Friday, June 04, 2010

Dice Gustavo, el maestro / Frag. 21


21. «Naomi, ese hijo pudo haber sido el mío»

La «jefe de sargentas», la mujer guardiana escolar que condujo a que María («Thalía»), alumna de Gustavo, lo acusara de «mirar a donde no debía» y gritar a la muchacha, asustándola, se las pasa en el «güirigüiri», despaseándose en unforme por el campus. Conversa lo que no debe. Es una mexicoamericana crecida. Ella se siente «triunfadora». Todo empleo es digno, cuando no es robo y contribuye al servicio, pero ella se siente más que un maestro. Es adefesio de disciplina malentendida y, en sus modos de conducta, rígida y disciplinadora, cree que supervisa moral y físicamente los desvíos. Dizque proteje a los estudiantes, y lo cumple del mismo modo como sobreproteje a su hijo. Este es otro adolescente en el campus.

Como alumno, su hijo no es el mejor. Está en su edad difícil, en aras de independencia y experimentación con caprichos. Mas ella lo tiene como un reyezuelo consentido, plagado con sus pleitesías y consejos. Su hijo, si estudia cursos de español con Gustavo, es porque es un requisito en el área de Lenguas Extranjeras. Tenía la opción de estudiar francés, o alemán. El elegió el español, asumiendo que realmente lo sabe y es fácil, pan comido. No le gustaría que le dijeran pocho, siendo que nació aquí. Su madre sí es apochada. Articula cierto acento al hablar en inglés o en español. «Pero eso no es malo. Lo importante es que sea entendible, consciente, construído con una sintáxis y verbalidad correcta; yo entiendo a su mamá, cuando ella me habla, sea en inglés o en español», lo consoló Gustavo. El hijo de la jefa de sargentas, como la alude uno que otro maestro en CHS, que jamás fue Gustavo, es ahora su alumno.

Un estudiante del montón, inteligente, cordial cuando le parece, fuerte, alto, activo, está tan alimentado que se va haciendo obeso. Estas son cosillas que a él lo afectan, lesionan su imagen de ego. «¿Por qué tengo yo que engordar así? Como bien y siempre tengo hambre». Entre la disciplina que su madre le enseña, darle rienda suelta a la insaciedad, es una. Come y no hace suficiente ejercicio. Es que cuida su ropa, meticulosamente lavada y planchada, por su madre, más que su cuerpo. Ella lo quiere, pese a todo, «papi chulo»; posiblemente, uno que cuando se enamore, elegirá una 'gabacha', niña blanca, que mejore el 'look' que heredó de sus ancestros. El tiempo que ha pasado su madre, en servicio a los preparatorias, coyunturalmente en las que Gustavo ha sido empleado, le trajo parejamente más holgados ingresos a quien hoy es la jefezuela ad nómine de los polícías escolares en la Century.

Hay ciertos delirios de grandeza que la hacen creer que, comparada con mujeres que limpian casas, o son meras jefas del hogar, puede que divorciadas como ella, es mejor que todas. De hecho, aunque no ha terminado su grado Asociado en Justicia Criminal, la mentalidad policíaca la tiene. Se sabe el Código de Disciplina / «Campus Regulations» / mejor que el Dr. Frazier. Discierne entre ofensas moderadas y graves; afirma que sabe más que un maestro sobre cómo detectar cada tipo de 'classroom disturbances and maladjustment to the classroom environment' y aún sobre los problemas de asistencia del alumnado. Cree que sabe más que los sicólogos en el campus, a fin de diagnosticar y tratar 'suspected emotional disturbance'.

Ella ha parado chicos, cuestionándolos: «¡Dias lleva sin venir al campus! Espero que tengas una buena excusa para tu maestro!» Ella se asigna atribuciones. Disgrega las reuniones sospechosas de estudiantes. Cita los artículo sobre 'assembly conduct' dentro y fuera del salón de clase. Y, como parte de sus tareas de guardiana escolar, siendo que 'all students are to remain on campus', durante las horas correspondientes, instruye a otro par de sus colegas, que confisquen bicicletas que no estén donde debieran estar, o 'skateboards and skates', porque el campus no es la playa ni el parque. Es celosa con el wandalismo. En una pared escolar, husmea por el meno trazo de graffiti y, si puede desquitarse, con algún alumno, que no oculte adecuadamente con la ropa, sus tatuaje, lo sigue como perro sabueso. Tarde o temprano, aspira a torcerlo y, de igual sospechosidad, le parecen los alumnos que llegan tardfe al campus. Antes que su maestro sea quien le pregunte sobre 'its unresolved attendance and tardy problems', ella lo hizo, lo interroga con voz de mujer mandona.

Durante estos días, lo que la tiene deschavetada, acentuando sus galas de poder disciplinario, en güirigüiri con maestros gabachos, que son los que piensan peor del alumno étnico, por causa de su imagen externa, es el caso de la maestra de preparatoria del Distrito Naomi. «Yo la conocí y siempre me dio mala espina», dice la guardiana escolar. A la maestra, quien trabajabe en Saddleback High School in Santa Ana, se le instruyó de cargos por una felonía. Como si fuese una vulgar pandillera, adolescente, destruyó a palo el autómóvil de un niño al que tuvo de amante. «Una mujer de 33 años, acostándose con un chiquillo, ¡qué mal ejemplo! Yo me pongo en el lugar de cualquier padre y digo: 'Naomi, ese hijo pudo haber sido el mío».

Una maestra, vecina en la Cudad de Brea, de la educadora Naomi presa y condenada, le dijo que no comente esas cosas. Que no le interasan los chismes más cuando salen de su boca, con detalles morbosos. Que si Naomi penetraba al chamaco con un objeto puntiaguado, algo así como un dildo, que si lo comprometía a copulación oral, a más que el sexo vaginal tradcional. Que si es una enferma. «No, señora, no me converse».

También otro maestro le propuso a la sargentuela que se vaya a la preparatoria Chávez H.S., «allá si podrá entenderse con estudiantes rudos, que hacen la vida de cuadritos a los maestros. En aquel plantel, más del 50% son niños convictos, que provienen de correccionales. Podrán tener 17 años de edad pero con mentalidad de criminales veteranos y empedernidos. Usted hace más falta allá». La Sargento, al aproximársele, vino con ganas de comparar a Gustavo con Naomi.

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