Monday, March 10, 2008
El proceso femenino
1. Niñez
Hay mujeres con rostros infantiles.
¡Que nunca envejecen!
Son como chavas, como niños sin sexo,
golfiñas ariscas, juguetonas, risueñas
con huesos ágiles y originales ímpetus.
Y sus ojos, sus ojos
son faroles con llamas que en la mirada
se encienden vivamente
y con los gestos florecen.
En sus rostros,
incansablemente dulces y gentiles,
se ilumina la chispa del espejo interior,
el ángel femenino, la mujer encarnada.
Hay mujeres sin malicia,
sin sucio en las pupilas,
sin agresión que a sus labios tuerza
con el asomo absurdo de cualquier palabra.
De la infancia son las caritas permanentes,
la doncellez que se asoma, tan callada,
para el gozo de una primavera que perdura
y así quedarse, a flote en ella, para siempre.
¡Qué semblantes sin años,
sin tristezas de arrugas, sin hurañez amarga!
Tersas, limpias, melódicas
en la piel del espíritu
como ninfas que cantan, musas
al pie del Helicón más cotidiano.
Y sus ojos, sus ojos
así miran, así conquistan aún más,
así se comunican, así descansan
cuando llega el día del dolor,
la noche con empeño de obstruir
al amor inmarcesible.
2. Adolescencia
Hay amores que avanzan con paso
de nubes claras o manantiales cristalinos.
Amores que no son exactamente cielos,
pero entregan el alba.
Que no son agua.
Ni exactamente nimbos, pero se elevan
como cirros a las esferas altas
y refrescan los hondos abismos de la carne.
Del hombre.
Son mujeres gentiles.
Eso tan sólo son:
la presencia de la brisa que refresca
en figura de cuerpo femenino.
Se materializan.
Semillas son de estrellas en lo oscuro.
Se entregan como consciencias
en calma que descienden,
¡pero cuán altas habitan y cuán adecuadas
son sus sombras para el calor del mundo!
Y sus ojos, sus ojos
son faroles y llamas en la negrez hostil
y vive el corazón varonil,
por su femínea luz, encendido.
3. Adultez
Hay mujeres que son versos vivientes:
el ritmo que camina, descalzo,
la música que se forja con palabras,
la bandera de la sensibilidad que conspira
para volverse más amor y más ternura.
La mujer se vuelve hembra de tal modo,
moza con anhelo de mitosis / maithuna
y se escinde en la maña señera
de la virtud que juega y bendice.
La mujer, su soledad divide en dos
por ser, de su hombre, compañera...
y, entonces, anda con el talle vertical
del árbol, cósmico geotropismo,
y su vientre horizontal se acuesta
lleno de curvas, ninfíco de caderas,
húmedo en las raíces
y toda ella canta para el tálamo
con el furor de las savias / tattva uttama
que chupa de la tierra
y, en dúo de complicidad regocijada
con el gameto, engendra al canto
(la apertura de Anahata, se abre a plenitud
de vida, tan digna en vibraciones ganglionares,
efectiva desde el timo).
y es madre de poesía ctónica,
subterránea, paraganglionadora, cardíaca.
y sigue en colectiva humanidad
con sus hermanas.
4. Madurez
Hay mujeres que son
evolución y síntesis
y, por tanto, futuro,
utopía cumplida y realizada.
Niñas son para el niño.
Tiernas son para el adolescente.
Adultas son para el varón que escucha.
Sabias son para el viejo que aprende.
Benditas son en la muerte que clama.
Y son madres todavía para el que,
a filo de espada, muere,
o a para el que en pena yace
o, en enfermedad, padece...
y, para todos, puja la esperanza
en su parto final
que es piedad y consuelo.
Y sus ojos, sus ojos
todo lo lloran, cuando no lo comprenden,
y aún todo lo sanan
cuando es triste y agónico
y lo olvidan y perdonan
cuando es infame, envilecente.
Pero no aprende el hombre necio a redimirse
y no sabe llorar cuando ella llora y crece.
5. Desencarnamiento
Cuando se van de la carne, son
mujeres sencillas y lo mejor del silencio.
Y las netamente virtuosas y diáfanas mueren
después que, con hechos inconfundibles,
todo han declarado y su ternura
ha reconfortado en vida a los ánimos vecinos
sin sacrificio, suyo o ajeno. Al fin descansan.
Son las que, al morir, se vuelven mariposas,
el talismán de alas, la abraxa mística.
que no es tal, en rigor,
como no es nube ni arroyuelo cristalino
ni paloma ni secreto indecible...
Es la mujer real,
costilla celular de mitocondria,
aposento idóneo, el sábado encarnado
de una canción que hoy es
el recuerdo que canta
y que, en la carne,
conmueve todavía...
Y sus ojos, sus ojos
son inolvidables, tan dulces
como el ayer más tierno,
tan cautivantes como el amor primaveral
que, en mayo, hace a la flor más flor
y más ave al pajarillo que se posa en la rama
y a la lluvia, llovizna
deseada para la tierra seca,
vendaval de luz, irisdicencia del ángel
que, en la zarza ardiente del monte humano,
al árbol de amor conecta a su alma.
6. Síntesis Cósmica
Hay mujeres que son la eternidad:
cosecha concreta de la heroica metáfora,
el orgullo del ser,
pulcros cuerpos que ocupan pulcras almas,
feminidad en la piel glorificada,
la alegría del infinito
en desnudeces suaves,
los ángeles eróticos sin alas.
Estas habitantes de la tierra,
nada esconden.
Son transparentes, siendo celulares.
Son luz, aunque vivan en lo oscuro.
Son la historia que se corrige sin recelos,
lo más inocuo del Caer,
lo menos turbio.
Y sus ojos, sus ojos
sonríen, desde sí, porque son inocentes
y nada, sino luz, guardan bajo sus párpados.
Y así miran, así conquistan aún más,
se comunican, así descansan
para entregar el séptimo día
en Shekinah del sexo femenino.
7.
(La séptima sección de este poema es mi silencio.
Un homenaje que mi voz no expresará, no sabe cómo.
Sólo la mujer puede develar esta dicha, su Bhakti).
De Tantralia
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