Monday, December 28, 2009

La ardilla / La hembra de las avellanas


La ardilla

Me han llamado charlatana, la ardilla
hecha mujer, la Madre del incesto.
inquieta jefa de los cotilleos,
enemiga ruidosa del Secreto.
No se me asigna credibilidad si digo
que al amor soy fiel, no se respeta
mi quehacer, tan laborioso, yo que conjuro
con nueces las miserias del invierno
y doy a quien me escucha lo que tengo.

Me han dicho la provocadora
y se me tiene una envidia contagiosa
pero todos vienen, yo los divierto y les veo
reir hasta las lágrimas y llorar hasta las carcajadas.
Son ellos lo que me devalúan, aunque cercan
mi seno, se meten en mis abrazos,
piden de lo que tengo.
Yo soy la Madre-Ardilla, querendona
de las liebres, el magnético amor
que une a los zorrillos; ramos de margaritas
a mis pies derraman. Coquetas, soñadoras...
me llaman los halcones. Murciélagos se cuelgan
para que yo los observe en luna llena.
Y las lechuzas conmigo andan...
conmigo, aunque sea menospreciada
porque parezco que vivo en travesura
con los simios-varones
sin un pelo de tontos.

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La hembra de las avellanas


«El avellano está ligado en la sabiduría arbórea celta, a la apacibilidad, a los remansos de paz y a jardines sosegados. El hombre accede al conocimiento por el avellano y renace a través de él, como un Hombre Nuevo» Sorcha Xurdewy

En los días del Eoceno, porque su piel es dura como avellana,
en la madera de sus círculos, sus bosques,
se fabricaron lanzas, postes, artes de pesca.
Y la niña-Vieja-como una estrella,
los bendijo con fertilidad y abundancia
y con hojas de avellano desinflamaba heridas
y con besos de ardilla les curaba
las várices y con polvos siderales
de ternura, hemorroides.
Ella era la que cayó de soles al agua
del remanso; la que a todos los quiso,
sedentarios, y les daba hijos y nueces
en invierno.
Ella era la que dijo: «No se aparten.
No maten lo que esté en el cielo.
Coman el fruto de estas bayas.
Son mi carne, con mis besos molidos
en las piedras»; pero, en aquellos días de Eoceno,
días de 7,000 mil años, por lo menos,
aquellos hombres, sus liebres, se pasaron
de listos. Fabricaron lanzas,
y con ella se hirieron, fabricaron manos asesinas,
que ya no eran tan dulces y suaves
a sus senos, y la niña-Vieja como una estrella,
la Madre Ardilla, vehemente como Luna,
nutricia como soles en las nueces,
entristecía, no se dio abasto
con su cura antihemorrágica.
Ya no quiso seguir pariendo
a cazadores.


02-06-1978

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