Sunday, August 16, 2009

Jesi, el pelón

Tras la consciencia reviven las trazas de lo visto, lo oído, lo vivenciado sexualmente en la prehistoria del yo que, en su articulación con los aconteceres del presente, se actualizan en recuerdos, fragmentos de recuerdos, en sueños, en fantasías, en una psiconeurosis: Piera Aulagnier

Un día mientras yo almorzaba, en un restaurante cercano a mi escuela, él puso un billete de cien dólares sobre mi mesa. ¿De quién pudo ser la ocurrencia si no de Jesse, el Pelón, como ya lo aluden mis colegas?, es decir, amigos que han sabido que el sujeto tiene, por costumbre, perseguirme, vigilar mis entradas y salidas.

A la edad de 30 años, más o menos la mía, Jesse es un gordo, con nalgas abultadas, casi calvo y con unos ojos vivos y procaces, de un color intenso. Sus párpados son abultados. Nariz chata. Cabeza redonda como una bola. Por cualquier lugar que se lo observe, es feo.

Sus brazos son tan peludos. Da la impresión de un degenerado, especialmente, por una risita nerviosa y unas gesticulaciones arbitrarias.

«¿Qué significa ésto?»

«Que puedes beber todos los vinos que quieras. Que yo invito, yo pago. Que tienes que ir a conocer a Shirley y hacerte el que no me conoces; pero sácale la información que necesito. Averigua si de veras está interesada en extender la ‘restriction order’ que me puso con la policía hasta la universidad, si de veras tiene otro novio y si va a declarar en favor de Kimberly».

«¡Rayos! No me gustan tus líos. Contrata un detective, págale a él».

«Te doy $200. Pón la cifra. $300, ¿qué dices?»

«No se trata de dinero. Es cuestión de principios».

«Tú eres mi único amigo en quien confío», dijo.

Por primera vez en mi vida, Jesse me llevaría a la alternativa de proferir a su persona que se vaya de mi vida al carajo y que me deje en paz. Que su amistad no me interesa. La otra noche estuvo a punto de provocar mi casta y mi ira. Fui prácticamente secuestrado por él.

Da pena ver a un ser tan solo y acomplejado. Tan despreciado por los demás, sin ser premeditamente criminal ni antipático. Es, más bien, un enfermo. Neurosicótico, como dice una amiga. O mejor dicho, si él se ubicara, se evitaría los problemas que tiene y buscar de mi ayuda tan desesperadamente. De un modo u otro, es un sujeto que quiere triunfar, aún con sus actitudes enfermizas. Sueña con imposibles. Es un churrullero y un majá. Aún no sabe volar con propias alas.

Si bien me mosconea y me tiene hasta el gollete, me causó lástima desde el primer día que lo ví.

Su familia es gente de rancho con ancestro mexicano. Gente trabajadora. El fue el primero que se graduó de la Escuela Secundaria. Además estudia ahora una licenciatura universitaria. ¿La terminará? ¡Averígualo, Vargas! Hasta el momento, con problemas académicos superables, lleva siete años en el empeño de obtener el diploma.

Los cursos en que tiene dificultad no son tan difíciles; únicamente, son cursos que requieren de su concentración, disciplina e interés. Cada vez que ha intentado pasarlos se enamora. Arrastra las cobijas y el mundo se le va a los pies.

Por comerse el tarro por ese amor insolícito de Shirley, ha logrado hastiarla. Ella traga quina cada vez que lo ve. Si antes lo admiró por su cuento del joven latino que se supera: el ejemplo que doy, ya lo tiene en menos. Pelmazo y holgazán ha de ser si cada día que ella meserea en un elegante, pequeño y exclusivo restaurante de Fashion Island, lo tiene como un clavo, desde que ella entra hasta que sale.

Ya no es tan joven. Ella sí.


En la universidad, sea Fullerton o UCI, los principales delincuentes son güeros. Ojalá por curiosidad nomás entraras al tipo de fiestas que se dan en las fraternidades, ¿qué crees que verás? si te dejaran entrar, ténlo por hecho, orgías, calzones de las güeritas y gabachillas, como Shirley y Kimberly, que vuelan por los aires, la mota que corre, la cerveza que fluye como río; pero, a la hora, de imponer castigos y responsabilidades, por nenas que se embarazan, o las ultrajan y los abortos que ellas se practican, sanciones a estudiantes que se las cogen en fila hasta diez batos, porque les echan drogas en sus bebidas, el culpable que se busca, cuyo lío sale en la prensa, es un moreno, o un mexicano. Nunca se desacredita al verdadero culpable…

A mí, como soy latino, me han querido chingar con esto del ‘restraining order’… mas yo tengo ésto, ‘mind over body’. Le sé buscar… Kimberly, otra muchacha a quien yo le gusto, es amiga de Shirley… Me acerqué a ella, siendo que ella me saludaba sin yo saber aún por qué. Ahí voy yo... ¡De muy galán, muy cortés! ‘How do you do, little thing? Hi, darling?’ ¿No harías tú lo mismo? Eso se llama educación, no es lo mismo que ir así como loco, ‘¡Qué pedo, güera, vamos al cuchi-cuchi, chaca-chaca!’… ¿Sabes qué quería la caraja de Kimberly? Darme el mensaje: ‘No molestes a mi amiga’. ¿Qué amiga? Shirley. ¿Por qué putas no me lo dice ella misma? Me envía sus pinchis mensajitos. ¡No! Que me dé la cara y la pulsera que le compré en Fashion Island, que todavía la estoy pagando…

Si yo fuera una persona, así como tú, con mucha verba, que parezca un licenciado, blanco como un gabacho… ahí te veo pues, pero no. Ahí me dice mi mamá que soy muy petacón para gustar a una gabacha, que no sea cochino y me busque una mujer latina porque ya me estoy quedando pa’ sacerdote pajero. Aunque sea a golpe de calcetín, a pie, pero seguro, voy por la que será la señora de mi vida…

Aunque no lo creas, estoy al loro. Observo, me planifico. Veo, ahí tu ejemplo. Si no supieras que eres divorciado, padre de una hija, te verías muy mal. No que te esté juzgando… Siempre estás con tus güeritas, tus mamacitas mexicanas al lado, sea para no discriminar… ¡El poeta y profesor, Carlos Marx, chingón del Caribe! … y estoy seguro que mides el billete. La otra vez ellas fueron la que pagaron. Sabes ganarte el respeto, que no se aprovechen de tí y que no sea, ‘venga pa’acá’, como mi jefa. Ella ni me lava ni me plancha. Cocina para ella y su hija, el marido de mi carnala y su nieta, quien ya desde chiquilla es viborita.

Vengo de una raza nacarrona, sin ambición, no sé tú… Otra madre, con tal de que su hijo vaya a la universidad, tendría su ropa decente, muy almidonada, su comida calientita, detallitos…

¡Carlos, mi vida no ha sido fácil! Por eso es que no voy a dejar que, en este país de la democracia, alguien venga a colgarme el sanbenito! … como si yo fuera un agresor sexual. Tú me has dado buenos consejos, ¿recuerdas cuando me ayudaste con unos cursos? Y te digo, lo que dije entonces… Yo no tengo miedo al fracaso y no es que no me pueda adaptar a la realidad de lo mío, que es mi familia y mi comunidad. Eso te lo dije desde siempre: ¡no puedo porque ellos me rechazan a mí por envidia! Quienes me desprecian son ellos, que me creen ‘el gabacho de la casa’. Un gabacho con su nopal en la frente. A mí no se me cayó el pelo por tonto. ¿Crees que tengo un nopal en la frente? No soy tan blanco como tú, pero saqué menos de lo indio y tapadote que mis carnales y que mi jefa. Eso es lo que ella no me perdona. Petacón eso sí, calvo porque soy preocupón... Dicen que los calvos son buenos amantes, mira el caso de Teddy Savalas, tremendo actor…


«No hagas comparaciones entre el gabacho y el indígena mexicano, menos si ese indígena es tu familia. No te induzcas dolor con compraciones, mas si son cosas tan superficiales dentro de la familia. Ellos se sienten ofendidos con tus comparaciones, lo ven como un desprecio tuyo. No como una descripción que pretende ser objetivo. Entonces, mejor cállate. Con quienes vives es con ellos, no con los gabachos... Quien ofende será ofendido, sea defensiva o agresivamente. No discutan ese tipo de cosas… Si te gustan más las muchachas blancas, anglosajonas, es tu gusto; no vayas a tu casa a menospreciar a las mexicanas. Te van a caer chinches si lo haces. ¿Querías sopes y un caldito caliente? ‘Pues que venga tu gabacha a dártelo’, ¿recuerdas que te dijeron éso? Vives en una casa con la mexicanada, pues, respétala. Dále a todo el mundo un lugar digno. A veces no sabemos decir lo que realmente sentimos. Hablamos con estereotipos churrilleros, mucho y sin sentido».

Ah, te pones de parte de ellos. ¡Qué amigo me gasto! Escucha... ¿Quién me dio la oportunidad de obtener una educación? El país gabacho. ‘That it is: The United States of America’. México ya vale gorro. No me dio nada. Si fuera por mis jefes, allá en México estaría en las milpas, rompiéndome el lomo, todo andrajoso y con guaraches… A mí me gusta lo bueno y, si mi jefa vino para acá, fue porque yo la traje. Se me volteó. Toda mi familia se ha puesto contra mí. ¿Qué? ¿Soy yo el único que tiene que pagar renta, si hay seis viviendo en la casa y cuatro de ellos trabajan? ¡No! Yo tengo que pagar el carro, comprar mi ropa, pagar las cuotas de la universidad… tengo gastos, gasolina, biles…

Sin embargo, mucha de la gasolina que él gasta es por darse paseos innecesarios, horas de inagotable valor que el subvierte como ocio y millaje, recorriendo como buey de la noria las calles de Newport Beach, agasajándose la vista con las gringuitas, en cada restaurant, pagando caro lo que podría comer más baratamente. Horas que pierde, en un estilo de vida para el cual no está preparado y no tiene con qué.

Me gusta ver esas casas que hacen en las colinas de Corona del Mar y ver los botes de vela, cuando parten de Balboa Peninsula para The Ensenada Race cada año, ¿has ido? A veces me voy a leer por donde está el Auto Ferry o Balboa Pier… yo quiero vivir en Newport Beach, ahora que me gradúe y comience a ganar dinero, rento o compro allá… ¡No, no me digas que estoy soñando! Ya no voy a golpe de calcetín, ya tengo mi carro, mi trabajito y sigo en la universidad.

He entendido lo que él hace. Se registra en doce créditos. Se da de baja a las dos semanas de otros seis créditos, se queda con dos clases y, por mirar el culo de las nenorras, se arriesga a fracasar otra vez en los que lleva.

«Me voy a leer al Ferry».

«¿A leer? Cuando quieras leer, o estudiar de verdad, haz un boquete en la tierra, estudia desde ahí», le dije. «Quien no se sabe concentrar, o tiene la mente en sus cojones, o los culitos de las viejas, mejor que ni le quite el tiempo a los maestros ni ocupe un lugar en el salón de clases. Eso cuesta, viejo», enfaticé.

En la tercera ocasión, casi pasado el año, me negué a colaborar con él, no sólo porque mi posición en la universidad fue diferente, simplemente, ya no quise. Sin embargo, él no me ha perdido de vista. Se me pega como lapa. Un term-paper que lo apruebe su maestro en algún curso se lo hago hasta con los pies.

Jesse o Jesi ha querido entrar en mi círculo, en mis privacías, sin el mínimo tacto. Entonces, por más que lo rehuyo, es un intruso que irrumpe donde nadie lo llama. Ya no puedo ir a ningún lugar donde no me lo encuentre. De ese mismo modo, espía a Shirley, una joven que conoció. Un día, tras yo salir del cine que está a sólo una cuadra de donde vivo, pasó en su carro. Lo detuvo y me ofreció llevarme a casa. No pensé que fue casualidad.

«¿Traes carro? ¡Te llevo!»

«Vivo cerca. Gracias».

No quería que viera exactamente dónde vivo. Abrió la puerta de pasajero y subí. El pendejo había detenido el tráfico. Arrancó y, en vez de llevarme a donde dije, yo su peor pendejo, condujo hacia West Newport, hacia el rumbo de Balboa Island. Protesté que no consultara mi disposición a ese viaje. Le dije que no vine preparado ni traje dinero conmigo. Con mi cara de perro, por enojo, evité decir más. Me sentía secuestrado.

«¡No te enojes! Te voy a pagar unos tragos. Es viernes».

El paisaje de Lido Península, Lido Isle y Harbor Island, se observa bellamente en la noche. No son mis rumbos habituales, pero me dí cuenta cuando entramos al Pacific Coast Highway y retomamos una calle hacia Newport Center y Fashion Island.

Jesse buscó por cierta calle a la vez que me daba indicaciones para que reconociera el condominio de seis pisos, donde vivía Shirley. Pasamos frente al edificio repetidas veces mientras él la maldecía:

…Cuando se les calienta la pepa a estas putas, lo que quieren es un negro… Shirley me puso una ‘restrain-order’ porque, al parecer, hay un negro, pinche cuervo, que está interesado en ella. Es que mi novia es un joyuyito ponedor, amigo. ¡Es tan linda; parece que no mata una mosca, pero le gusta vivir bien, divertirse de veras, con amigos pesudos! … Bien obsequiada y vámanos, te rayaste. Una pulserita como la que yo le regalé, unos aretes, y jala, uuuuyyyyyy.... Te atiende bien. Te da el teléfono… ¿Para qué, si no quiere nada conmigo, me dio su teléfono y la dirección de su apartamento? ¡Ella quiere conmigo!, pero va ese negro, todos los días va al restaurant… yo lo he visto. No me puedo arriesgar a que ella me vea, merodeándola de cerca, por el ‘restrain’. No quiere que yo vaya a crear problemas con su trabajo ni con su familia. El ‘building’ es de su familia…


«Creo que ella te miente. ¿Qué necesidad tiene de trabajar de mesera una estudiante de Fullerton, cuyos padres tienen un condominio de seis pisos en Newport Beach? Lo renta y uno de los apartamentos es para que ella lo viva... Y luego tú, ¿quieres casarte con una gringa millonaria? Por esa obsesión no te concentras...»

¿Qué? ¿no me la merezco? ¿Tienes la misma mentalidad de mi jefa? ¡No lo puedo creer, no! ¡De tí, a quien tengo por mi amigo más chingón! ¿Por qué tengo que buscar una india, o una mexicana? ¿A ver? Lo más difícil ya lo hice. Vine a los EE.UU., salté el charco, aprendí el inglés, tengo mi carrito… Cada año, si quiero, lo cambio. Saqué mi primer cartón del Santa Ana College y ahoritita el ‘bachelor’, otro cartón, para que las gabachas vean que los latinos somos chingones… Son pocos los latinos que se gradúan. Yo hago la lucha, no me rajo, por eso es que, aunque sean pocos créditos, agarro mis cursos cada semestre; voy lento, pero seguro… el año que viene, aplico para maestro. Voy por la credencial y me voy a mudar; ya no estoy para vivir en el garaje, pinche Santa Ana… imagínate que tu propia madre, te ponga a vivir en el garage, a tí que eres el profesional de la familia, ¿cómo te sentirías?…

En fin, por lo que entendí de su soliloquio, el pelón quiere imponer su protesta viril sobre toda mujer que conoce, aún contra su propia familia. No pienso que tiene una madre dominante, sino una mujer centrada. Ha faltado un padre. Su madre suple su rol. Piensa que cada mujer está para hacerle sus mandados.

Otro día Jesse se presentó ante tres jovencitas que suelen almorzar conmigo. Les dijo que es mi amigo, desde hace par de años, y que alguna de ellas ha de ser de mi especial interés porque estoy celoso. Avemaría, celoso de él. Mientras él, quien no tiene con quien platicar, en verdad, se queja de que yo acaparo a tres chavas, propone que le tengan lástima.

«¿Cuál de ustedes es su novia?», les preguntó.

«Somos sus amigas», dijeron.

¿Para qué fue eso? Comenzó a vigilar los pasos de cada una de ellas, con el mismo celo con que se dedicaba a espiar qué haría, al salir de la universidad, en sus horas libres, su mentada novia Shirley. Jesse iba al restaurante para verme con ellas.

«Tiene envidia de tí». me dijo la sicóloga.

Cuando lo descubro a cierta distancia, saluda con la mano, sonríe. No nos quita los ojos de encima.

«Véanlo en acción y aprendan», digo a mis compañeras.

Tan pronto llega a un lugar, lo primero que pretende es que las meseras se apresuren a atenderlo. Es impaciente y se queja por nimiedades, por todo. Que no hay azúcar para el café en su mesa, que el salero está medio vacío, que no hay un pote con salsa picante, o uno con palillos de dientes como sí lo hay en otras mesas. Quiere su mesa inmaculadamente limpia y pronta atención. Asegura que anda de prisa, pero se clava por horas cuando se le sirve, cosa de seguir en la tarea de su espionaje ad hoc.

Nunca está satisfecho si le asigna una mesera que no es de su gusto. Desea una guapa, juvenil, simpática, porque no tiene una noción de turno. Optaría por un chorro de chamacas atractivas sirviéndole como si fuera un rey, o galán televisivo, o millonario. Se figura que es un majá, un jeque con harem. Se jacta de dejar buenas propinas, es decir, el 30% o más de lo que ha consumido en un lugar donde casi ningún cliente deja nada.

«¿Será que es homosexual y que le gustas?»

Quien me pregunta, por cierto, es la sicóloga de la escuela donde enseño. La puse en antecedentes.

«Ese romance con Shirley puede que sea imaginario. Quizás es un sicópata. Si no es homosexual, ¿para qué te involucra en un asunto que él y ella deben aclarar? … ¿Estás seguro que no es maricón?»

«Seguro».

«¿Quieres que vayamos juntos a conocer a Shirley?»

Así lo hicimos. Todo lo que temía en torno a él fue verdad. Shirley no lo ama. Le devolvió la pulsera, cosa que no dice. Ya se siente más segura, libre de él. Y yo, sufriendo igual que ella antes. ¡Qué tonto!

El Distrito Escolar no lo contratará como auxiliar de maestro y, peor aún, Jesse acaba de perder su cargo como mensajero del Distrito. Llevar paquetes aquí y allá en una camioneta de la escuela. ¡Ni para eso sirve! Los dos cursos que llevara este semestre, en Fullerton, no los aprobó. Sacó D.

«¡Está jodido, pobre!»

¿Qué hará el pobre Jesse cuando no tenga el dinero que ganaba? ¿Qué hará si la policía lo detiene? ¿Qué hara cuando digamos que ahora somos 4 personas las que queremos que nos deje en paz?


4-2-2000 / De El corazón del monstruo

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