Tuesday, January 19, 2010
Las frutas
Desprende tu amor si acaso aún cuelga
como una fruta tan alta que no alcanza ninguno.
Hazlo disponible, si es así, a la boca hambrienta.
Baja el amor de las alturas ingratas.
Inclina los penachos del árbol imposible.
El fruto siempre comienza humildemente
a nivel de raíces y, lícuamente, circula
y te da savia, su beso se aproxima hasta los labios.
Una fruta es como tu pensamiento, o un mimo,
o un abrazo, disponible a tu espacio.
Si tuyo es el fruto, juzga si es bueno.
Un árbol no es tuyo solamente.
Es tan sencillo ir y hacerlo público.
No hay que cortar tallos ni troncos ni ramajes:
basta que quieras que se desprenda el fruto.
asirlo al alcance justo de tu gesto.
Díle a la gente que tu cosecha es buena
porque precisamente la hicíste disponible
para ellos como amor. Y el amor es bueno
si es social, si se cultiva para otros,
no para uno mismo. En otras bocas
es que la pulpa verifica lo sabroso.
Ahora coteja el hecho: si eres bendito
porque díste de ese amor de lo alto.
Descubre si te está buscando un amigo,
si el vecino pregunta por semillas,
o alguien cercano ya extendió su mano.
Dí a tu corazón si está llegando el pueblo
y si el más hambriento de amor te sonríe;
verifica si llegan a tu casa,
si claman por un poquito más y te bendicen.
En soledad nadie está si sus frutos dulcifican
generosamente; no te hace sólo el prójimo.
No tomes como algo personal si alguno
comió sin darte gracias. Compensa suficientemente
la medida de tu amor, ese amor que se mide
porque descuelgas el fruto y lo sabes tan bueno
como una gran bellota, llena de dulzura,
que te place que no se quede en tí,
se comunique, se esparza. Tu obtienes
un tesoro con el descolgamiento.
26-5-1999 / Cuaderno de amor a Haití
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