Monday, December 17, 2007
He matado un ángel
Para el ángel la Nada es sólo erranza,
material creencia, soledad de las cosas,
amargura ciega que cabalga por la historia.
¿Dónde colocaré, sin embargo,
estas huellas frescas de sangre
que saltan a mis pasos?
Tus huellas, Elvira,
mi único y verdadero ángel.
Cabalgué sin encontrar
una cueva que sea el prado,
donde pueda esconderte, mi tesoro.
Quiero que seas un ser
infinitamente invulnerable
y que seas el yo, el ángel nuevo,
al que no destruya la vileza de quienes
me han llamado Traidor / Tirano.
A la mofa del mundo, yo la temo.
Querrán tu cuerpo, derramarán
sus fornicaciones en tu prado,
te seguirán los pasos
sólo para escupirte.
En trote de bestias, vendrán
esos infieles en jaurías.
¿Dónde la inmensidad inmortal
te dará cobijo, si no saco el valor
para guardarte, aunque cada puñalada
me duela más, ate mi alma a dolor?
(Aquí yo veo mis abismos y temores:
¡tengo que asesinarte, ángel mío!)
Y todavía diré que existes distinta
a todo golpe y a tu sangre.
Aquí el sequedal se tragó
el honor y la mejana y adquirió
la forma que predicas, eres un ángel,
virtud para decir tu amor
más grande que los hombres
y los mundos descubiertos para reyes
y príncipes sin alma;
eres mi árbol de vida y el prado
y la bestia más hermosa
y el corazón anhelante
y la raíz y el cimiento.
Aquí examino húmedas ramas
de mi árbol y mi ciencia y estoy solo
con tu nombre en los labios
y con soledad de estrellas, lejanías.
Elvira amada, con mi propio cuchillo,
te he matado y Cruspa me mira desde el cielo.
Un caballo, negro engendro de la noche,
va en la niebla y la sorda urdimbre
me galopa y trota el corazón
cuando digo tu nombre.
13-7-1986 / Del libro Lope de Aguirre y los paraísos soñados / Index / Negocios / Blogsite / LinkShare Corporation
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