Tuesday, August 18, 2009

Textos de «Heideggerianas» y aproximación de Carlos López Dzur a Martin Heidegger




Por FREDRICK ALBERTO HIGGS, Ph. D. / Profesor de Filosofía

En su imaginativo acercamiento a la filosofía, al pensamiento hermenéutico y la ciencia cognitiva, con su método poético, Carlos López Dzur (CLD) da cara a Martin Heidegger, hace un aporte a su estudio, expone la riqueza del pensamiento heideggeriano y da un breve inventario de conclusiones. Es anticipable que una de las conclusiones suyas es que Heidegger de quien ha adoptado, con ironía, la metáfora del Zorro [1] para describir su actitud examinativa y crítica, no es el tal filósofo acrítico, perverso y demoníaco, que el Dr. Mark Lilla, entre tantos muchos, pone en la lista de los «pensadores temerarios» [2]

Carlos López Dzur, con más de una docena de libros de poesía, a cual más filosófico, en casi todos, deja claro que hay tendencias problemáticas que él no apoya de la posmodernidad, en especial, su nihilismo. Esto es muy diferente a vincular cada fracaso, social y humanístico, de la realidad presente, la mundanidad del hoy, al destruccionismo heideggeriano. CLD piensa que Heidegger acierta al decir que muchas de nuestras «certezas racionales», aquellas impulsadas por Newton y Kant para el discurso de la modernidad, con el emblema de la Razón autónoma, necesitan replantearse. Como han sido utilizadas y perpetuadas, las nociones de la Modernidad sin límites y metodologías de estos individuos, preconizadores de que ya somos dueños absolutos de la propia acción y el racionalismo metódico, ya no son tan convincentes.

No que CLD pretenda que haya que abolirse la Razón, que el pensar es irracional; pero se afilia a la Filosofía de la Sospecha y ésto lo lleva al estudio, primero de Nietzsche y luego del Zorro mayor, como llama cariñosamente a Martin Heidegger. En términos de su enfoque político-social de la realidad económica y la interacción con la comunidad y otras naciones, CLD cree que las razones críticas se instrumentan en la izquierda. El marxismo no se ha agotado. Tiene riqueza crítica y fiscalizatoria y, sin embargo, otros aspectos del pensamiento del hombre ante sí mismo y ante el cosmos, no lo abocan al rechazo de la razón trascendental. Quizás por ésto se acerca a Heidegger. Con él, se entrena en la astucia de los zorros, en este momento epocal o Era de la Técnica, donde la industria del ocio, la novelería y la tontez, como dice el escritor argentino Robert Aruj, «reducen a pacotilla las obras del espíritu». [3]

El libro al que refiero es el poemario Heideggerianas. Conozco variantes de los textos y estoy advertido por CLD que las mismas irán desapareciendo de la red y las bitácoras personales, «en la medida en que medite más sobre cada poema y entienda que lo revisado ya conviene que sea parte de la colección en el Indice». Será el Indice / Heideggerianas. Selecciono del Indice los textos que comentaré y asociaré a lo que son sus apreciaciones sobre el filósofo alemán y lo que CLD valora como lo más significativo de su enorme obra filósofica.

El poeta está interesado en la mundaneidad del mundo, no en la topología del Ser, el Lugar y el Mundo, de la que Hubert L. Dreyfus y Jeff Malpas han convenido en llamar el aporte heideggeriano a la «inteligencia artificial», parienta de la mathesis universalis de Leibniz. En el mundo de la sicología norteamericana, Dreyfus es uno de los introductores del deseo heideggeriano que consiste en preguntar por el mundo y la interioridad, una cultura de reflexión con premisas profundas. CLD opina que es Dreyfus uno de los nuevos estudiosos de Heidegger y quien propone su rescate práctico, no sólo para el mundo académico, sino para todos. «Heidegger puede ser muy cotidiano, pese a su raro lenguaje». Dreyfus lo inmiscuye con el desarrollo de destrezas para la vida diaria, las intencionalidades de la religión y las práctica de negocios, o de cuidado médico. Y Heidegger merece eso y, sin embargo, CLD alega en sus poemas que el «Heidegger aplicado a todo», cuasi prosaico, de Dreyfus y otros estadounidenses que juegan al empirismo y la topología con la Hermenéutica y Analítica de Heidegger, a la postre son tareas simplificadoras.

A Dreyfus se le reconoce como «the primary introducer and interpreter of Martin Heidegger's work to the world of information technology». Este «Applied Heidegger» de su libro Heidegger, Coping, and Cognitive Science: Essays in Honor [dos volúmenes al cuidado de los editores Mark Wrathall y Jeff Malpas, The MIT Press, 2000], en el poemario de CLD cede su lugar al interés por el planteamiento radical y duradero [de lo que es la función y lugar que debe tener el Dasein / la persona humana / en la naturaleza como una totalidad], según Martin Heidegger. En esta totalidad, que no busca una visión unívoca de mundo, sino senderos de pensamiento y de preguntar, nada hay constreñido ni predeterminado por los bagajes epistemológicos y culturales. Lo que Carlos López Dzur valorará con su lenguaje poético y filosófico, en su presentación heideggeriana, es la evaluación del concepto de la ética en la metafísica occidental y que en Heidegger es su regreso a la experiencia del Ethos de los pre-socráticos griegos.

Para Heidegger, el ethos es el terreno esencial del Ser, la fuente desde donde la verdad emerge. El reflexiona sobre esta morada de los seres humanos pues en ésta se encuentra su esencia más profunda. William McNeill, en su libro The Time of Life: Heidegger and Ethos [State University of New York Press: 2007], explica que: «In this original dimension of the word ethos thinking grasps the truth of Being as the primordial element of human being. Ethos is situated beyond every normative morality; yet it provides the ground for thinking about the issues on which we have to decide. It is that from which `values' are ultimately derived. In the unfolding essence of human beings, it is the source of that feature of human beings that `cares'».

Más que el enfoque topológico, o post-metafísico de la Analítica Heideggeriana, la colección de poemas de López Dzur se centran en examinar los temas característicos de la Filosofía Trascendental, inaugurada por Kant y cómo Heidegger se conduce ante éstos: subjetividad, juicio, intencionalidad, verdad, práctica e idealismo. Es evidente que el libro de López reconoce un Heidegger Trascendental y es la importancia que Martin Heidegger concede a la poesía la que hace que López Dzur dude de que el preconizado Heidegger topológico y dizque obseso con las normas de la inteligencia artificial, sea el Heidegger filosófico y analítico que admira.

No está demás decirlo, ésta es una observación de McNeill y CLD es consciente de la misma: No hay necesidad de sucumbir a la expectativa, casi obligatoria, «to waste yet ever more paper on Heidegger's alleged `Nazi-past'. In a prevalent rush to demonise him, his brief involvement in the early thirties is often used to paint him as a rather despicable person, whose philosophical writings must be approached with the utmost care, lest one is contaminated by the underlying, insidious virus of National Socialism». Para aludir a ese alegado pasado Nazi y explicar su actitud ante los acusadores demonizantes, CLD escribió el texto Ellos y tú:

Te has vuelto contra el pensar de ellos.
Pensando estás contra lo pensado
para mejor servir al pensar.
Ellos quieren lo fijo, su vieja metafísica.
Tú, en el modo de la ausencia,
das un paso atrás procurando lo impensado,
ese salto que el conceptualismo traiciona
y lo vuelve su excusa de perpetuación
y dominio. Eres más honesto que ellos.
Hay muchos acusadores que mientan
que el mundo carece de sentido,
la mundaneidad del mundo
es un ser-tranquilizado
(en formas de tiranía que son peores
que las que alguna vez sustentaras
cuando de golpe y a sordas descubren
tu lugar y tu prestigio; tú no contaste
con la injusticia sucesiva
de sus rincones tranquilos de truhanes.
Que el que busca, ya con estómago lleno,
lo ha resuelto todo para sí, hasta la definición
de aquello que es morada,
praxis del ethos).

Para ellos es la razón pedirte que te calles
status quo te piden, que nos vayas más allá
ni retrocedas, que no mientes un ser
que aún necesita ser pensado
porque el mundo no es axioma autoreferencial
de Razón fija y de poder en el puño.
Son ellos los que hasta el día de hoy van a acusarte.
Un error, si lo hay, es perpetuo y eterno
estatus sospechoso.
Tú eres, con la Filosofía Sospechosa,
el crítico verdadero, el buscador,
el predictor de angustia.

Tú no hablarás de felicidad y amor
en los mismos marcos teóricos que ellos
quienes abrieron la destrucción del pasado
para echarte la culpa y no pensar
el sentido del ser como una puerta abierta
para todos. Este mundo es más dinámico
que el estático mundo de fantasmas
y de cosas fijas, como el propio bocado
y el albergue donde se esconden
los huesos.

¿Qué te dejan esos metafísicos hipotecados
a un tiempo que todo manipula y lo vuelve
producción, planificaciones, control
y trato con cosas, nada más?
¿Qué te dejan, Zorro, en ese escenario
de supervivencia de lo cotidiano?
Desterramiento, Heimatlosigkeit.
Abandono del hogar, verte fuera de tu ser.
Que no haya más sentido que el de ellos,
su poder configurado para planes
en el que ya no sirvas para nada,
no para otra cosa, que la sombra
de sus cálculos.

[De Heideggerianas, «Ellos y tú»]

Este poema es una crítica al sentido moral de la civilización occidental posmoderna que cree que se puede vivir sin un marco fundante de ethos y, aún así, afirmar que se tiene resuelto el estudio del Bien y el Mal. Los «ellos» que CLD refiere en el poema son los que piensan que el «Cuidado», como doctrina ética, es sólo una manera sicológica de comportamiento, o una serie de derechos y deberes. Estos imperativos morales, manipulados para que sean el «escenario de supervivencia de lo cotidiano», sobajan como pre-moderno, esto es, bárbaro y primitivo, otras formas de inteligencia y se aseguran el eurocentrismo y la pretensión universalista de las filosofías del cálculo y la ventaja. CLD dice que ésta es una vieja metafísica:

... esos metafísicos hipotecados
a un tiempo que todo manipula y lo vuelve
producción, planificaciones, control
y trato con cosas, nada más...

Cuidamos las cosas, el poder y la administración eficiente del tiempo; pero no al hombre, a los pueblos. El Cuidado no está referido a lo que es más importante que es la experiencia vivencial (Erlebnis). Y la experiencia vivencial, pese a sus nexos con la razón, tiene que ver con el arraigamiento subconsciente del hombre, como el In-der-Welt-Sein de Heidegger. Con sentimientos y emociones. La totalidad de la experiencia vivencial debe tomar en cuenta los cuatro momentos de la temporalidad: pasado, presente, futuro y la parte en cada uno que se introduce en el otro para darle vigencia, esto es: la Presencia. Cuando no se cuenta con la «Presencia», se destruye el pasado. El mundo se siente estático y tedioso, carente de dinamismo, sin vigencia de sus ricos aspectos previos. Cuando no se ha tomado el cuidado de la Presencia, el mundo es lo más parecido a las «cosas fijas», donde la tranquilidad es fastidiosa y espectral, no se sabe el valor de lo que fue ni se respeta lo que llegará a ser. La Presencia es necesaria, en cuanto y por cuanto, hay una impermanencia o caducidad de las cosas y ésto es algo que el ser del hombre experimenta vivamente. Sin la Presencia, el hombre estaría expuesto permanentemente a la nihilidad.

Keiji Nishitani, el ultimo gran representante de la Escuela de Kioto y discipulo de Heidegger en Alemania, en su libro La religión y la nada [Ediciones Siruela, 1999], se ubica cerca del concepto heideggeriano de la Presencia, al decir que el Yo mismo, el ser, es el propio fundamento y que, sin embargo, el Karma del Yo, la existencia cargada de deudas, «nuestro ser en el tiempo», «no consigue regresar allí sin más». Debe cumplir con su «transitar por el tiempo interminablemente en busca del fundamento del yo». «Puede decirse que el Dasein humano emerge de la conformación de la forma de lo humano y la transformación del ser en un todo único. En el fondo de nuestro ser humano reside un nivel de puro ser más allá de cualquier determinación de lo humano» [4].

El hombre kármico, el que transita interminablemente en esa búsqueda de un nivel puro, «más allá de cualquier determinación de lo humano», es que López Dzur presenta diciendo que está «rompiéndose el corazón en los peldaños».

Sepan que los objetos temáticos de la ciencia
no arrebatarán del todo
la espora germinante y el bejín,
las vocaciones de este animal humano.

Se aprende, por igual, de la emocion,
rompiéndose el corazón en los peldaños.

[Heideggerianas: Rompiéndonos el corazón en los peldaños]

Con la metáfora de la «espora germinante» y de lo que no puede serle «arrebatado», «aún por los objetos temáticos de la ciencia», está aludida la «donación originaria de la Presencia», su por-venir y su ad-venir. «El ser, como el tiempo, entran en presencia, o más bien no son otra cosa que la llegada a presencia de todo aquello que es. Esta presencia no se deriva de otra cosa que ella misma». Esta Presencia, alojada en el corazón del ser y el tiempo, es la «verdad del ser y la verdad del tiempo, das Ereignis» [Alain Boutot, Heidegger, 1995]

Entre los poemas más interesantes de Heideggerianas que CLD dedica al tema de la Presencia (Ereignis) están: Transpropiación del acontecer / Ereignis y Mi tesoro, el lenguaje.

Del primero son los versos que dicen:

Construye tu propio Acontecer, la mutua dimensión
de tu ser y el futuro. Dí: «Soy posible». Hurga el pasado.
Decide en el presente; pero que sean tus tiempos infinitos
como el mismísimo espacio, como expansivo es el cosmos.

En este largo poema, en el fragmento 6, agrega:

Tú no eres un objeto más, Carlos.
Eres la dignidad de la energía, el preguntante,
el heredero del Ereignis: forjas el Acontecer
y lo transpropias. Cree tu grandeza, sé el poeta.

Llénate de fuego como si la zarza del monte
te consumiera por dentro, sé profeta.
Cede el Espíritu como un ente que al Otro
reconstruye muchos tiempos.
Hay muchos tiempos, Carlos, aunque no sean
los tiempos absolutos ni los seres perfectos.

No promociones la impostura ni autorices trampolines
para plegarse ante el Amo y hacerlo más Verdugo.
No busques ad perpetuum el placer primario
ni la neurosis universal de falsos templos.

Cura, cuida, preocúpate, Dios es la Sorge del estar
con terco grito, vivo desde los huesos, en fe incondicional
por este Ser que lame el tiempo y transpropia aconteceres.

[Heideggerianas, en: Op. cit]

Obviamente, estos poemas traen consigo otros temas heideggerianos: como son la Cura (Sorge) y el Cuidado ante el Amo y el Verdugo. En ¿Qué es metafísica?, Heidegger discute en torno al experimentar el Cuidado diciendo que «el Dasein persiste en el ser y este persistir (que es una forma de soportar)... es un curarse en el tiempo». El tiempo intranquiliza, o inquieta, cuando se vuelve demanda y mútiples trastornos. El tiempo puede conducir, sin la Presencia unificadora, a extravío y perdición. «Curarse del tiempo quiere decir cuidarse de él, ponerse a salvo». Para Heidegger es darse un gobierno a sí mismo, un dejar de ser gobernado por el cuidado de la autoridad. En el poema de López Dzur, esta definición heideggeriana es claramente expresada cuando dice: «No promociones la impostura ni autorices trampolines / para plegarse ante el Amo y hacerlo más Verdugo. / No busques ad perpetuum el placer primario / ni la neurosis universal de falsos templos». [Transpropiación del acontecer / Ereignis].

Otro poema sobre «al acontecimiento apropiador (¡ah, la Ereignis!)» es Mi tesoro, el lenguaje y en el mismo se evidencia los avisos de CLD a «cuidarse» de varios cosas: lo escandaloso, el apego a los enseres, la huída de la autenticidad, de la pregunta por el Ser y, cuidarse, sí, como la principal de ellas, de la técnica.

Ahora que nada tengo en certidumbre,
la tristeza me viene como un rezo,
la angustia arde como si fuera un pabilo
y yo me abrigo en lo más oscuro de la mecha.

La técnica aconseja lo que sabe: ¡déjate dominar
y come de mi escándalo! El pensar meditante
para nada te sirve; yo soy la que uno
las cucharas al plato y te digo:

«¡Pobre eres, pero civilizado!
Olvidado; pero atado al pie
de mis enseres, oscuro, pero amarrado
al acontecimiento apropiador
(¡ah, la Ereignis!) no porque te lo pida.
Eres jodidamente libre y subjetivo».

Ahora, que no sé objetivar lo ahí dado,
que los eventos me huyen, como si fuera leproso,
que los sucesos espacio-temporales son
tan fantasmagóricos, nombro las cosas a gritos.

Invoco y llamo, ¿qué importa que no sepa
lo que llamo? ... si nada tengo, si soy ínfimo humano,
triste, perjudicado, remordido, contraproducente...

Y es por eso que digo estas cosas:
para ser lo unico que soy y lo unico que puedo,
para ser tal como soy y me permite el lenguaje
con que grito, para ser el poeta
que se rasca la angustia de los huesos...

29-9-2002 / [En Heideggerianas]

Ya que la pregunta y apropiación del Ser se da en el tiempo, porque el ser es de esencia suspensiva, «de época», le mejor misión o proyecto que pueda darse una persona ha de ser la que le permite conocer quiénes somos. «What sort of beings we are and how our being is bound up with our place in the world», como dice McNeill. «It provides essential guidance and grounding for responsibility». El primer poema de la colección Heideggerianas es La echada. Partiendo de que el hombre es un ser arrojado, echado al mundo, para quien lo mejor que le acontecerá es lo que está por-venir, lo adviniente, CLD comienza a presentarnos al Dasein / a la persona. Utiliza la primera persona gramatical para presentar los recursos con los que cuenta un hombre para conocerse a sí mismo y ser mejor que el hombre-masa. La echada es un poema sobre la endopatía, el ser-con-otros, no para escapar la responsabilidad de conocerse a sí mismo, sino para que aprenda a bendecir la exitencia en solidaridad y el temple franco. Con lo que Heidegger ha descrito como el Proyecto, o estructura del poder-ser, comienza lo iniciante de la conducta.

Escarbaré hasta donde tengas tus pies enterrados.
Con gran cuidado lo haré, co-existiendo contigo
en el Bendito seas del ahí.

[Heideggerianas, La echada]

En el contexto del cuidarse imprescindible, de sí mismo, por causa del extravío, y de la sociedad que se asume como horda y rebaño, así como las fuerzas de la auioridad civil y de la tecnología, el segundo poema que CLD es Nunca me ha gustado la caída. Utiliza una ilustración que nos refiere a Pigmalión y la roca que empuja cuesta arriba. La caída alude a las tentativas fallidas con tan ingente empresa. Mas pese a este dolor frustrante, cargar la roca, implica el proyecto.

No sea yo este intrincado precipicio
de vacíos, fosa de erranzas que son sólo penumbras.
Esta existencia quiere un fin y lo circunda,
lo espía, lo ha llamado destino de sí mismo,
sed de estar hacia él, hombre real
que no quiere un falso señorío, sino verdad.

En el poema hay el asomo a la temática de la luz que se encuentra en Heidegger y su finalidad.

Estoy tan lleno de mandatos, de juicios,
que me olvidé en las cosas
y mi ciencia no piensa ni me técnica mide.
La Chusma me desfonda y nada existe
ya que a mí corresponda,
a no ser esta pobreza inicial con que te solicito:
¡Déjate ver, aparece! como irrumpe el rayo
y muestra la luz dentro de lo oscuro,
alumbra mi caída, renova mi lenguaje
para que sea el fundamento.
Nunca lo pude dominar,
nunca me ha gustado
esta caída.

[Heideggerianas: loc. cit.]

La tenacidad del proyecto y la perseverancia de la búsqueda se intensifica en el poema de la colección Logía, sacar el ente de lo oculto. Es una reflexión sobre la Caída / Verfallen, pero, con que se asume la hermenéutca de la existencia y la ontología fenomenológica. CLD cita como introducción al poema de cinco partes una reflexión de Martin Heidegger, cuando dijo: «Hay muchos fenómenos que, o no han sido todavía develados o se hallan en lo turbio. Fenómeno es, en este caso, lo que se-muestra-a sí-mismo; filosofía, por consiguiente, ontología fenomenológica universal que arranca de la hermenéutica de la Existencia». El poema sigue explicitando lo que es Caida; pero, ya con el texto Verfallen / el Decaer, la pintura de los decaídos y los decadentes es conclusiva:

Los decaídos preguntan con azoro
por cosas que no le importan
ni le vienen de suyo.

Los decandentes se tragan el mundo
aunque después lo vomiten.
Se aferran a progresos culturales
que no impactan sus vidas
como el chisme lo hace.

Cayeron y no sienten la caída.
Pretenden que son imprescindibles e inmortales.
¡Más que vivir, se perviven en flote!
La corriente los lleva, creyendo así
que avanzan hacia alguna parte.

[Heideggerianas, loc. cit.]

En un poema titulado El gran por qué, hay un comentario sobre la subjetividad (el anhelo de «ser Uno Mismo») y la ruptura de un diálogo «Tú-a-Tú», con el que CLD se refiere al paso de una «subjetividad condicionada a la de una subjetividad desencadenada». Este es el proceso en la historia filosófica que va de Descartes a Hegel y Nietzsche. El momento que se describe, en este interrogatorio del Dasein, es el que, con Hegel; y Nietzsche, ha llevado «la filosofía de la subjetividad a su máximo grado de desarrollo». La substancia, con Descartes, ya había dejado de ser el fundamento de la verdad y su lugar es ocupado por el sujeto (ego cogito) que, con Hegel se convierte en Sujeto Absoluto. Con Nietzsche para un mayor momento de tensión, el sujeto destrona al Dios cristiano, su metafísica y su moral. El Dasein de esta catadura crea la «libertad absoluta» como su herramienta «para encarnar la tarea de dar sentido y valor a las cosas».

El hablante de este poema es la subjetividad desencadenada. «Este hablante poético», ha explicado el propio poeta, representa al filósofo moderno que —contrario los metafísicos antiguos y medievales postulaban la existencia de un Ente Supremo que podía ser, como determinante de entes menores, el Bien de Platón, el Motor Inmóvil de Aristóteles o el Dios cristiano. Ahora — el ente es pensado desde la subjetividad del sujeto. El sujeto está buscando un diálogo con el alma, o el Ser, con un sentido de culpa. Cree que el alma / o Alma, si que existe, trascendentalmente, lo desconoce. Es la idea de mi poema como el filósfo como salteador o ladrón».

No soy lo que el alma quiere y la relación esencial
semi-condena. Me pierdo. No sabe mínimamente
el alma si yo sufro, excepto que no me aparto del mundo
(no sé a dónde ir para ser bueno, no sé ir ... sino a la muerte).

[...]

y el alma me desconoce
como si no fuera mía, todavía es muda y flaca transparencia
y yo, como extraña forma que rehuye, salteador
que la busca con ánimo de robo...

En el texto de López Dzur, el hablante-filósofo que echa de menos el Tú-a-Tú y la visión de un sospechado paraíso perdido (el de las «relaciones esenciales» que hoy su alma no tiene, a pesar de que se llama Selbstein). Este hablante es el hijo pródigo, u olvidadizo por disipador, que vislumbró como los primeros filósofos «el misterio del ser». Heidegger dice que «los filósofos presocráticos estuvieron más cerca del ser que los filósofos posteriores». Este hablante de El Gran Por Qué, siente que su camino es «un Claro mediocre y confuso». Y experimenta culpa.

La culpa es reiterada en el estilo interrogativo, despechado y, al mismo tiempo, pesimista del poema. El Claro mediocre es una referencia al tópico del olvido del ser (olvido de la diferencia entre ser y ente) que se encuentra ampliamente discutida por Heidegger y en toda la historia de la Metafísica. Heidegger destaca que: «En la historia del pensamiento occidental y, sin duda, desde sus mismos inicios, el ente ha sido pensado respecto del ser, pero la verdad del ser ha permanecido impensada». Por su parte, CLD habla de esta historia del olvido como «la historia de las enunciaciones / y las huídas y los mugres raseros, dizque organizaciones». López Dzur refiere al más envilecido Dasein característico de esta época del Olvido, el Nihilismo o de la muerte de la Metafísica, que como la tecnocracia «son la expresión de la subjetividad desencadenada», con la metáfora de las hienas, a la que contrasta con los zorros desde su zoografía filosófica. Es en el texto La hiena moderna y el zorro eterno que López nos hablará sobre:

[...] la hiena caníbal que, en la piel del tiempo,
se conforma con carroña, con historia sin proyecto,
con vuelos nocturnos, brujerías que la engaña
con demonios de rondalla...

... cluecas mentiras... puros entes inventados,
rompepoyos del envilecimiento,
cofradías de haraganes, sin espíritu.

El envilecimiento de la subjetividad desencadenada, ocasionada por «desmoronamiento del mundo suprasensible», la muerte de Dios preconizada por Nietzsche, y el Olvido del Ser, hacen que la persona sustituya el vacío que generó el olvido del ser con la fabricación en serie, la ininterrumpida producción técnica. La hiena es una voraz consumidora de materias primas. Es la técnica como caníbal que depreca y suprime lo Eterno y al zorro que lo sosprcha. La hiena que, en su violencia y sed de consumo, cree que todo se vale por la mera meta de sobrevivir cotidianamente y cree ya no hay guías...

ante estructuras vivientes, matemáticas,
espirales infinitas de los Tiempos Sagrados,
gestos paradigmáticos de geometría invisible,
puertas hacia la Luz...

Si bien la Técnica «nos ha permitido dominar el mundo, el precio que hemos debido pagar para ello ha sido muy grande: ocultar nuestro ser y alterar nuestra relación con las cosas» [Jonathan Rée, op. cit.]

También CLD se aproxima a reflexiones sobre la influencia del pensamiento griego como un decisivo elemento para el desarrollo filosófico de Heidegger y la originalidad con que valora el lugar pionero que los griegos tienen en la historia de la filosofía. Muchos intérpretes de Heidegger que, además son críticos acerbos de la supremacía cultural de Occidente, piensan que cuando éste dice que la «filosofía es griega» está dando vivas a un complejo de superioridad por parte de la racionalidad occidental y menospreciando otras formas de inteligencia. Admira él, al construir el sentido del «proyecto», la temporalidad entendida como Ser-Ahí, pues para que exista consciencia de historia y civilización, el ser es el tiempo tramitado por la Presencia. El tiempo es esencial para el ser. En su concepto del tiempo, para la persona y para las sociedades, el Dasein es inescapablemete la posibilidad más extrema de ser y es ell tiempo mismo, «encaminado hacia su haber-sido», la muerte. Esto se captura en el texto Angustia, donde CLD documenta la idea heideggeriana:

La muerte abre su boca y nos espera
y aún ni queremos ser
ni queremos haber-sido.

[Heideggerianas, loc. cit.]

CLD indica que acusar a Heidegger de ser uno de los destructores de la posibilidad de construir la historicidad y la concepción filosófica de la libertad y, al mismo tiempo, descubrir sus escritos sobre las diferencias entre la historiografía y la meditación es algo que contradice a las interpretaciones de sus detractores. «La diferencia entre la consideración historiográfica y la meditación histórica no es ninguna construcción del pensamiento, especulativa y que vuela libremente, sino el ser-necesario más duro de una decisión, cuya aceptación o negligencia es decisiva sobre nosotros mismos y sobre nuestra determinación de la historia» [5].

Por supuesto, no es cuestión de preferencias el hecho de si la Historia debe concebirse como negativa. Suele decirse que el pesimismo histórico es la base del pesimismo cultural, o su imagen invertida, según la frase de Arthur Herman, quien en su libro La idea de decadencia en la historia occidental [Ed. Andres Bello: 1999] discute como señales del saldo negativo «el fracaso de la democracia moderna, la pérdida de identidad en la sociedad de masas, la amenaza del capitalismo corporativo y es estado policial informatizado» [6]

En el poema La libertad doliente, CLD da un comentario por el que se suele señalar a Heidegger como un pensador pesimista.

La historia elucida dolor y atropello, caos
y desorden; pero el valiente combate,
el solidario instruye, la misericordia intercede
y el heroísmo se crece; contradictoria es la historia
y no determina por siempre; el determinismo
de Dios se vence y se quebranta y los ángeles
son los laicos que en justicia y paz dan paz,
bendicen, optan la libertad doliente.

[Heideggerianas, loc. cit.]

Cuando CLD añade al poema sobre la historia como elucidario de dolor, lo que puede suceder al mismo tiempo como saldo positivo, implicita el hecho de que el Dasein (Ser-Ahí) que tiene la muerte y el atropello como su haber-sido (historia más propia), ahí puede experimentarse la autenticidad e historicidad, ya que puede encaminarse a un futuro. La historicidad considera siempre algo a lo que se puede volver transformativamente. Por tanto, no es algo cerrado ni perdido. En la existencia cotidiana, no está la historia, más bien, una pseudo-historia.

El consuelo práctico del Dasein es «mantenerse en la anticipación de la muerte; anticipación que no es otra cosa que el futuro propio y singular del respectivo Dasein. En esta anticipación, el Dasein es su futuro, de tal manera que, siendo este futuro, es a la vez su pasado y su presente: es él mismo en su autenticidad propia» [7]. Esto quiere decir que hay diferencias entre el ser-propio (el yo soy) y el ser-con-otros. La cotidianidad de unos y otros cambia.

En Heideggerianas, estos cambios en las posibilidades propias del Dasein se reflejan con estos versos de La libertad doliente:

El determinismo ha muerto aunque con éste
haya nacido el desamparo y la mala consciencia.
La biología es pobreza inducida por sus patologías;
pero, ¡cuánto cautiva la forma de lo hermoso,
la grandeza viviente del paisaje, la adhesión armoniosa
de la gente grata, el hábitat que triunfa sin violencia.

Aquí se describe al Dasein que se despliega en la existencia auténtica, no cotidiana. Lo más común es el descanso adormecido del Dasein en el Uno (Das Man), donde las posibilidades propias del Dasein se oscurecen, o se vuelven impropias.



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Notas bibliogróficas


[1] La metáfora del Zorro se puso en evidencia en una reseña del libro Los pensadores temerarios [Editorial Debate, Barcelona, 2004] de Mark Lilla, titulada Heidegger, el zorro y otras fábulas de la imprudencia. La edición trae un prólogo de Enrique Krauze y es una traducción al español de Nora Catelli. También hay una alusión a Heidegger llamándose a sí mismo «Zorro» en un libro de Hanna Arendt. En 1953, en una nota de su diario Arendt «como parte de un libro-homenaje al ya octogenario filósofo», cita: «Heidegger afirma, con gran orgullo: ‘La gente dice que Heidegger es un zorro». [Hanna Arendt: Ensayos de comprensión, 1930-1954, Caparrós Editores. 1969]. Seguramente, este texto es que Lilla utiliza y el reseñista de las fábulas de imprudencia utiliza para aseverar que «había una vez un zorro tan poco zorro que no sólo se la pasaba cayendo en la trampa, sino que ni siquiera sabía la diferencia entre lo que es y no es una trampa... Aquel zorro tenía, además, otro defecto: algo fallaba en su pelaje que este no alcanzaba a protegerlo de las vicisitudes de su vida de zorro. Luego de pasar su juventud rondando las trampas que ponía la gente y dejándose, por decirlo así, la piel en ellas, nuestro zorro decidió retirarse por completo del mundo y ponerse a hacer una madriguera para él solo». López Dzur dice que ésta es la apreciación más prejuiciosa, desde una lectura política, que se hace de lo que Heidegger discute filosóficamente como Desterramiento, Heimatlosigkeit. Y, en una entrevista que el poeta concediera y publicada en la revista Sequoyah Virtual, con el título Paisaje, empatía, la Fuente en la Montaña, discute lo que realmente entiende que es el Zorro y cómo utiliza sus implicaciones en su poesía.

[2] Mark Lilla, Los pensadores temerarios [Editorial Debate, Barcelona, 2004]

[3] Robert Aruj: El posmodernismo como sustento ideológico filosófico del neoliberalismo a fines del siglo XX, La Onda. Revista Digital. Núm 16. Ver

[4] Keiji Nishitani, La religión y la nada [Ediciones Siruela, 1999], ps. 315-16.

[5] Martin Heidegger, Meditación histórica y consideración historiográfica (1937). Extraído de M. Heidegger, Preguntas fundamentales de la filosofía. «Problemas selectos de lógica» (Lección del semestre 1937/1938 en la Universidad de Friburgo), trad. Ángel Xolocoatzi Yáñes, ed. Comares, Granada, 2008/

[6] Arthur Herman, La idea de decadencia en la historia occidental [Ed. Andrés Bello, 1999], p. 442

[7] Jonathan Rée. Heidegger. Editorial Norma, Bogotá, 2000. Traducción de Magdalena Holguín.


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