Sunday, January 24, 2010

Para hacer luz y rayo de tu sangre

Frag. de Las zonas del carácter

El matrimonio mal lleva'o

Mi padre se trenza entre los ecos
como si resbalara entre bejucales
cercano a los abismos
porque no siempre fue fiel. No quiso serlo
(y su mujer no lo amó tanto
como él la quiso, o hubiera querido
que amar fuera...)
El tenía la suma de buenos apetitos.
Quiso que sus hijos se fecundaran con amor.
Y ella quería ser virgen, no dar a mamar
sus senos, ser dueña de las eras
y ganar juventud en la desidia y el dolo.
El no. Sus placeres no eran ciegos:
«Es que es hermoso el mundo y yo en él».
Entonces tuvo amantes y era el Celo
en sus casa y (h)Era, la Enemistad.

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Es mi abuelo chismoso

Zeu pater («O, father Zeus»)

Quien me cuenta sobre el padre que me ha arrojado
entre mortales al mundo, es un Abuelo malo.
Yo lo sé desde niño. Lo miro en los días secos,
le gustan los infiernos, que no haya nubes
ni lluvia ni tormentas. A Papá, el huracán le encanta,
él recauda sus nubes, él dialoga con el trópico
y su ojo lo pone en Barlovento.
El abuelo no. Es un catalán que comercia
temores, que todo lo traga para sí
y forma el Ego.
Mi padre se crió en la abundancia,
corría entre los becerrillos, él quiso ser cabrero
y se escondió toda la vida de aquel que lo hostigaba
con ganas de matarlo; por eso nunca estuvo
en la casa que le pertenecía, recibiendo el mimo
de su madre y el linaje de su apellido.
La Abuela siempre vivió
con miedo y prefirió que su hijo colgara
de una soga de silencio y tuviese la mar a sus pies
como si fuese un útero húmedo, interinamente promisorio,
vitaminado para el renacimiento.

Hay días en que los cielos son como desiertos
donde no hay agua de cariño, leche de comprensiones.
El Abuelo era un catalán ególatra.
Hay que esconder la infancia y la alegría
para que no la consuma y Papá nació así,
potencialmente valiente, fuerte, vivaracho,
dispuesto a durar y cumplir ese anhelo:
danzar en cielo y tierra, mecerse
en las hamacas de delicia, reunir las nubes
y jugar con los rayos centelleantes
e imitar con su voz al trueno.

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La abuela mañosa

Una partera recomendó un brebaje,
no sé con qué polvos y yerbas.
Tenía un olor emético, algo que fue prudente
a su tiempo porque el Abuelo ardía en ira.
Dijo que vivía en el hartazgo
con todo lo que hizo, de todo lo que vive.
Habría entonces que comenzar de nuevo
y construir la esperanza
en el mundo de tiranías caseras.
Y la Abuela, por primera vez, se inventó
las alianzas y, en algún lugar desconocido
al que no podía mirar él, ni aún queriendo
como kouretes danzaban y gritaban los negros
de la hacienda. El ruido era una rebatiña
de tambores y los llantos de Papá, el menospreciado,
se volvían inaudibles; él se opuso a que nazcan
otros críos que produzcan los truenos,
centellas que dan luz a los astros.

El Abuelo era malo hasta con sus hermanos.
¡Y no es sólo su mujer la víctima: eran todos,
todo lo que exista y se mueva. Eran
el cielo, la mar, la peña, eran
las cabras de los montes,
las abejas que elaboran la miel/
Eran los Gigantes, los cíclopes
las hecantonqueiras y las ninfas de los ríos.

Sus ojos se comieron, como monstruo
de ira, a sus propios hermanos.
La luz se tuvo que guardar en un lugar desconocido.
El dolor se sacó de cada Tártaro.
Fueron días tan rudos los de la tiranía.

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El rebelde subterráneo

Many Greek cities honored a local Zeus who lived underground. Athenians and Sicilians honored Zeus Meilichios while other cities had Zeus Chthonios («earthy»), Katachthonios («under-the-earth»): Maurice Druon, The Memoirs of Zeus, 1964

Quien ha nacido heroico, con misión de cielo,
fue aprendiz del clandestinaje alguna vez.
Como a rata se le atrapó en un agujero
de silencio y, en su niñez, lo lactó tal vez una cabra,
su Amalthea. Alguna vez se sostuvo
de una rama con temor de ser tragado
por el aceitoso inframundo, abajo en la pendiente.
Por eso, mi niño subterráneo,
vomito sobre tí, o más bien, para ti,
todas mis bendiciones.
Ojalá te sirvan de alimento hasta que puedas
recaudar algunas nubes por petrechos
y hacer del rayo un fusil y disparar lumbres
para estos caminos de la superficie oscura.

Mi pequeño hijo terrenal, endorfinito chthonios
de mi SeraTonina, bioquímica de mis emociones,
te vomito, haz gorgoritos, por primera vez
junto a tus hermanitos, saca de tí
pucheros, rabietas, que tu Padre tiene chorro,
también vomita todas las piedras que ha guardado
en los riñones y sus ojos ya parecen
hemorroides y está paranoiquiando
con tu nacimiento.
Te ha llamado Aegiochos, portador de mal de ojo
al impío, al enemigo, al que acosa
y se acostó, con el mismo bebedizo que tomé
para este parto. Mi partera me preparó
un brebaje, no sé con qué polvo y yerbas.
Tenía un olor emético y yo metí una piedra,
una piedra hasta el fondo del gaznate
de Viejo, a su tiempo y en tu nombre,
van a salir a la luz los desaparecidos,
el linaje de aquellos seres amados
de Bañolas, cuya mandíbulas es todo
lo que tengo, mis hijos del Paleolítico medio.
Tú los verás, temprano recaudador
de truenos. La Cueva de Fontmajor
(l' Espluga de Francolí) devolverá sus muertos
y en la cueva de Toll (Morà) cadáveres
madrugarán en tus portales.
Los puros vendrán por tí, cátaros
que aniquiló este imperio y sólo dejó
sámagos pasados a cuchillo en el Sur de Francia
(lo mismo que en Besalú y la Provenza).

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La herencia

Y el Abuelo ardía en ira al recordar
que un día tuvo al mundo, la Fuente Mayor
de cada pálpito, cada vibración, cada molécula
en su mano; él controlaba las aguas y sus rumbos
y decidía si se abre un surco o se cierra y era
el dueño del mediterráneo
y todo cereal, viña y olivo que allí se siembra
o florece. El era el amo.
Entonces, para inventar el rayo de su nueva sangre,
nació mi Padre, quien le atravesó
junto a su Madre una manzana en el gaznate
y lo hizo un Adán de tierra roja.
Ahora recauda olivos y se los pone en la frente.
Se cree el rey del mundo.
Se trenza entre los ecos
como si resbalara entre bejucales
cercano a los abismos, elije entre mortales
con quien tener aventuras.
Melissa le dio a beber leche de cabra,
ahora se cree el rey de los cabrones
y las abejas le donan su miel.

Y mírame a mí tan amargo.
Nunca yo tuve panales.
Los pastores le han dado sus ovejas.
Nunca yo tuve ovejas.
Viví rodeado de lobos y fantasmas.

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