojos.
Alguien le ajó la boca y sólo dio murmullos ante mami.
Ahora parece coja como Layo.
Alguien perdió los estribos y destruyó
el tapiz que ella bordara.
Con una lanza de ira, con brote mordaz
de lanzadera, se personó en el taller
donde trabaja y la golpeó y le rompió el telar
y escupió en la camisa que me hizo:
«Por eso vengo sin tu encargo
y me despido; no van a verme más...
por eso no puedo seguir arreglando tus gabanes».
Y le partieron la cara, venía ocultándola.
Le sangraron los ojos, destruyeron
sus aperos de costura, y la avergonzaron.
Con razón se tapaba,

Y es injusto y es triste,
porque la viejita sabe lo que cose
y su costura es la memoria del destino
y la misma Minerva se siente arrepentida.
La Costurera es la vecina más talentosa
de este pueblo, con dulces desmesuras,
y conceptualizaciones, mas nunca desabrida
en sus telares que hilvanan
profundas perfecciones.

En la tarde se ahorcó La Costurera.
En la tarde, con una soga de lamentos,
se quitó la vida, avergonzada.

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El pez ígneo / No había culpa / Tú eras la omnipotencia / La misión / La acompañante subterránea / La acompañante que abandona / El acompañante incestuoso / Estado paranoico / La vasija vacía

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