El alma busca la tierra, no huye de ella:
Martin Heidegger
Alcancé la tierra ya, el sendero en el alma
por la que obtuve recuerdos. Se hinchó en dolor
la nave que bogaba, con velas desplegadas
(la ví hundirse en la inicialidad
de todos los inicios)
y la paloma reexaminó los sueños
cuando quiso volar alto, más alto
que la vida y el súbito naufragio.
Alma fue que manipulaba el poseer
y maniáticamente, persistida, obsesionada,
resguardó lo recogido, encerrándolo
consigo, atesorándolo como codicia impía.
La Tierra la ha llamado al fin para que exija
el cielo despejado, la derrota final,
el ocultamiento vencido en la unicidad,
única e inusual, de lo que viene.
Le dijo: «Abre tus lugares reunidores,
Haz que reluzca y translumine lo escondido».
No huyas con la presa que es mía.
El alma querrá indiques su lugar
donde lo predicente reposa y se despoja
de la proyectada fantasía,
la desfiguración, su lujuria.
Punta de lanza fue la razón de su nacer.
Cierto amor ha sido guardado en los sentidos.
No habrá huída si nací para dar cuentas
sobre lo ya pre-comprendido. Alma baja
de los altos nimbos, aterriza en el monte.
No habrá verdad sin redescubrimiento,
sin desafío angustioso de las declaraciones,
lo manejable, seguro, sentencioso.
No habrá verdad si no se baja el ser al hombre.
3-12-1997 / Del libro inédito Heideggerianas
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