Este es un pueblo cagao. Yo no quiero que me entierren aquí: Nicolás González «Chavito»
Nico Chavito, quien vivió en los fondos de Pueblo Nuevo, dijo que él no sabe cómo entró el pecado a su carne y a su consciencia. Alguna vez vio la Crátera de Apolo y se entretuvo en la noche con tal pensamiento. El miraba al cielo nocturno, con la esperanza de observar la constelación de las Pléyades. Dijo que estuvo sediento de espíritu, pero no supo buscar la susodicha alma. Que las Pléyades mientan a las palomas y la paz del espíritu. Que donde quiera que observa para dar mentís a su fe, siente la habladuría de la lujuria, la codicia usurpadora y una miseria decepcionante. Se cuida de recibir una disciplina reaccionaria y represora; pero no tiene la fuerza para negarse a ejercerla él mismo.
A Nico Chavito le dicen que es poca cosa. El no sabe por qué. Lo olvidó. O se hace el sueco. Quizás es que él no progresa, como quiere. No tiene más presunción que la Vespa, aunque algunos amigos suyos se acreditan con la ambición de moda. Ser rico, serlo cuán rápidamente sea posible. Irse en búsqueda de los Verdes Prados / in USA / porque ya la inteligencia se acabó. Galbraith, el economista de moda, preconiza el Estado Pordiosero. Papá-Estado da mantengo y la sociedad de los ricos sostiene a los tontos en esta moderna permisividad de nenes lindos, caprichosones y piquitos de oro. Nico filosofa a veces, quejosamente, que el Estado Pordiosero todavía no le ha dado nada. Miserias que ofrezca el Mantengo que se la den a quien no pueda irse a New York a sacar dólares del judío, al riesgo de batirse con negros e italianos, o sucumbir a este demonio, la tecata...
El Adversario alega que no hay verdad. El ser es incognoscible. Esa es la forma en que entró el pecado: la mentira, según Nico y, ¿por qué no? El olvido ayuda. «Nadie está interesado en nadie, verdaderamente. Menos en este pueblo cagao». No hay verdad. Ni progreso. Ni pan ni tierra ni libertad. No hay ni mierda.
Nico fracasó, por causa del Demonio, en la tarea de buscar, con corazón sincero, un aleluya al Señor para su boca. Y le echan la culpa al Dr. Spock y Luis Ferré. Y en Pepino, a Mon Román y Piro Pérez Cancio. En este pueblo, sin memoria, se nos mira como a pulgas. Se nos minusculiza. Uno no es quien quiere ser y no es a otros ojos como es uno. Lo empequeñecen. El no es Nicolás. Es Nico. Y, visto según él mismo lo ve, parece que a su vida han puesto un precio de centavo. Por esta razón, tiene un coraje hoy y no trae de la grifa que le gusta. Ni un corte de heroína.
Este es un viajero en monkey hunt. O sea, en el esparcimiento. Esta noche se desvelará hasta que salga esa paloma misteriosa que él llama la Serenidad de la Inspiración. El espíritu en sí encarnado. Así podrá sacar los arpegios sublimes a su guitarra. Ya verá el grupo de bohemios las sorpresas que Nico Chavito da.
Dijo que ha querido que su vida transcurra distinta a lo que ha sido. Es un rezongón con las pléyades que le niegan luz. Refunfuña a su mujer. Está casado y la castiga. Tiene en la mira a una dominicana que habla inglés y le pide: Introduce Charley! O sea, dáme pinga, puertorro. El dice que es anti-retributivo, pero, cuando el instinto llama él va. Ofrece el Banging Off de las pléyades oscuras. Se va a la playa en su bici Vespa... y no quiere ser así, pero se le hace tan arduo calcular el placer y el dolor. El no dice, al pasar un buen rato e irse con amigos a festejar la alegría, que Magui tiene el mismo derecho. Es un ultramontano bestial. El le pega el cuerno y lo que sea que truene. Dijo que la soledad ya ni pueda nutrirse de él. Ya está creada con ese robar contínuo del Establecimiento y es la verdadera Babilonia, sumándose al alma, embotándola hasta dejarlo ciego ante la luz y ciego por las tinieblas.
Sus amigos que llegan de Perth Amboy, Brooklyn o el Bronx, son glotones. Unos puercazos en materia de la yerba. Lo instruyeron con sus trucos para el pánico con ácido, polvo de baterías, ajax y Alka Selzer. Nico siempre anda volando, wigged out, pese a que dice que las nifiadas son sábados y domingo. Mientras inhala, suspira una frase que parece quejumbrosa, o la satisfacción de su gratificada voluntad: «Ay, mi hermanito».
Anol Morales es otro de los serenateros. Vivió en el Sur del Bronx. Allá adquirió el tono de jodedor con que se estila. «Tú sabes, pana, tengo que meterme algo para afinar la nota». Y tú sabes, you know, tú sabes, you know, mi pana. Andaba con su cucharita, siempre callado, observador, creyendo que lo sabe todo. El es quizás hasta más iluminado que Nico. Aunque a veces parece, borderliner schizo, paranoico, con tanto... tú sabes, mi pana, tanta jeringa en la vena, quien cuando adolescente, en la escuela secundaria se sacaba el puntaje de excelencia, 4 puntos exactos. Mas ha perdido la fe y en el 1966, lo perturba la adicción y el alcoholismio... No cosechó la dicha ni con el matrimonio... Se casó con una hija de Nery Soto y de sus tres hijas, que han crecido bonitas, una de 18 años de edad se lanzó al vacío desde el balcón de un hotel del Condado y «tú sabes, pana, duele, you know». «Fue para acabar de joderlo», dice Nico.
Paco El Bolo, quien trabaja en la Central Plata, se unió a la jodedera en Pueblo Nuevo. No se sabe si es la posguerra miseriosa o el triunfalismo anticomunista de Hoover y McCarthy, no se sabe si el anti-soberanismo local, todo se combina con esta edad de oro muñocista, que dio ya el Pan y se olvidó de la Tierra... «La libertad a la mierda, como Albizu», dice El Bolo a su hermana que ha llegado de Columbia University al Pepino... «¿Quién hay que sueñe con las verdaderas libertades?» De cierto que de su grupo serenatero, ninguno. Ningno de los compinches de Paco el Bolo.
Sara Rivera, su hermana, maestra de matemáticas, lo aconseja en vano. La otra hermana, Matilde, enseña el español en los colegios. Estudió un posgrado en la Columbia University. En el decenio del '50, ella fue una profesora de méritos. Pensaba en la libertad patria; pero, con la paciencia de un maestro. Es académica, orgulllo para cualquier nación; pero...Paco, siendo ya padre de Magui, linda y cachendosa, es árbol que anda torcido. «No te ha faltado el consejo. Y son las amistades. O más bien, el machismo».
Los amigos y él no saben cómo Nico acumula espadas y bastos. Cómo le hace para vivir, mal que bien, y sostener a su familia. Ya saben que Magui, si por algo le ha peleado, es para que se cuide. El se jacta de que el Demonio lo tienta con más de una mujer. La revienta de celos y la golpea.
Ya que se compró una Vespa, se va en aras de sabiduría de lo Alto, posiblemente, para atravesar la circularidad del tiempo y saber de los secretos del Eterno Retorno. Estuvo de moda la dichosa Vespa y colocarse al hombro un hatillo de viajero y esperar el Sol en el Oriente y comenzar desde el Norte de la Nariz a nifiarse el Sur del ombligo. «Excuse me, but my nature calls!». A veces temen que se quede un viaje y no pueda seguir tocando la guitarra. Así él se gana sus pesos.
El día que conquistó a Magui se sentía el dueño del Nuevo Comienzo y era, en realidad, el dueño del Final, porque se hizo más vicioso. Y cada día más loco. Más irresponsable. Ella le dijo que buscara de Dios. Que no se indulga tanto en la vida mala: el placer, la impaciencia, el escapismo. Entonces, se la cingó por el ano, porque sabía que, en tales asuntos, ella es pudorosa. Muy chapada a la antigua. El no. El es macuarro. Sus amigos le dicen, como la dominicana, you're a poofy poper. Un puerco, apestoso adicto.
Y le da el mismo ataque de risa que verificó con ella después de verla llorar. Fue la primera vez que supo que Magui temblaba y, por miedo, hasta se orinaba encima.
El conoció la rosa blanca del amor puro. Pensó que la vio al conocer a Magui, hija de Paco el Bolo. Pero se ha sentido crecido. Es tan indeciso, sin fe. Un pichiruche. Con la greefa, Nico filosofa sobre la consciencia cósmica. O más bien, pierde la noción de tiempo sin sacar nada en claro. No es gente que lea y estudie. El cree en vuelos, en que se le regale el misterio sin buscarlo.
Ahora la serenata se extiende y perdura. No le ha sacado brillo a la guitarra. Hasta la consciencia le dice que es músico mediocre. «Y no es verdad», perjura él y le dice a los serenateros.
«Sosténme la guitarra, hermanito. Ya es hora de que ponga remedio a ésto». De la misma, hebilla y chapa de su correa, saca su navajita, sus químicos de batería, el surtido de polvos. Y se nifea, con un gusto profundo. Y, adelante, a cantar el que canta y a escucharlo, porque estos acordes vienen inspirados.
2.
«¿Qué te metíste, Nico?»
«Tocaste como nunca».
«Es Magui que te tiene enamorado, ¿verdad?»
Explica que es algo que sabe sobre la duración y el tedio. El tiempo es artificial. Si el Eterno Dios se caga y se mea en el tiempo, lo ignora porque es invención humana, cosa-ídolo de la Babilonia, si Dios no cree en las pendejadas del Greedy Pig, hasta el rico-comemierda, todo el mundo, pueden esperar.
«Hasta Magui», lo chotean.
«Que Magui espere, mi hermano», reenfatiza Nico Chavito.
«¡Qué suerte tienes, Nico!», han comentado más de una vez sin sentir que él se molesta. Magui es una hembrota. Esto dicho por alguno con malicia.
«Es tu musa, Nico».
Que no haya enconos. Cierto es que aluden a Magui como una rosa blanca. Como magi. Magia. La niña es un sol. Un sol que le da una oportunidad de ser feliz en esta era de hijodelagranputas. Y él no oye consejos. En su lugar, por escuchar estas cosas, en vez de contento, se encela. El hatillo de viajero (al que llama su consciencia, su superconsciencia de guachimán cósmico) está con agujeros. En vez de oro de sol y copas, dentro de la talega, para que inicie su viaje tan anhelado en el curso de los días, lleva únicamente el papel que corta del testamento, deshojándolo para enrolar su greefa. Mario Román, trompetista de la banda municipal de Toño Vega, al verles en los viajes de las tecaterías, dejó de frecuentarlo. Sólo dijo: «Pobre Magui; no sé cómo lo soporta como yerno Paco el Bolo».
Nico Chavito es lo que llaman un popper, poofy / asqueroso popper, no siempre tiene para ácido bueno, heroína no cortada ...y no que no haya tenido sus verdes prados, esparciendo mota para los glotones. A veces piensa que se le mete el diablo. Y que no hay Felices ' 50, como dice la gente de La Pava. Por lo menos, Pueblo Nuevo sigue siendo lo mismo. «Pepino es un pueblo cagao», donde día a día se mira a Wilson, gritando TI TI TI, desde esa cabecita con boca del tamaño de un puño. A veces es Rita la pordiosera o el negro Coconé, quien lo entristece...
Como lo ha mortificado que vean más mérito en ella que en él y él no es nada retributivo, los ha citado a la casa a todos. Ya saben lo que Nico pretende. No es la primera vez. Y, en fin, que ha convencido a uno, uno que no lo sabe.
«Nico con química en la cabeza es cabrón. No vayas. Mira que es tarde».
«¿Qué es lo que quieres que vea, Nico?»
«El poder del espíritu mío».
«Confieso que tocaste como genio en contacto con la musa».
«¿Musa? ¿Quieres ver cómo llora una musa?»
«¡No! ¿Cómo te inspira?»
«Quiero que presencies cómo llora una mujer».
Y a esa hora, 2:30 de la madrugada, llevó al amigo a la casa. Abrió la puerta con sigilo; pero, una vez dentro dio gritos y puños en la puerta de la habitación conyugal. El visitante vio que ella salió medio asustada, vestida con una bata.
«Mujer, ¿por qué no salíste a recibirnos o me esperaste en la sala? Tenemos una visita. ¿Qué va a pensar de nosotros?»
«No sabía», dijo con una voz casi inexistente.
En el área de cocina, estaba parado el visitante y Nico se le acercó, susurrándole al oído: «Lo que vas a ver te sorprenderá». Paso seguido, revisó un caldero.
«Oye, nena, no veo ni una sopita Campbell hecha».
«Si quieres, te la preparo».
«Al menos un café para el amigo».
Ella se abriga bien con su bata, da unos pasos a la cocina, pero ya está temblando. Nico sonríe con triunfo.
«No. Ya me hicíste quedar mal».
«No tardo».
«¿Como la que me hicíste ayer? ¿Una sopa sin sabor, una sopa insípida de mierda?»
«Como ya es tarde».
«¡Cállate! Me voy ahora mismo con la dominicana; pero te voy a dar antes unos burrunazos para que me aprendas a atender como se debe».
Y la simple palabra burronazo la hizo orinarse en las pantaletas... Suellta su llanto a lágrima viva, suplicándole a Nico: «¡Chavito, no me pegues!»
«Vela. Mira eso», pide al visitante.
Con el mero amago de Nico y el instinto de escapada de Magui se produjo un charco de meados a su paso. El amigo vio la musa en angustia y lo sorprendió un escalofrío. El agresor sólo se ensanchó con su ataque de risa y dijo a su amigo: «Vamos a echarnos una cervecita por ahí. El bar de Millán está abierto...»
3.
A mediados de 1975, cuando murió, no se le enterró en Pepino. Se supo que no lo había querido. Y no que el pueblo y sus mujeres no lo hayan perdonado. El formó un grupo religioso, cambió su vida. Era seguido y tenía, junto a otros, su templo y sus predicaciones. Ya hablaba como un hombre arrepentido.
Dijo que, al fin, supo cómo el pecado entró a su carne y a su consciencia. Cada día observa la Crátera de Apolo y se entretuvo en la noche, en oración, con tal pensamiento. Todavía mira al cielo nocturno, y observa la constelación de las Pléyades cuando el cielo es claro. Dijo que estuvo sediento de espíritu. Está en lo profundo del alma. Añadió que las Pléyades mientan a las palomas y la paz del espíritu. Y la última palabra que dijo, ya viejito, fue: Amén.
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