Lo recóndito
«El tener uno y común el mundo se manifiesta a los que velan; en el sueño cada uno retorna dentro de sí»: Heráclito
En el día que dije a Mamá que ví en las Fiestas Patronales, el espectáculo de la Mujer de las Serpientes metida en una inmensa urna de cristal
Se necesitan más que los ojos para ver el mundo. No fuíste tú mi maestra.
Para ver el Arbol.
Para ver los quinarios de los quintos cielos.
Más que oídos destapados y pupilas vivas.
Más que la yema sensible de los dedos
para saber que el Sol quema y es una serpiente
moviéndose en espirales, porque los soles rotan.
Todo se mueve aunque parece quieto.
Se necesita más que olfato para saber
que en la redonda sartén de ese Sol embravecido
como granitos de maíz se aroman en la elipse
72 años que restallan y se vuelven palomitas
que uno come en la vida terrestre,
cual se come alrededor de la Plaza
las fritangas de las Fiestas Patronales
y hay cuatro Querubines que nos dicen los puntos cardinales
y cuatro ancianos que hablan del Aire, el Agua, la Tierra
y el Fuego, hay otoños para la vida germinante,
y abundancia en primavera, y hay veranos de Trópico
y uno anda desnudo para no sofocarse,
pero hay inviernos tranquilos y serenos
que nos quitan la asfixia, los calores,
las agresivas ínfulas de lo que no ha sido bueno.
Hay, en el centro de todo cuanto es llamado
la Rueda de la Vida, un retorno al Gran Sueño,
al que de veras vale y está dentro de uno
y lo tenemos común al Universo
y para ese Sueño no basta haber tenido
ojos despierto, olfato agudo, manos diestras y ágiles,
oídos poderosos como supe-antenas: ese Sueño
no ronca con la boca, no tiembla con los pasos.
Es lo más interior del Universo
aunque viva dentro de nosotros mismos.
06-03-1990 / Las vírgenes
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Jodidez y engaño
¿Pero qué jodidez hicíste conmigo?
... a mí que siendo joven, virgen, me afano
y aprendo la modestia y al Viejo Tiempo
lo llamo el más piadoso Anciano, porque me enseña
paciencia,
continuidad, disciplina, arduos días de trabajo
y vienes tú, disfrazada de anciana,
Atenea de las ciudades, con tirria,
a llenarme de devaluaciones, a decirme
arrogante, sacrílega, tal por cual.
¡Mira con qué jodidez me has menospreciado!
que no perdono la burla que me hicíste,
vestirte de viejita, como si fueras
Saturno en tu cosecha.
De nulípero insecto me trataste
y yo sacando geometrías del Caos,
sedas del Ath, la esencia, pariendo
el Orden con mi hilado, bebiendo pigmentos
para acertar al rey de los colores, invocando
estrellas de la elipse de mi Sol
y las constelaciones y tú... me mandas
al galillo viejo del carajo.
¡Qué jodidez, que ni Ishtar ni Inanna
tejería así con el destino. Ni una Gran Madre
madrea así, como madreaste conmigo.
Me mordíste,
escorpiona, con engaño que no esperé
de tu boca, inventaste castigo
para quien trabajara, pillaje hicístedel mérito
de quien te ha servido, me condenaste
eternamente, sin ninguna plusvalía,
y no, no. No me arrepiento, mejor me mato
que vivir avergonzada....
No es soberbia que lo diga: me enseñó
el Tiempo, el que no naciiera del casco
de la guerra, el tiempo silencioso
debajo de otro tiempo.
No me enseñó el Golem. Ni nada que no merezca
el nombre santo de Dios en la frente;
no la criatura del Dr. Frankenstein.
No nadie que invoque la furia destructiva.
Ni sea falso embrión, golem en Dam
sobre la tierra roja y el agua bendita de la Sangre.
Aprendí de los cuádruplos del Tau,
la trascendencia del espacio en que están mis huesos.
Del tiempo aprendí, siendo una Tonta ante Saturno.
Los cambios me compensan. Del más lento
de los planetas aprendí, del que está
sobre el Arbol de la Vida para que haya
estabilidad y cambio contínuo y sepa quiénes
son los dioses de las edades
y con qué mano se abre el glifo
de todo lo posible cuando se va cumpliendo.
Pero tú, disfrazada de anciana, me burlaste
y me hicíste colgar de un árbol externo
que no tiene esferas ni frutos,
árbol estéril, infecundo, y por eso hay
luto en la casa de los tontos,
los humildes y explotados.
¡Mira cómo te dejaste a mi padre
en Lidia con la pena, se murió su doncella,
la que hilaba, tejedora, costurera,
y no era diosa, era una simple chica
de provincia, una ardilla del campo,
una abejita obrera!
02-09-1980 / Indice: Las zonas del carácter
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Interrumpiste el orgasmo de las niñas
La cultura de la explotación lo primero
que instruye, bajo el disfraz de una Gran Sabiduría,
es que tú no tienes mérito,
que a tí no corresponde ninguna jerarquía,
a no ser la tensión de la angustia.
Que ninguna líbido es creativa.
Que las babas de tu sexo son lujurias profanas.
Que nada tienes que pueda ser llamado
La Sabiduría. Que lo Bueno viene de la loza,
no del campo. De palacios del Olimpo.
De telares de Atenas. DeUSzUS,
del artífice cojo, zurdo.
de las patas flacas
en los centros industriales.
Ahora todas somos como él.
Tu modelo desfigurador
para nombrar lo sacrílego,
seres arañados por tu envidia.
Feas, lisiadas, cojas en el alma,
colgadas a un palo, con los pies torcidos
mecidos bajo las ramas.
Ahora no es la horca voluntaria.
No cuelga el macho de barba desaliñada
y el pecho descubierto, inclinado sobre su yunque.
Tus personeros vulcanesco
productos de arsenicosis
y cánceres en la piel de tu Edad de Bronce
y metal, que no es oro alquímico
del alma... sino Hefesto con un hacha que no libera
a nadie, ni a tí, su hermana, Atenea,
sino en el gesto parricida,
que rompe las cadenas de oro
entre la Tierra y el Cielo
en que la Madre estuvo atada.
Y era Hera, en la era de esta guerra
de géneros; era Ella, la Madre en zonas mentales
de infortunio, en eras de joyerías y artificios,
de técnica inmoral, y condiciones,
era en que comenzó a culparse la afrodisia,
la esencia del Deseo y del emplazamiento.
22-10-1980
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Indice: Las zonas del carácter