Thursday, January 21, 2010

El por qué

«El gobierno haitiano enfrenta una severa escasez de expertos y técnicos para diseñar políticas efectivas, ejecutar proyectos eficientemente y proveer servicios adecuadamente. En 2005, más del 80 por ciento de los haitianos con título universitario viven fuera de su país. El talento extranjero continúa impulsando el control norteamericano del conocimiento científico. Haití no ha sido la excepción»: Migración internacional, remesas y la fuga de cerebros (Banco Mundial, 2005)

Es la negligencia, el desamor,
la demagogia cómplice, lo que nos ocasiona
el genocidio, el abandono. Es la razón
por la que siempre el huracán de turno,
el terremoto, la epidemia, nos parte por el medio.
Es porque las manos se tienden pordioseramente
por un bocado de pan y una frazada,
un campamento que recoja por miles
a quienes pierden su techo y no pueden hacer nada
si están con huesos rotos, con moscas en las caras,
con la vergüenza amarga de depender
de otros, migajas que le tiran a los perros.

No es que Dios nos castiga por ser de un pueblo pobre
al que los Cielos juzgaran y condenaron por no escuchar
a cristianos que predican, por no comerse la Biblia
ni guardar mandamientos; no es que un apocalipsis
utiliza la ciencia por vocera para fabricar
una bomba que nos mate, aviones invisibles
que nos sigan los pasos, misiles inteligentes
que acierten el objetivo y el blanco sea
el corazón del pueblo negro.

No es que seamos ingénitamente torpes o perversos,
pueblo granuja, capital caribeña del eje tenebroso
de zombíes, malagradecidos, sátiros fornicarios,
deficientes e incorrectos políticamente como norma.
No es que nos guste la miseria por carencia
de espíritu, iniciativa calvinístico-luterana
para hacer capitalismo, no es que seamos
violentos por naturaleza, apáticos, desorganizados,
incapaces de aprender a ser humanos,
o civilzados en lo mínimo. No es un karma
que sirve de designio, desde milenios ancestrales.

Tan simple es. Y yo lo entiendo.
Es que siempre se nos echa la culpa de lo que hace
un verdugo; se nos mide por un pequeño
grupo de canallas, de los que aquí mismo nacen
y se suman, como cómplices, imitadores sátrapas
a algún maldito imperio, y estoy hablando,
por de pronto, de Jean Jacques,
el negro maldito Dessalines que se nombró
Emperador el mismo día que murió
Toussaint Louverture. Estoy hablando
acerca de los Duvalier y el terrorismo,
largamente solapado desde sus embajadores
que lo santificaron y, desde 1957, lo llamaron
Papa Doc, «nuestro hombre contra el negro
peligroso, comunista, malcontento con las élites mulatas»

y ustedes bendijeron con él a sus Tontons Macoutes
y en 1967, para que no hubiese protestas
ni señal mínima de izquierdismo,
en un sólo año ejecutaron a 2,000 opositores.

Yo no llamo a eso democracia patrocinada
por un presunto amigo ni bondad de su Dios.
Esa no es la América de Lincoln
ni es digna de ser imitada
por este pueblo pobre.

2.

Pero usted, Monsieur Robertson,
no es mejor que Dessalines, y si Haití respetara
lo que dice, si creyera todas sus mentiras,
temblaría con más molicie el fundamento
de tierra buena que nos queda:
el corazón, Pat Robertson.

El corazón que sabe que si Dios existiera,
como espejo sicológico del hombre,
El sería bueno porque estos pocos o muchos
ciudadanos honorables, realmente altruístas
que acaso prevalecen tienen fe en nuestro llanto,
se conduelen por los niños, aún con los que hoy
o ayer han quedado huérfanos.
Gente es que dan cuenta
de que los médicos, profesionales,
lmaestros, el capital humano de la antilla se va.

Y ustedes los retienen, lucran con la fuga de cerebros
y quedamos sin ese requisito previo y necesario
para modernizar las estructuras productivas.
¿Qué exportamos? se pregunta, ¿que no sea miseria
en balsas, escoria humana, desesperados negros?...
pues, sí... lo mejor de las exportaciones
son los profesionales. Pocos son,
tiene razón usted, pero para Haití
son los imprescindibles, los que urgimos,
los que no regresan... porque éste es el meollo
del asunto: el más triste de los terremotos,
que no vuelvan...

Que ustedes los aniden consigo para darles
por corazón dinero, evangelio vacío
sin misericordia y sin compromiso,
que les compren sus consciencias con el auto nuevo,
la casa amueblada a todo lujo, las ventajas
del Primer Mundo, con Sueño Americano...

Y dice usted que Haití ha «pactado con el Diablo»
(¿acaso es el Diablo la fuga de cerebros,
o el Diablo es The 700 Club?
¿Por qué nos llama
el «país maldito por Dios»,
si es sólo su lengua blasfema
la que nos acusa? si usted tiene
el corazón vilmente empedernido).

¿Cuánto cuesta a usted, o a su país, ubicar
y retener su ejército en patria haitiana,
cuánto que hayan transportado soldados, aviones,
horas / hombres, con sus funcionarios?
¿Por cuánto tiempo querrá nuestros aeropuertos,
tráfico libre, bases, campamentos, las calles?

Si para un par de días de la reunión entre Obama
y el actual presidente de la Unión Europea,
en seguridad, sin contar banquetes y transporte
de sus funcionarios, se gastarán 19 millones de dólares,
¿por qué no insta a que se construyan
hasta con menos dinero, nuevas escuelas
o se bequen estudiantes, aquí en Haití,
que se pague a maestros, aunque la enseñanza
se imparta bajo chozas de bambú...
por qué no detener ese ritmo amenazador
de 15 a 20 millones de árboles por año
que se cortan y nos seca la tierra?

¿Por qué no cosas básicas como acueductos,
vivienda pública, no mansiones de veraneo
para espuris turistas, cazadores de sexo
o de canchas de golf, o licores al ritmo
de merengue o de eventos exóticos?

Ahora subrayo: compromisos humanos,
rutinarios de ayuda,
que no enriquezcan a bancos?
Tan simple que yo lo veo, menos complicidad
con los canallas, menos negligencia solapada,
menos pretextos con seguridades fatulas,
inspiradas en racismo y menosprecio,
menos estigmas al juzgar quién es civilizado
y menos burócratas valemierdas
opinando sobre izquierdas y bloques
de anti-americanos.

02-20-2010 /
Cuaderno de amor a Haití

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