Monday, March 10, 2008

La mano izquierda

Una mujer danza cada noche.
Va a mis congales, va donde yo busco mi aventura.
A veces es la tierra de duendes subterráneos.
A veces es un mar que se pobló de tiburones y cetáceos.

He sido un buscador de perlas, con un punzón en mano,
con una cesta, con una escafandra que burbujea
mis sueños; pero esa mujer que danza cada noche
y canta con arrullos tan suaves, me alimenta del temor,
«puedes morirte, el mundo es malo». Ella es Niobe,
llena de angustias maternales. De ella me gusta
el agua, es toda lágrimas por mí. Me proteje,
pero ya es una piedra que, en mi mano izquierda cargo.

Me hunde, porque yo voy a irme, no importa
lo que diga, no importa esa canción maravillosa.
Yo soy un hombre, diestro con la mano derecha
de mi arpón, duro en mi terquedad
y no me gusta que la hija de Tántalo me llore;
no me acerco a las flores ni la hierba,
ya soy grande, crecido, para que husmée
entre sus flores la espuma de la luna.

El sol saldrá de mañana y me espera.
Cuenta conmigo y me dialoga: Estarás
bien cerquita de tu Santa, pero ella es la esposa
de Anfión, y es una piedra y un dolor,
y ya no es tuya, no importa lo que cante.

Es virus lunare, hechizo que neutraliza
tu Logos, tu libertad, tu aventura.
¡Déjala, dásela a Artemis,
a Selene, a Perséfone!

Sé tú la oveja negra, ofréndale tu ausencia;
pero con ella, sé lo mejor de perro,
amistad y mansedumbre, no la muerdas jamás;
pero véte en la noche, házla que aúlle.
Con marineros véte. Lo comprenderá.
Aléjate con los frigios cabiros de tu nombre.

Hoy vas por tu sol, no por tu luna.
Díle que vas por los pobres
y, aún más llorosos pobladores de tu mundo.
Vas por la Niobe de las Naciones,
donde un caos de ruinas espera tu espada vengadora
de corazones rotos, hambreados, oprimidos.

3-5-1984, día de mi exilio. de Puerto Rico a California.

De Tantralia

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