Wednesday, July 25, 2007

Ontología dopaminal

No se entera nadie de la cosa
si el ente no se ontifica.
No se transmite lo que declara el verbo
como lujo, o lamento,
sin haber ontología.

La mona dopa;
la dopa, mina...
A menos que esa mina misteriosa
se vuelva excitatoria por oficio,
se ignora la palabra.
Lo animal fracasa.

La mina es una ruta mensajera
que no lleva a la plaza;
pero, sí, se desnuda,
se lanza, se regala, se saca del escote
las palomas.

Le gusta exhibirse, plena, calata,
sin inhibiciones ahí, donde nos gusta
Donde está tu más vieja cobija,
la cama de los siglos, subjetiva
tienda con trastos a la mano,
tus buenos ojos por la bagatela,
tu incial movimiento para pecar de vida
y surtir tus solutos
e inventar el beso
que lo nombra TODO
en la carne y en las ansias
y lo santigua en mundarro y zorro hueso.

El trajín es el drama de las cosas
y la dopa es monodrama cotidiano.
Quien nos oye y nos habla saldrá de la penumbra
y la sustancia negra de los sesos,
¡ay, como una mina, ay como una dopa!

2.

Aún así, las palabras requieren ser oídas
más allá de la bioquímica,
secas del amargo ahí,
porque aún la mina entristece
con su neura incolora
y llora el tango y se va, se aburre
y no hay canciones ni placeres si se va,
¡se muere Mina, mina, se dopa!


2-16-1997

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