Sunday, August 16, 2009

Consejos kantianos para El Flaco

Al crítico Dr. David Becerra (El Flaco) y al poeta Juan M. Bernal, PhD

La verdadera jungla de verdugos, chupasangres y destrampados está en la calle. No en la cárcel, a pura puerta... El es ese tipo de pez, pobre estúpido, feo, sin pizca de talento, sin más opción que el chingaqueditismo. Por tanto, con la compasión por los débiles lo que se logra es desarmar la praxis filosófica. Nos endeblecemos más.

¿Me sigues, flaco? Explicaré los extravíos de tu imperativo ético.

El anda tu rumbo por eso, se pervive con criminal instinto en aras de a quien chingar.

La filosofía del fuerte es torcer al más pendejo; la del más compadecido, siendo más insignificante, torcer al que tuerce y aplastar al pendejo y pedir que lo adoren tal cual es, porque, desde el juicio posible de la primera clasificación, si aplicamos una valoración del elemento sensual-estético, con el güevon que tiente se materializa la perfecta mierda...

Agarra la onda, pinche flaco. La vida no es fácil. Más o menos todos, dependemos de una ética. No hemos nacido con fortuna. ¡Tenemos que luchar, empujar a muchos importunos con los codos, amacizándonos! Para nosotros es importante la pregunta: ser o no ser. Nada tenemos asegurado, sólo las incertidumbres y el peligro de la chusma.

¿Todo por nada? ¡Sácale pues! Tienes tiempo ya para que estés verga y sepas el juego de quien se acercó a tí, como él, convertido en un limosnero y con garrote. Si no lo chingas tú, puede que sea él quien lo haga.

Figueira sabe a quién inspirar su empatía, pero eso no significa que tiene una noción de los imperativos categóricos. Lo alivianas hoy y ahí encima, o abajo, lo tendrás itching-like-crazy! Porque él es lo peor que pueda hallarse descrito como la segunda categoría, es decir, ese plexo referencial donde no hay estética plausible ni elementos sensuales que valorar, sino ética, garrote de la soba, lástima simiñoca, chingaqueditismo y arte de clavar en tu cabeza sobaquillos. Es gente peligrosa. Tú crías los cuervos. Ellos te sacan los ojos. Un gabacho, con el sistema y una academia a su favor, te saca los ojos y lo entiendes. Se preparó recursivamente, con toda ciencia para explotar; que venga el bruto infeliz, el más torpe mediocre y te saque los ojos, ¡eso sí que espanta!

¿Y luego? ¡Adiós y ni las gracias!

Sin embargo, en apariencia, paradójicamente, eres tú quien vas a oirlo en vez de hollar al bicho, como merece de una buena vez para no tenerlo itching-like-crazy on you.

¡Ay, las buenas conciencias!

Te maquillas de rosal, aromado de amor y piedad, te crees la flor y fruto del sorocho... Tan fácil, tan aparentemente bien que te la llevas y corres tras sus pedos. Con dos bisteques que él te saque a la semana, hizo su agosto. Su quincena de puta madre. Y un cafecito aquí y otro allá y te la mete doblada. Si vive con su jefa, con la miseria que el Welfare les da, ¿crees que robará a su madre para darte a tí cuando seas tú quien necesites?

¿Por qué crees que el mundo está tan jodido? Un escuadrón de cabrones, en el peor sentido de una ética (el garrote), está en cada esquina. Y dejan un saldo de podredumbre. No hay estética ni sustancia y, peor aún, no hay un saldo ostensible de conocimiento. El hombre bueno no aprende ni aunque lo desollen vivo, me cae.

¿Crees que él va a lograr algo, ilustre sobrevivencia, con su esfuerzo? ¡No, ya no! Fíjate: ni sabes al barrio que te metes, donde está la mayatada, te vas al slum, tragando millas en tu coche, si acaso él te llama. Cabrón y ahí vas tú como si él fuera una dolly-bird. What a shitty way to treat you!

¿Te beneficia ir y exponerte por sus maniacadas?...

Fíjate: conmigo eres codo. ¡Mira esa nevera sin cheves! Ni café tienes. Y, sin impedimentos ni cortapisas, te desvives por Figueira. Al verlo, ni modo, me curo. Zafadón que es. Mas lo triste es otra cosa: no va pareja esa relación. El te quita tiempo. ¡Mejor sál con las gabachas, tránsalas, pónte en control!

Sanguijuela, parásito, él no sabe nada. Se zafa gacho, delira. Es el hazmereir de Cal State, el más mamón. Claro... puede que te divierta... ¡yo qué sé! If he is skinning the live rabbit, si te pela la verga, tu problema es, flaco.

No digo otra cosa. Te conozco, mosco. Y la neta es que me está raro que estés ahí cuando él no te da nada. ¡Que yo sepa! Por eso digo, que yo sepa... ¿Quieres exponerte demasiado? Lo que trato de decirte es que quites esa espina de tu pinche rosal. El canijo que te ve la cara hoy, mañana te dejará morir. Tú, por tu carnal, sangre de tu sangre, no la llevas tan a toda madre. El vende mota, okay; pero Figueira es peor. El la compra. ¿Cómo se explica una cabeza llena de humo y estupidez?

Allá tú, flaco. Que pagues sus cafés cada vez que le veas o lo lleves a comer sus bisteques, allá tú. Que si necesita quebrada y no tiene feria, tú suples. ¡Allá tú!

¿Por qué? Quien se expuso suplantándole en par de cursos para aprobar sus exámenes y elevar su promedio, quien lo tienes en el college y gestionas para él financial aid, tú... y allá tú, cuando el sistema te venga con chingaderas y se vea que ese bato culero es, en rigor, un fraude y tú, su tapachín...

¿Por qué pasas tantos trabajos por ese cholo de la chingada? ¿Qué te da ese bato, raging queer, que no es caritas y con quien siquiera disfrutarás un mínimo rap-off sobre las ideas más elementales? At least we are graduate students. ¿Quién sabe si seamos la nueva generación de profesores y jefes departamentales de Cal State? Navegamos en conceptos, lo que él jamás podrá. Por de pronto, hay que buscar unos por qués y, entre cheve y cheve, si nos pajiamos en elucidaciones hasta la madrugada como hoy, así avanzamos hacia un proceso creador...

Flaco, lo que digo es que la gente es tonta. ¡Y tonto serás si te dejas! Contigo él no va parejo. A él pasas quebrada sin miramiento. Y desde la perspectiva en que voy analizando este caso y no porque yo sea mal pensado: me está raro que no tengas una visión realista de la generosidad. Tú sabes cómo pienso. La gratitud es una ficción. No vale que te quites de la boca el alimento que más bien haría por tí que en la jeta de los valemadres.

Tú has convertido a Figueira en una carga, tu carga en los riñones, lo volvíste una causa especial para tu estrés. Eres, quieras o no, su Affirmative action. Y sabes, tú mismo eres quien debes adorarte, alivianándote con lo poco que ganas, o lo que tienes. Este apartamento te cuesta, ¿no? Y te quejaste ayer de que ya no te vino el tax refund del Tío Sam, ¿eh?... porque los préstamos de estudios no son gratis. ¡Nada es gratis, cabrón, en esta echada del vivir! Has comenzado a pagar el viejo sorocho, tu madurar, tu seguir vivo. Aún lo verde y tierno se tiene que pudrir, ¿no?

¡Abajo el idealismo de los agarrapendejos!

... pero mira, por más cosméticos y ritos de falsa bondad, por más adjetivos de amor para este sorocho de espiritualismo, fruto hueco e incierto, vendrá una soba en caliente y pau pau pau, cae el pendejo. El mamón está tras la máscara, con su bendito sea el hombre bueno del que se provee a dentelladas. Bendito quien me da, bendito mi pendejo de turno.

Lo que va a catiar a lo gacho es la despedida. Su colmillo afilado, su audacia de cuervo. Es como el lobo hambriento, malegradecido, quien se va. O quien se acerca. Uno, por buena onda, quisiera tener al tonto, al jodido, en la mira de su bendición. ¿Para qué? Llega el día traicionero. Todo porque, en esta amarga, puta vida, los días son un desquite. Una mordidota mexicana... Y por su peso todo tiene que caer. Y no le busques. ¡Te van a chingar, flaco!

Escrito en San Diego y publicado en las revistas Expresiones (Venezuela) en 2000; anteriormente, en La Voz Fronteriza de University of California, La Jolla, en 1986



El corazón del monstruo

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