Saturday, December 15, 2007
El ángel más amado
De todas las obsesiones que forja el pensamiento,
dulces voces de mis desvaríos, medito en tí,
como criaturilla más deseada entre la hueste,
y quien fielmente me nombras: amigo mío.
No que tú me entristezcas, pero no me desmientes.
Es triste este mundo, con hombres rotulados,
ariscos al espíritu, endurecidos por furor
de su carne y el apego a bajas ilusiones.
Bien que conoces a los hombres fugitivos.
Con el pan se conforman, cuando no, se esclavizan.
Sin el circo no viven; ya no pueden vivir
la senda de lo abiótico, mi dominio.
¿Quién hay que busque la noosfera conmigo
y te escuche, Dulce Silbo, mariposa de luz
en la noche serena, en plácido ocaso?
Para mí, eres fiel. Seguro que me has visto
(inexplicándome la angustia, airado a veces
como un perro raposero, o un viejo orejano);
pero mira si tengo cuajo en este ser-que-vivo;
soporto cada instante de vida, me guste o no,
sólo por escucharte, curioso amigo,
y de mis telas cortadas, ¿qué querrás llevarte?
No necesitas nada mío. No necesitas ni amarme.
No sé si fiel serás por siempre; pero confirma
que me oyes, cuando lamento; dí otra frase
en adición al habitual Amigo mío.
Del libro Teth, mi serpiente / El nihilismo pasivo / El lector cósmico /
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