A Hazel
Disfrutaré el sabor de tu fruta, Tiphareth.
Anheloso estoy por tu abrazo. Cálida y sensual
te sospecho, porque ví tu hermosura
debajo del vestido. Disfruté tu aroma.
¡Oh, dulce beso de la vida!
donde quiera que te imagino, sin perseguirte,
te encuentro, me detienes, me invitas
a quedar, a reposar en tus senos.
¡Oh, dulce beso de la vida, me tienes
apresado por la espalda, pusíste una argolla
en medio de mi ombligo, estoy agradecido
de tenerte y es innecesario ya desear algo más!
En tí, todo lo tengo. La amargura ha muerto.
Tengo la belleza apetecida, tu devoción, Tifaret.
El poder de activarme en alegría y comerte
por deleite, cada noche, y arrobarme en tu belleza
cuando me despiertas y pides tan poco: un poema,
una canción, un momento exquisito de horizonte.
(De mi primer poemario adolescente en los años ’70)
De Tantralia
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