y el silencio, tedio y suplicio.
Los solos ni a decir hola se atreven.
Los tristes beben cicuta y danzan con el viento.
Los nobles, los alegres, se evaden
en presencia de esta angustia.
La palabra sutilmente homicida,
filero verbal de canallada.
Aquí, en este lenguaje
de sospechoso inocuidad,
una flor es blasfemia,
cada rama se conforma con espinas.
Y la palabra dulce es extravío
y la gentileza se encara
con trámite de duelo.
Por eso voy a tan solo
y cumplo mi rutina y a veces
lloro con las horas en medio del barullo.
Y estoy en la colilla de un cigarro
y, solo a veces, de repente,
me encuentro con mi canto.
15-1-1978
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