Una escena de la Arcadia
Il vestimento d'ogi alta speranza e la bellezza: G. D’Anunzzio, Laudi, II
El pirata fue, de mar en mar, con varones y mujeres
de buenos riñones, a rastrear los tesoros.
Con ópalos de la esperanza, rigores de travesía,
los construye. El va y arriesga todo antes que pueda
examinar ese botín maldito, su estructura de concepto,
la sospecha integradora de lo que es valioso.
El pirata existe aún. Siempre va y viene.
No se da tregua. Tendrá guaridas. Escondites.
En océano se hunde lo que busca;
pero, vencidos los naufragios, reaparece.
Violenta lo biológico. Saca del vientre rajado
por la espada, metafísicas subyacentes,
cofres del sámago metafórico.
Al botín lo recoge. Su premio.
Veámoslo. Regresan, eufóricamente,
casi siempre con mucho sol y sed y descalabros.
Mas divertidos se apuestan los hallazgos
y la razón no es literal. Se están imaginando
que viven del motor de sus navegaciones,
que el cuerpo es una corbeta bien surtida
y armada pues el enemigo es un corsario,
otro como él, con una base similar de voluntad pungente,
con esa misma factura del cañón que no dice palabras,
pero vomita el ruido de la pólvora, echando bramidos,
y se calla en la herida de otros cuerpos heridos.
Cuerpos que gimen y pierden piernas y brazos
y hasta el ojo y la garganta, la vida.
Bajo ese cielo rendido en la mar,
o en las costas, o en las orilla de playas hecha sangre,
no hay sentido trascendente, sólo imaginación,
fantasmas que estructuran un sentido: afán
de codiciar la gloria, el placer, el miedo
o su derrota, Dios muere en los contenidos privados
de la Erlebnis, la vivencia es sólo un abordaje
de victoria, un grito de piratas viles
que expresan el contento.
¡Qué botín bien ganado!
No es seguro su hallazgo, quitárselo
a privateers. Lucha por él cada tipo de necio,
los más torpes. Lo ansía el criminal
más que el honesto; «pero ya es tuyo, rufián,
lo conseguiste con tu bandera,
negra y calaverada. en vuelo».
El crimen salió a flote, crimen de tus metáforas.
Crimen encubierto de tu cuerpo, avaricia sublime.
Asesinar la carencia que se esconde
en tu cuerpo, eludiendo el castigo,
desafiándolo todo, porque, en tierra,
vestidos o desnudos, hartos o hambrientos,
designio secreto es la belleza,
la metáfora, el tesoro.
Su usufructo.
3-11-1989 / El hombre extendido
No comments:
Post a Comment