Friday, September 19, 2008

El carabalú de María Peregrina

a María Peregrina Font-Thompson

Hembra de genio nervudo,
mi jíbara pepiniana ,
quiero traerte mañana
mi pabellón y mi escudo.
Para que le dé un saludo
con criolla reverencia
es hora de hacer conciencia
en nuestra amada terruca:
César G. Torres Rodríguez (1912-1994)


Joaquín Oronoz lo organizó. Movilizó a su primo de Ponce: el licenciado Font-Echeandía. «Vamos a echar algo en sal que valga más que las cortejas», le dijo a Agustín.

«Yo voy a hablarle primero. Después lo rematas tú».

«Sí, sí. Me molesta que ese imbécil tenga tantos hijos realengos».

Cucán Oronoz cree en redimir los nombres que en el lodo del carabalú y el chisme ingrato se revuelcan. Y la jamona Concha Font es una que vitupera a los hombres, precisamente, por salaces y burlones. Mujeriegos, puercos, infieles... ¡Tanto odia a los machos / fornicarios / con hijos realengos por doquiera / y tanto a la ramería que ella misma se cose las pantaletas! Que nadie se imagine ni su nalgatorio. Mejor beata, con toca y mantilla, que puta con uñas de gata... y bien que se junta con los que odian a los bastardos, se une al güiri güiri, con que Zaida Pérez y algunas Oronoces se entretienen, incluyendo a Emilita Arbona y la esposa de Rigo, que es de la prestigiosa familia Echevarría. Tela para cortar ya tienen. El carabalú que Cucán ha formado para redimir al banquero Millón Font y agenciarse la gratitud de Peregrina, la bastarda.

«De plano, hay mujeres que, amén de ser bastardas, no tienen el mínimo de clase», dijeron las representantes locales del blanquitaje y elitismo.

Y comparan a Carmiña, hija de Manuela Cabanillas, con Peregrina. «Han de sentirse como gallinas en corral ajeno; no imagino que puedan estar juntas».

«Serán como aceite y vinagre», ríen.

«Si hasta el mismo Abraham Bonilla me lo dijo», lo citan, «de Krajo no le vendo ni un carajo». Es que Carmiña es fea de cara. Es retardada, bruta. Es mujer para un sargento. Hembra sólo valiosa por lo que tiene de nalga. Y, Emilita Arbona, esposa de Cucán, sabe que es una injusticia que ésto se diga. Es objetivamente cierto que Peregrina y Carmiña son distintas; pero, «ambas han de ser buenas señoras, con virtudes, dignas de sus casas». No por ser pobre se es puta. No por ser bastarda se es una «buena para nada». Y Emilita dice más: «Yo apoyo a Cucán. Que haya un reencuentro de hermanas. Que haya reconocimiento, reconciliación de padre e hija, perdón, la oportunidad de convivencia. Que con el apellido debe ir parejo una cierta credibilidad».

Victoria Font adujo: «Ha de ser una machorra, cazafortuna esa tal… golondrina sin nidaje, palomita viajera» y aseguró que la intuición femenina se lo dice. Seguramente, según añadió, María Peregrina dirá a su hermana: «¿Cómo crees, Carmiña, que puedo dedicarte tiempo? ¡Es que la gente de hoy, en este pueblo, o en cualquier otro, ya no está por nadie!»

Ahora, en 1956, por causa de Cucán, se está a punto de presenciarse un milagro. La gente rica de Pepino está nerviosa, Cucán quiere ser el milagrero. Invoca y une fuerzas. Habla aquí, comenta allá, siempre siquitrillando... Ahora se pinta como el casinista de la Nueva Era, no de la exclusión y el atropello. Viva la fraternidad. Ha surgido hasta un club de caballeros al que se unió Trichulis. A veces, «no, siempre, hay una segunda oportunidad y hay que rezurcir los prestigios acabados por la vileza de la cobardía». A veces hay que salir al Topos Uranus y ver las Ideas, no desde los cubujones donde se acomodan las sombras. No desde las cavernas.

Todo sucedió cuando, entre tragos, Cucán y sus amigos, Bonilla y el novelista y defensor de su padre [Cheo Font Feliú] repasaron la historia del poeta, Moncho Lira, aquel enamorado, hijo de Rosa Torres, cuyo delito parece … haber sido ser tan pobre. Un hijo natural para acabarla de joder. Quintín Perdomo, cura tan respetado, decía: «Es cierto que es pobre; pero tiene luz». Y si Quintín Octaviano Perdomo todavía viviese, diría lo mismo de María Peregrina. El llamaría a su confesionario al pecador, tú, Emilio Font y diría lo que procede en estos casos: «No has tratado bien a Peregrina. Es cierto que nació en el Joyo de Millán y fruto de tus aventuras, pero esa niña tiene luz».

¿Y quién que tenga luz va y coloca y encubre, o esconde su candil, bajo el calabacín de sus ambiguedades? Y así fue que hizo José Mislán con un poeta, Ramoncito la Lira, su hijo, dejándole sin el apellido, sin nutrición paterna, sin aire para que su luz se esparza y queme oxígeno… y mire usted, ahora lo dice Oronoz Font, no el Cura Aponte a quien él [yo, Joaquín Nicolás] mandó a la porreta en tiempos del Partido Acción Cristiana.
«Para que merezcamos la luz de su verdad, hay que escuchar al pueblo».

«Y Tablastilla sabe que María es una Font de tu sangre».

El pueblo sabe que, además de Manuela Cabanillas, madre de Carmiña, Emilio Font tiene otras «costillitas» y «secretos» más abajo del Joyo de Millán. Se desbalaga, como en su tiempo lo hizo Cheo, con Cirila la Yegua, hermana y linaje de Sandalio.

2.

María Peregrina ha triunfado, sin ayuda de ninguno. Es la mujer de éxito. Es la promesa luminosa. Es otro pie de espada blanca. Y entra en La Fortaleza con Doña Inés Mendoza, la Primera Dama, se le tiene en la mayor estima. Y eso conviene a este pueblo. «Te conviene a tí, Millón. No es bueno que te entierren con la fama de un bicho miserable. O que se diga: ¡Mira qué padre malo! Tiene una vela y la tapa con un calabacín. La espachurra con un plato, en vez de hacerla luz que ilumine nuestros mundos».

Tablastilla y el pueblo entero la vio desde pequeña. Es una hermosa Font. Es la que para el tráfico en el Pueblo, desde los 17 años por los años ’40… Se extraña su silueta desde entonces. ¡Qué dos piernas tan lindas! Y su busto, excelente… Desde sus años en la Escuela Secundaria, los mozos del pueblo se relamen. La vieron irse a Nueva York y hay una cierta tristeza en los varones. Un pedacito de pueblo se sumergió en las sombras. A María Peregrina le perdió la pista. Mas ha triunfando. Es célebre y de cada marido que se le muere hereda sus millones.

María aprendió inglés. Después se supo cultivándose aúN más. Habla un francés fino en las grandes fiestas y, cuando se casó con Casenave y vivió en Puerto Rico, quedó viuda. Entró a círculos selectos sanjuaneros. Ahora está casada con el primo del rector de la Universidad de Puerto Rico. Es un hecho que está dictando la moda del jet-set y se le observa cuando baja, o sube, de su limousine de luxe. Se le oye cuando diseña y da órdenes, o hace negocios en inglés o en francés. Su mundo es refinado.

Ha de tener, así de hermosos sus riñones, aunque no tiene hijos. Lo que más ama es su colección de cuadros. Cuando se siente afrancesada, da cátedra. Algo de ella recuerda a Marcianita Echeandía Font en sus mejores tiempos. Son ideologías distintas. Marcianita, radical. María Peregrina, anti-proletaria. Mas ella expresa su admiración por Renoir y Cezanne. Va a conciertos. Oye música clásica.

Alguna pintura en sus colecciones es un Renoir auténtico y ella paga lo que sea. Colecciona arte. Tiene un Picasso. Vive en el esplendor de su prestigio bien ganado y merecido. En su taller de ropa, en Nueva York diseña y cose junto a ocho empleados. Elige selectivamente el talento. Es una mujer que sabe. Cuando se cansa, se viene a su mansión de Puerto Rico, en el Viejo San Juan. Y se deja chulear por Frontera, cuya penosa muerte en manos de Pata de Cloche, la conmovió de veras. Pero, en este Puerto Rico, la homofobia impera. El pecado de Iván fue ser excéntrico. Gay. como se dice en New York. Un mariconazo que escribe la nota social para el periódico El Mundo.

En Nueva York, donde importa muy poco si ella es bastarda, dicen que la boricua parece una alemana. Tiene la elegancia de su estirpe. Es inteligente, lista. Tiene que serlo cuando la aclama el jet-set de América Latina y su nombre se cita en los periódicos. La busca el Certamen de Señorita Universo para que vista a sus reinas o concursantes y el jet-set de los petroleros venezolanos. Bien que, desde sus años juveniles, habría podido ella ser Miss Universe.

«¿Viste lo que dijo Iván Frontera en su columna?»

«Hay que traerla al Casino y presentarla, Millón. Tú dale un beso cariñoso en público. Arrebátesela en ese montón de bellacos muñocistas».

En fin, que echaron algo en sal para que Peregrina se asentara en estos nidos. En algo quiso velificarse hasta Carmiña, su hermana. Ella dice que también merece su aprecio y no lo tiene. No lo tiene porque está en Pepino, donde su propia gente la difama y a su piel se la escardilla como quien arrancara mala hierba de los jardines familiares de los Font originarios.

Cucán no quiere que la claque elitista a la que ha pertenecido se vaya a cañocales. Desde la muerte de Alicia Franco y el quebrantamiento moral que el sacerdote Aponte produjo en este pueblo, se está derrotando el prestigio de apellidos que tenían su charisma weberiano. Una mística cuasi mística, fascinadora, pero secularista, porque «tú sabes, Millón, hay que tener los pies en la tierra, aunque un poquito el alma en el cielo».

«¿Pero qué dirá Carmiña si le doy una hermana con la que no ha hablado nunca?»

«Millón, déjamelo todo a mí. Estos no son los tiempos de Rodríguez Cabrero como para dar bola negra al poeta enamorado, al hijo de Mislán? Empecemos ya a corregir errores… Yo soy el León Mayor; yo hago carnavales y traigo a Pablo Elvira y a Casals, si es necesario».

… que no la vayan a ofender, diciéndole… es baaastaaaardaaaa… sss...

Eso sí, bastarda, señalada, murmurada. A escondidas, en la casa de los ricos fue descrita con estigmas. Linda. Nadie lo niega… pero es bastardaaaaaaaaaa... No conviene que esté presente en el Casino. Que venga a nuestros bailes…

Queriendo o no, año tras año, a ella hicieron lo que a Ramón María, poeta que hoy tiene su busto de bronce que lo honra en medio de la Plaza Baldorioty. Hoy que se sabe que fue admirado por los próceres De Diego, Muñoz Rivera, Luis Rodríguez Cabrero, hoy que las escuelas son bautizadas con su nombre y se cita en las tesis doctorales y se rescatan sus poemas del olvido, todo el mundo quiere a Ramón María Torres, el bastardo de Mislán…

Y Cucán le dijo al primo: «No dejemos que sean otros los que se lleven a Peregrina a sus palomares. Escríbele una carta y díle: Soy tu padre. Perdóname».

Y lo arreglaron para que fuera de este modo: reconciliativo, civilizado, socialmente adecuado. Hasta Carmiña buscó a quien la amara, sin verse en el maltrato. «No soy un saco de paja, María, y así me tratan», dijo a ella por sincerarse; pero tenía la fama de morona y la cara feuca. Y María Peregrina detectó, tal como el Pueblo lo chismara, que sus mundos eran diferentes. Ella hiede en su Pepino de sombras. Inicialmente, le regaló un perfume. Carmiña, elemental como en lechiga en penumbras de macho golpeador y en antro de mediocridades, con el vaho elemental de la mala alquimia. La Peregrina, como las propias rosas, muy a gusto al conversar sobre otros círculos, mundos con anhelos y costumbres distintas. Sí, con otras gentes. Entonces, le dijo lo mismo que a Millón, su padre:

«Yo dejé el Joyo de Millán en el olvido; pero, nací ahí. No lo niego».
También así lo dijo a Carmiña porque ésta le dijo; «Te necesito».

«¿Y para qué?... Yo me fuí de Pepino; pero ya nada tengo aquí. Somos hermanas por papeles. Sólo eso».

Fue un momento tan duro. Tan poco sentimental. Como el asesinato que perpetró Pata de Cloche. Por un momento, ya que aceptó el apellido, reaccionó, desafió el silencio, como quien pregunta ¿qué hice? y miró a su padre. Millón aseguró que, a partir de este momento, pondría a su disposición su mundo, sus finanzas, sus amistades…

«No es necesario, señor. Usted es mi padre en papel. Ahora, mi amor y futuro apellido ha de ser Thompson». Aludió a un enamorado.

Emilio Font, su padre, supo al fin que todo fue inútil. Antes ella se dijo Casenave y Benítez… Ahora anuncia que será Thompson… «Ser Font en papel, tan tardíamente, no cambiaría a María Peregrina. Un apellido no le quitó el sueño. Ni ha abierto puertas ni se las ha cerrado. Ha vivido para creer en sí. Dijo: «Como Stirner».

«¿Quién dijo?», preguntó Cucán.

«Stirner, la referencia al yo absoluto, individualizado», aclaró Font.

«¿Me entiende ahora? Oronoz… licenciado Font-Echeandía».

Ellos guardaron silencio, pero pelaron los ojos. Uno y cada uno de ellos. Fue como una bofetada con guante blanco.


13-9-1990 /
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