Wednesday, January 20, 2010

Cuando brillabas y eras rey de la forja

A Toussaint Louverture, apresado y deportado a Francia, donde murió en 1803

Martilla, martilla
en la forja de cadenas
en el yunque del dolor
y busca a la mujer, lo femenino, que ninguno
jamás ha de poseer. Patria afrodisíaca
tiene la azúcar que muele tu tesón.
Machaca, machaca, ablanda
esos olimpos que te han echado
desde el cielo a la piel de abajo,
al sudor, a la cojera, al horizonte feo.

Golpea la roca, tú que brillas en negro
cuando la chispa del espíritu se apaga.
Martilla, martilla, Hêphaistos haitiano,
en la Tierra Montañosa,
la que hoy, yéndose Eucleia,
se asemeja sin gloria y sin buena reputación.
Escucha cómo te llaman, país granuja,
deforestado, seco, inentendible.

Se fue Eutenia, ser-energía
de la prosperidad y la plenitud.
Te han dejado solo, Hêphaistos haitiano,
en este vil vulcano que es el mundo,
pero golpea, echa sobre el fuego
esa ira creadora, pega en la forja.
Manda un carbón quemante
hasta el Tribunal de los Muertos
y que diga él, Tu Semilla, cual Radamantis:
«Mi padre tiene fuego, está en la forja de vida,
martillando, martillando. Hace un cinturón
en el fuego para la ingrata mujer
que lo ha olvidado, que lo engaña, lo burla,
lo escarnece, y a la democracia y la lealtad
las ha convertido en cuernos,
y a su tierra, el primer desierto
de la región del Caribe».

2.

Cuando brillabas, iluminado Phainô del Caribe,
nadie te llamaba sátiro fálico del SIDA.
Tú eras, Ayti,
Ayti taíno, hijo de los Paraísos,
con reino de bosques exuberantes
y un sol generoso. Tú no necesitabas el hierro.
Todo te lo daba un árbol y, en medio de los helechos,
te aromaban las orquídeas.
Tenías valles de caoba, cedros y robles.
El viento venía, con olor a mangos, mecía
tu hamaca y, en el árbol del pan,
te miraba hechizado un lagartijo
y del Golfo de la Gonâve, con fuerza leve,
te saludaba la brisa del mar
y del Pic de la Selle te llamaban tus hijos,
aquellos mansos, dulces hijos, que no te dieron
con poder majadero, aquellas mujeres
jactanciosas del Olimpo, que has tenido
que trasladar a muñecos de vudú,
a tallas de metal como un cuchillo
porque no tienen espíritu
ni matriz para que las poseas,
en alma y cuerpo,
o se preñen con tu beso.

Ellas no quieren ser madres.
Son doncellas doradas con estiércol
por dentro. Son las Kourai Khryseai,
autómatas de oro, apariencias de juventud
y vida, pero son cadáveres del odio,
verdugas, zombies, con el don del habla,
con fuerza de huracanes
con selectiva inteligencia de ambiciones.

Tú las recuerdas, tú hiciste dos muñecas
para nunca olvidarlas, para enseñar
a tus hijos que existen y que puede que vuelvan
como hechiceras a seguir robando,
a seguir su burla, a que tú las quieras
cuando ellas no te quieren.

3.

Mas a esa afrodisia la enterraste.
Quien no te asuma libre, que se muera.
Que se queme en los lechos de ceniza.
Que no vuelva a enviar sus tentaciones.
Estás sufriendo por causa de haberte equivocado.
Las mujeres de oro son hermosas,
lindas como su lacia cabellera
y tú, Hêphaistos haitiano, donde tienes el brillo
es dentro del alma.

Ahora eres una barba arsénica
de muerte, amplias espaldas sudorosas,
una pata siniestra y falsa que cojea.
Eres herrero, alma de artista cojo,
y las jutias huyen al verte y el soledononte
se persiste esquivo cuando renqueas.

Ya es raro que encuentres
las orquídeas olorosas;
ya las tormentas azotan a menudo
y parece que en barcos cargados de gentes
en cadenas, viene la peste, diezma a tus hijos.
Es la viruela, la fiebre escondida en botines
de sus enormes barcos
y ninguno te dice Ser que brilla,
Phainô
de Ayti. Quienes llegan no son amables,
pero tus hijos les dan la bienvenida.
Visten como ellos y dejan sus costumbres.
Tus hijas se acuestan con esos invasores
y ahora tus varones son quienes imitan a bandidos.
Luchan y matan a viajeros, emisarios taínos,
que nos visitan desde las Tierras de los Manantiales,
de Jamaica a Boriken, de la Maguana al Orinoco
y los cacicazgos del Phainô rebosan de sangre
desde que ellos zarpan o levan sus anclas.

4.

Ahora: ¿Qué diferencia hay entre los hijos de Cerción,
criminal de la Eleusis, asesino de Teseo, el héroe,
y este suelo haitiano, visitado por piratas
y filibusteros, negros-taínos abundan
y doblan sus rodillas ante el amo
y se gobiernan con el Tratado de Rijswijk?

5.

Martilla, martilla
en la forja de cadenas
en el yunque del dolor, Louverture,
y busca a la mujer, lo femenino, que ninguno
jamás ha de poseer. Búscala en la hembra
del originario Aytí, porque las mujeres de oro
engañan. Tienen estiércol por dentro
y un cáctus espinoso son a la boca
sus besos. Búscalas...

Son idénticas a las dos Kourai Khryseai
que yo forjé en metal y sus vientres atravesé
para señalar que no tienen matriz
y no dan hijos buenos
como los que aman la luz y martillan,
martillan, martilla
contra el yunque de metal
como Cedalión en la isla de Lemnos.

Busca al gigante ciego de la Libertad,
Louverture, hijo mío, cedalión de Ayti.
Dále a Orión tus ojos. El Orientador quedó ciego.
Tén piedad de él, sé su lazarillo, házlo
por los ojos que nos faltan,
por los brazos que se nos cansan
por tanto martillar y rescatar la chispa
de la lumbre. Siéntate en el hombro del gigante.
Llévalo a la cima del Pic de la Selle
(donde está el pueblo noble, mis hijos
que no se venden a tiranos).


23-09-2000 / Cuaderno de amor a Haití

[PD: Como creo en una metamitología, extrapolo el Aytí (Haití arahuaco-taíno) a este personaje, arquetipo del Alma Griega, que es Hefesto. Sin embargo por el discurso del Hefesto taíno y lo que habla a su hijo Toussaint Louverture, se entiende sus afirmaciones de identidad taína, 6,000 años después, y su rechazo a la visión eurocentrista, post-generacional, del mundo que trae Francia, con su trata negrera. Las mujeres o robots dorados es el símbolo del automatismo mercantil deshumanizante, no una crítica a las mujeres rubias o la esterilidad femenina.

Phainô = del griego, Brillo, brillar -- de donde viene la palabra Hêphaistos / Hefesto, el dios del fuego o de la Forja de Metales, dios de los herreros, orfebres y artesanos.]

Ayti= Nombre taíno de Haití


El soplón más grande del mundo: En: El Librepensador / Los giros serpentinos: Entrevista en El Librepensador

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