Cuando fui un yo,
seco como espiguillo
y no había mordido
ni a la rama ni a la estrella,
cuando no había visto una sola cascada,
puñado de la mar,
ni a Maia, ni a Isis ni a Cibeles,
¿quién había que lamiera mis costillas
y dibujara sus besos,
o me uñara tiernamente mi dedo gordo,
el izquierdo pie?
¡Nadie!
Mi sede existenciaria,
mi piel de Visnú, ¿por qué estuvo vacía?
¡Entonces, llegaste!
te acostate sobre la estera
de mi corteza sensorial, abríste mi tálamo
y, desde ese instante, yo pujo
y tú pujas y me adoras
y el rico manantial de Varanasi
como Ganges en puntillas
fluye, de las Himalayas a Calcuta,
y me ofrezco a las manos, como tríada.
Del cerebro y sus flamas sinápticas de Maya
al éter cósmico del Uno,
sensorium Dei,
sacerdotal como fuego viril,
que canta a la yoni, Dyada,
por tí, para tí, nos unimos.
De Tantralia
Monday, March 10, 2008
Unión-Yuj
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