Friday, June 04, 2010

Gustavo, el maestro / Frag. 22


22. ¿De qué sueño americano estará hablando?

Mucho antes de lla tarde en que Gustavo tocara su guitarra y la «vieja Canuta», la Mole de enormes chichis y culo cargado, le contara su nostalgia de la Era de Pat y Jerry, padre e hijo gobernadores, había una escasa admración por ella. Se enteró sobre diversas cosas de oídas que conciernen a ella. Algunas de constan, otras no.

Por principio, él no respeta a quien está en distrito escolar sólo ganándose un salario, sin convicción de la importancia de la pedagogía. Este trabajo es diferente a casi todos los demás. «Hay que aprender todos los días, de esos maestros invisibles, estrellas tan fugaces, que son los niños y jóvenes. Amar este sacerdocio de la pedagogía para no volverse loco». Y, sufrir depresiones a lo largo de la trayectoria de trato con alumnos, perturba, requiere mucha concentración y energía emocional. No, en balde, él conoce a quienes no resisten y dejan la escuela, cuasi perturbados. Pasan de sus casas y escuelas al manicomio. Si se recuperan, se les suplica que vuelvan al aula y no lo hacen. Quedan memorias dolorosas. Quien tiene vocación, mucha fortaleza, es el único que resiste.

En rigor, Miss Meteoro fue educadora, aunque todavía tiene sus sesiones de clase. Enseña en el Departamento de Ciencias. Estudió sin vocación y pasó por sucesivas escuelas como maestra. Es todo. Ahora está aquí con privilegios porque, de jueves a sábado, lo dedica a sus estudios posdoctorales, a cumplir con lo que llama una agenda personal. Nunca su corazón ha estado ni estará con un diálogo directo con los niños. A veces, se le encuentra mrando al vacío, pero sin perder la hilación de lo dice. Parece una autómata, o robot programado, para soltar a pura memoria sus lecciones. Es una forma dismulada de estar enferma. No le importa quien aprende o no. Un cierto egoísmo la mantiene en las corduras establecidas, en lo canónico.

Es ambiciosa. «Sin una agenda personal, no hay destino. Ni persona. Ni realización». No sería secretaria ni quiso vender algo detrás de una caja registradora. No le habría gustado quedarse sola, como está, ni se le concretó el sueño de ser conquistada por un gringo de ojos azules. O un europeo fino. «Es que aman a las mujeres flacas».

Gustavo le tiene una pizca de lástima porque es una mujer llena de complejos, con una mente lógico-deductiva, pero simple. Cuando quiere es razonadora lo es por inercia. Ha echado al traste mucha de su inteligencia. Le falta genio, intuición y se afana por cosas por lo que, de contínuo, forja estereotipos o ese mundo que describe tan esquemáticamente. Lo que ella menciona como inteligencia no es nada espiritual, sino algo a lo que pueda ponerse como una la etiqueta, con su conjunto de vagas instrucciones. Hay gente que nace neutra y todo lo resbala. Sólo ocasiomalmente entristecen con intensidad. «¿Sabes, Gustavo? Por lo único que una puede sentirse triste, es por no tener dinero, techo, o la comida. Esa gente es infeliz. Yo solucioné ese problema. Por más jodida que se me imagine, no lo soy. En el peor caso, estoy en la velocidad neutra. El mundo niega muchas cosas; pero yo me burlo del mundo porque mi neutralidad la tengo ya garantiza. Voy a morir muy bien sepultada, con el estómago lleno». Y Gustavo, quien se ahorra muchas palabras para no ser cruel con ella cuando la oye, sólo dice: «Wow». Que equivale a 'cada cual, con su cuento'. Es que él, ni quiere su falso amor ni odio, ni su mínimo odio. La cree peligrosa porque si se lanzara una bomba sobre la ciudad en que vive para matar a los pobres y los indeseables, por cualquier razón axiomática, diría: Muerto el perro se acaba la rabia.

Es por lo que ella admira la época en que no había tanta zozobra por la pena de muerte. Si hay criminales, lo mejor es matarlos para que se acaben. Cree que a los depredadores sexuales, se les debe castrar y, si un ladrón hay que sea empedernido y reincidente, que les corten la mano con que hurta. A de Gustavo, Miss Meteoro debió ser una excelente coetánea para la época y ciudad en que se instituyó como la mejor jurisprudencia el Código de Hamurabi.

Por lo general, a él no inspira confianza, como persona persuasiva y sincera, ni ella no ninguna que tome por sentado lo que se llama el Sueño Americano, como si el precedente del soñar un ideal, o la conquista de proyectos humanos productivos, naciera en Norteamérica con la gabachda. Miss Meteoro conversa mucho sobre sueños americanos y, a los cinco minutos de oírla, la gente se pregunta sobre qué tipo de codicias estará hablando. Mas ella es mediocre hasta en la codicia. No tiene las agallas de ser millonaria. Quizás ni quiere que otro lo sea porque juega a la defensa de la clase media; la que define como clase profesional, o gente con salariio de seis cifras, cien mil año, o poco menos... Parece que sueño es sólo cosa medida, acumular algo, tenerlo en las manos; así como su sueño (ya que tiene casa, propiedades menores, automóvil de lujo) es ahora otro diploma más para su pared. Un doctorado tras otro. Le importa que se vea. Un diploma grande, vistoso. «Si no me lo dan así, yo lo encuadro en un marco vistoso, chapeteado de oro, si es necezario». Educarse es como un objeto de lujo, educación cosificada, en aras de su salario clasemediero: sus $90,000 anuales, su seguro médico, su temor a un infarto por gorda. «Y que la vida siga y yo cagando de contento».

Considerado así, esta mujer es tan vaga en precisar lo que llama Sueño Americano. Soñar a la americana es tener el derecho, su frase favorita, a hacer ruido. «Tronar los chicharrones». En Norteamérica, los truena el que dice: «Aquí está mi casa paga, mi automóvil del año, mi diplomota de Harvard, Yale, Princeton». Ella ha tenido que conformarse con UC, Berkeley, UC, San Francisco, UC, Los Angeles... La toman por Chicana, aztlanista, mexicana, pero ella es lo vaporosamente universal que se pueda sugerir con la palabra 'mujer moderna / cosmopolita'. El caso de Gustavo es distinto. Educar y si se vale soñat con educarse es para mejor servir y servir debe ser transformar. En algún renglón de profesión y servicio, uno debe transformar algo; tal vez, transformarse uno mismo, hasta que sienta que su felicidad es algo auténtico, no un trasunto de conformidad, por el estómago lleno y las seguridades precarias, porque. aún la vida es incierta. «Quien más tiene, por la accidentalidad de los destino, puede verse bien abajo, en pérdida total». Y educarse-transformarse es prepararse para ese momento, sin pensar en lo atroz y lo trágico, ir armónicamente a donde quiera que la vida conduzca.

En cambio, tal parece que, cuando su colega habla sobre la posmodernidad de los sueños alcanzables en Norteamérica, describe una estrategia, no para lograr un ideal positivo, o plan de vida que la armonice con otros soñadores y su circunstancia, sino su obsesionarse de modo resentido con algo diferente al ancestro, o lo que se tuvo logrado. Ella parece convencida de que no hay raíces o su pasado es una mierda. «No todo ha sido una mierda antes de la posmodernidad. No se me amargue, doñita», le dice a quien no admite que haya consolaciones.

En fin que sólo es posible soñar en inglés y soñar de este lado. En México, ningún sueño se tiene, o se tuvo. No ella. Los sueños comienzan en los EE.UU. y sólo aquí se concretan. Si soñar es tener ambiciones, en ninguna parte del Tercer Mundo se puede soñar. Allá los sueños serán fraudulentos, o sueños menos sublimes y valederos, que los sueños que tienen en los EE.UU.. Le gusta hablar sobre ese fraudulento México de los López Portillo y sucesores y de gente como Echevarría, gente masacradora de estudiantes. Ese es el tiempo en que muchos de sus hermanos dejaron México.

Tal parece que el alma de esta mujer fue inventada por un mito gabacho. Tal parece que también inventaron la inteligencia y la civilización. Inventaron el sueño. Inventaron el progreso. El hilo negro y la última CocaCola del Desierto. Cuando ella comienza esas filosofadas tan mafufas sobre el Sueño Americano, él la deja con la palabra en la boca y corre con la excusa de que le han entrado ganas de mear.

Hoy que habría conversado con gusto sobre el recuerdo de la «Niña de Guatemala», no la del poema de Rubén Darío, sino la de la alumna que tuvo, oriunda de El Quiché, la que regresó a su país por un asunto de luto, él no ha encontrado a ninguno confiable. Esta colega vino con la cantalela de sus sueñitos americano de vitrina. Y no dejará que él hable, o acote nada. A Gustavo le habría gustado que, a su lado, estara una persona sensible de veras que entienda cuando él diga, como su alumna guatemalteca, que él también ha comenzado a sentir que pertenece a la «sociedad de almas», más tibias que calientes, pero nunca expansivas como una bomba caliente.

Mas entiende que en la sociedad que vive, el ideal es que esté entre
«The Hottest Peoples To Look At». En el peor sentido libidinal en que se le puede juzgar, Gustavo se ha sorprendido que haya en la Dirección Escolar quien haya dicho de él que hay que observar a esos «Latinos Calientes» que, siendo maestros, se atreven a mirar y aprovecharse de las bellacadas y calenturas de las hermosas adolescentes que son sus estudiantes. Intuyó, de paso por la oficina que alberga el «Achievement Reinforcement Center» (ARC) que chismeaban en torno a él; pero, hipócritamente, el grupo cambió el tema. No se trata de un varón. Se aludía a la educadora Naomi Pérez. «El Caso de la Saddleback HS». De súbito, la Latina Caliente es una maestra de Brea que tuvo sexo con un menor de edad, uno de esos «estudiantes calientes».

Esta hipocresía del grupito de docentes y empleadas aburridas hizo que avanzaran, atropellándose unos a otros, una hilera de pensamientos que alguna vez leyera de Elsa Maxwell (1883-1963), escritora norteamericana. No acierta a mediatar cuán fidedignamente se le vienen a la cabeza. Mas se siente, como si camina entre las tumbas de un cementerio, asaltado de frustración más que de odio. «Bores put you in a mental cemetery while you are still walking». «A bore is a vacuum cleaner of society, sucking up everything and giving nothing. Bores are always eager to be seen talking to you». «I don't hate anyone. I dislike. But my dislike is the equivalent of anyone else's hate».

¡Si supieran que siente nostalgia por una niña fría en un mundo caliente! ¡Si supieran que su mente se ha ido con ella, su mejor alumna, a Guatemala y con ella se sumerje en un río fluyente de aguas refrescantes y acariciadoras, como en el poema de Darío, que cita el lugar donde María García Granados se ahogó! ¡Qué deseos él siente hoy de besar en las sienes a una niña fría, como aquellas dos! Y, besarlas en la frente: 'era su frente, -¡la frente / que más he amado en mi vida!', habría escrito nuevamente Darío, si con él hablara.

Ha recordado a un niña que, al pie de un campesino vestido con traje típico, como si representara alguna clave gráfica, dibujó un gato con la carita asombro y la cola entorchada. Ese gato lo absorbe en aras interpretativas. Representará algo comunicado. Un día buscará los poemas sobre los gatos que Baudelaire escribiera. Uno, si mal no reuerda, y rememoa bien los versos, diría:

Los enamorados ardientes y los sabios austeros
aman igualmente en la edad madura
a los gatos poderosos y dulces, orgullo de la casa
que como ellos son friolentos y como ellos, sedentarios.

¿Habrá tomado aquella Niña de El Chiché de este contexto su sabiduría para definirse friolenta, al mismo tiempo ardiente? ¿Será su gato al pie del campesino el símbolo de su alma? Nunca olvidará la reflexión suya en The Journal y guarda la tarjeta con el dibujo del campesino, en traje típico, como tesoros compartidos de una alma poderosa y dulce. Ella es el orgullo de su experiencia en la escuela y... ¡qué pena no verla guardarse! Desgarrador ese día que se fue del campus y le dijo: «Me regreso a mi país. Ahora que entraba al Programa de Estudiantes de Honor en CHS».

Y se despidieron y, aún la consoló. «¿Para qué sirve un maestro que no consuela, que no anima a ese 'hijo / hija', no putativo y sanguíneo, que la vida regala y pone en relación directa, cinco días a la semana?» Ella triste porque se va, sin conquistar un sueño americano / guatemalteco / su diploma de la prepara y el honor de haberse educado con estudiantes aplicados, los mejores de la escuela. Seguro que han escrito que ella es una desertora, fracaso estadístico de la CHS, no siendo cierto. De modo que, pensado que la gatita friolenta, con la colita en alto, es un símbolo del alma de la Niña de El Quiché, le dijo: «¡Qué pena que te vayas! Salúdame a la gatita que dibujaste en la tarjeta de nuestra despedida». Lo que le dijo, no fue necesariamente en tono de consuelo, fue un elogio: Que dondequiera que ella fuese es la más digna, curiosa, poderosa, incontaminada, de las niñas que ha conocido, la mejor de sus alumnas, la más perspicaz. Tendrá más vidas, éxitos y honores que la sigan, que un gato.

Gustavo recuerda el día en que fue a averiguar qué tipo de clasificación estadística aplicaron a esta alumuna por su abandono de la escuela. Efectivamente, que desertó. Que se fue porque le dio la gana, bajo la excusa de que sus padres se iban a Guatemala. Ella no explicó si regresaría y lo que necesitaba, al irse, fue el privilegio de un permiso de ausencia temporal. Se fue de golpe y porrazo, como quien se va de pinta de la escuela / dándose 'in defiance of authority'. Asumieron que los niños son mentirosos, desdeñosos, caprichosos y no creyeron lo que ella les dijo: Que tuvo una imprevista necesidad de irse.

«¿Cuándo? ¿Y por cuánto tiempo».

Ella respondió: «No sé si volveré. Es que no somos residentes legales».

«A la Dirección escolar no le importa tu estatus. La Ley 187 fue declarada inconstitucional. No vamos a expulsarte por eso; pero, firmaste un 'compromiso de estudiante', quedarse en la escuela», le dijeron.

La niña del El Quiché no tuvo la autoridad para determinar 'pues me quedo'. Es que sus padres se la llevan y, sin ellos, el mundo caliente la lastimaría. No dio más explicaciones. «Es que me tengo que ir».

No lo dijeron. Sólo pensaron en torno a ella: «Otra a quien la embarazan. Otra que deserta de la escuela y se va sin diploma». Malinterpretaron su alma gatuna en el ARC, concluyó que la niñez es

Ernesto Schóo es otro de los autores que describió el alma de los gatos y Gustavo leyéndolo asiente, cree lo mismo, y se lo aplica a la niña que se fue: «El más digno y el menos sumiso, desdeñoso, tiránico, malicioso y travieso, el gato ha atraído tanto a los artistas, porque lo mismo que ellos, es una criatura todavía independiente en un mundo donde serlo cuesta cada vez».

Indice
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Gustavo el maestro / Novela de tesis / pedagágica / 1. Preámbulo / 2. El Estado Dorado y Exitoso / 3. ¿Cuál es «El divino tesoro»? / 4. La cazapremios que vive entre ratas / 5. La llaman Meteorito o La Gorda / 6. «Usted es un progresivista, no un trascendentalista» / 7. Dos papas podridas / 8. El certificado de defunción / 9. Un demonio vestido de santito / 11. El hijo de un guerrillero / 12. La exportación del miedo / 13. «Soy de donde mejor me convenga» / 14. «Y de mí, ¿qué va a decir?»: La Shakira / 15. En el submundo de la Rosa Salvaje / 16. «Los marcianos llegaron ya»: Miss Meteorito / 17. «Tras viciosos, malagradecidos»: Rosie / 18. Cruzarse de brazos / 19. Sobre conejas, premios y el Título X / 20. «Por amor a mi cantón»: El cholo / Comevacas y Tiznaos: Revolución Campesina en 1898 / Plegaria de James Galus Watt / Zorro y Aluzina2 / Página inicial de miniondas05 / Homenaje a Martin Heidegger / Breves antologías poéticas / Poeta chakaloso / El proceso femenino / Lycos / Carlos López Dzur: Méiker del Mapoe y el Tocuen / Megillah de la ovación / Jacinta / Tipheret

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