Friday, September 19, 2008

El disparo


La triste hora de partida,
la hora aquella del antaño,
que nos hizo tanto daño:
la hora de la despedida.
Son las cosas de la vida...
¡qué más podemos hacer!
¡Revivir hoy el AYER!
despedirnos del Pepino!

Juan Roure Marrero (pepiniano adoptivo), Volver a Pepino



Cuando murió Edelmiro en Las Marías, Pascual, su hijo, tenía la edad de 22 años. Oyó las voces de alarma que provocó el disparo; pero, al parecer, nadie en Los Velez identificó por dónde provino el sonido del tiro. La visita del esclavo Pedro y la entrega del paquetillo que Edelmiro había dejado para él, extrañó a la suspicaz Margarita.

«¡Un disparo, oímos un disparo!»

En finca tan inmensa, buscar al herido fue como buscar una aguja en el pajar. A los 5:00 minutos de haberse despedido, Pedro volvió a la casa del amo y preguntó a varios peones asustados, reunidos en el batey:

«¿Sonó disparo, ah?»

Fingió su conducta porque él sabía algo. Obedeció al amo. El mayordomo y Pascual salieron a investigar.

Pedro se unió a los peones que salían, de improviso, del espeso monte, por distintas direcciones y caminos, para ayudar en la búsqueda del hombre armado. O del herido. O del muerto. E hizo que la mayoría de ellos pensara confusamente sobre el incidente y, sobre todo, que se enteraran de la amistad y el aprecio que tenía a don Edelmiro, «quien me emancipó y quiso que trabajara para él, no para su padre».

Fue Pedro quien puso a Edelmiro sobre una carreta para llevarlo a Juncal y fue Pascual, quien dedujo que se cayó del árbol de baobab, porque vio rastros del espeso ramaje sobre el cadáver. Se informó sobre el accidente tal como Pedro quiso y se bajaron de las más altas ramas hilachas de la camisa de Edelmiro, manchadas con sangre. «De una caída, iba a perder la vida mi Cielito!», dijo Nicasia desconsolada.

La pistola se disparó sola, al caer: conclusión general. O él se suicidó. No se supo. Nadie fue experto. No se llamó un forense. Y el padre, Don Manuel, no quiso saberlo, sólo que se lo entierren en Las Marías para que las vírgenes le consuelen los pecados antes que lo reciba Dios. Para Manuel, es mejor que pensar en Pedro, como el asesino. «Este negro quebrao es un cobarde. No tendría las agallas pa'matarlo».

Eulalia lloró tanto que Pascual se arrepintió alguna vez de culparla de tener amores con Zarratea, el Vasco. Le remordió la consciencia por haber hecho infeliz a su padre, por causa de sus diretes de comadre y las discusiones que, entre Edelmiro y Margarita, se creaban. Por eso, se fue de la casa de Margarita, tomó por mujer una chica de Juncal y nadie supo más de él, yéndose del Pepino, tal vez con los Hermida de San Juan.

Pasado el sepelio y las novenas, el entierro en el bosquecillo de Las Marías, Pedro no se había marchado. Quiso probarse más hombre que Guillermo. O de si era capaz de chantejear a Eulalia. Traía tal confusión en su cabeza que no sabía si odiar o amar a la hija del amo.

Indice / El pueblo en sombras / El disparo / 32.

__

San Sebastián 1 / San Sebastián 2 / Portal de San Sebastián del Pepino / Pepino 1 / Fechas sobresalientes del Pepino / Pepino 2 / Pepino / Wikipedia / Central La Plata / La Naranja: Blog Político de Carlos López Dzur / Pepino 3 / Nilita Vientós

No comments: