Friday, January 29, 2010

La relatividad subjetiva del querer


A veces quisiera tener un mundo color de rosa,
una inocua levedad de transparencia,
custodiada por el cristal diamantino
para que no penetre el hervor del mundo.

A veces quisiera ser como sonrisa silenciosa,
pureza de ataraxia, lo Imperturbable
o, al menos, el saludo generoso a todo,
el no ilusionar evitando que se conjure
lo que el fracaso llena pese a las buenas intenciones.

Quisiera que no existiera la palabra Imposible
y que no hubiese el
neutro cómplice
por si acaso te jodes... no es mi culpa.

Quisiera ser dharma permanente,
el subjetivo Sí que materializa la bondad infinita,
pero la vida no es así, uno es testigo
y serlo ya duele y no te puedes quedar callado
(aunque una palabra pueda ser asesina).

El color de rosa no se sostiene perpetuamente rosa.
Las torres de marfil, con las vueltas del Destino
se acaban y lo que creíste diamante
fue la Maya de arcilla, el cómodo oportunismo
en que te escondes, el más perfecto
condicionalismo.

Mucho 'quisiera ser'
es dandysmo, narcisismo de pose.
La sonrisa silenciosa se te vuelve una mueca
con la primera bofetada que te pegan
y el espíritu deja de payasear con sus bondades
de intocable neutralismo.

No es que uno sea malo, en rigor, o una bestia.
Uno es relativamente bueno
y relativamente deficiente,
uno no puede ser dios y humano
simultáneamente.

Uno se alterna y se mueve de lugar
para que no venga el Destino
a acabar de atropellar
las ilusiones.

23-06-1990 / El libro de anarquistas

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A mi amigo Max Stirner / Manifiesto reaganómico del que no sabe sostenerse parado / Manifiestos del interés propio (3)

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