Saturday, December 22, 2007

Las profecías de Don Lion

A Manuel Méndez Liciaga (1884-1964)


A la gente que acosa, veja y se hace presa fácil de resentimientos, al sistema de caciques, les llega una figura acusadora. Su poder será maldito pues hay fuerzas que operan detrás de los destinos desgraciados y preparan el camino de su disolución.

Don Lion, el «Profeta Durmiente», como lo llaman por todo el Noroeste de la Isla de Puerto Rico, pues es brujo poderoso, desde mediados del ’20, distingue al hombre bueno, cuyo rostro es transparente, del que tiene unas segundas intenciones y al que percibe interpuesta, por encima o por debajo de su rostro, una cara de perro.

La cara de perro no se le ve a todo el mundo. Comienza a manifestarse cuando una presencia de vampiro obsede al sujeto y éste descubre ante el espejo que sus ojos se inyectan de sangre. «No recordamos cómo ni cuándo ocurrió ni por cuanto tiempo. El exceso, ibris tiene por señal la sangre en los ojos».

Don Lion, quien verbaliza esas cosas, cuentos de vampirismo, según incrédulos, es veterano de la Guerra del ’14. Predijo algunas cosas y se han ido cumpliendo. Alemania que siempre se ha jactado por contar con más millonarios que los Estados Unidos de América vivirán una hambruna para 1917 que a los más soberbios los sofocará en la muerte y a los resentidos los engrandecerá y les dará caras de perros. Lo dicho se ha cumplido.

Predijo la Depresión del ’20, el ascenso y caída de Hitler y el Nazismo, el Nuevo Trato, la muerte de Roosevelt, el asesinato de John F. Kennedy y Martin Luther King, Jr. Alegaba que lo que él sabe se lo dicen unas damas de cuerpos negros que viven en dimensiones ya étereas, antes en catacumbas, en oscuros huecos, cerca de acueductos y tumbas. Son mujeres que propician las buenas cosas, pero, castigan los excesos. Son mentadas sacerdotisas que enseñaron a los esenios y después a los cátaros. Por boca de Don Lion, se vaticinó que se hallarán los antiquísimos libros que ellas dictaron sobre el Jesús verdadero, Los Rollos de Mar Muerto, y los tiempos en que ellas, como criaturas vivientes, eran visibles en la Tierra, como mujeres de hermosura inefable y no como hoy las refieren, viejas horripilantes, con látigos en las manos para escarnecer al perverso.

El hombre malo, el que a una gota de pudrición redujo su cuerpo, gota sobre la que quiso que naciera su alma, verá tales apariciones y preguntará:

«¿Quién eres?», o «qué eres?»

Y Keres es el sonido sagrado de su desbordamiento y quien pregunte por ellas / las potencias / las verá. A don Lion le fue prometido de modo que él las invoca y las ve; él medita y se les aparecen. Hasta un don de curación han concedido al brujo.

Y, desde que llegó de la guerra, lo consultaron la gente con poder y capital en el Pueblo del Pepino. Les dijeron, antes de que depositaran su confianza en él, que don Lion había renacido tres veces. Y era un negro que se negaba a morirse y a quien se le miraba elevarse más alto que los objetos expulsos de las explosiones a causa de bélicos bombardeos. En consecuencia, lo llamaron Lion el renacido; Lion el Levitante, Lion el profeta durmiente. Lion el que visualiza, sin extrañarse, que hay los hombres y mujeres con cara de perro. El los espanta, con sus conjuros y señales de brazo, para que no muerdan a nadie.

… y como en Pepino, él mismo, Don Lion, más que ninguno otro, prosperaba en los años de miseria que predijo, años subsiguientes al hurácan de San Felipe (1928), años de la Depresión y de La Colchoneta, Pedro Echeandía se acercó a él y preguntó: «¿Quiénes son los perros que me morderán por lo que yo tengo?»

«Sus hijos, Pedro».

Y se preocupaba antes del huracán de San Felipe, sobre cómo vencerá a sus rivales políticos, y sobre quienes entre Rabell Cabrero y Sagardía Torréns, sería el perro bravo que lo muerda y le quite su dominio en el pueblo. Don Lion lo miró con lástima, mas advirtiéndolo, aseguró: «¿De qué se preocupa, don Pedro? .... si no verá su poder en la alcaldía, no verá quiénes serán los perros bravos…» Le predijo la muerte, queriendo o no queriendo.

Se ha vuelto ya costumbre que sea una de las cosas que más se le consulta. «En esta ciudad de tantos perros, ¿quién tiene cara de tal y o qué perro va morderme luego?»

Cuando se halló a Sinforoso Vélez Arocho, el primer soldado borincano en la Jauría de Keres, dijo Don Lion que lo halló en los campos de batalla. También Leoncio es veterano. A veces lo quitaba del peligro porque no había señal de que Sinforoso fuese un perverso, que mereciera deshacerse en mil pedazos en la guerra, víctima de un bombardeo.

«Vamos a avanzar como lagartos hacia ese rumbo, Sinforoso. Afírmate bien en los codos y no levantes la cabeza muy alto. No sea que mueras como un perro a la brasa. No hagas caso a nadie; sólo a mi voz, ¡ay buen Sinforoso en que guerra mala te han metido!», y se salvaban ambos de cada estallido y emboscada de los enemigos; pero, decía el veterano Sinforoso, que a don Leoncio, el negro, lo vio morir tres veces. Tal como lo cuenta, Lion no habría podido salir vivo de eventos muy violentos, como los que había atestiguado. La muerte rigurosamente expectante y velativa lo tenía en contínuo acecho y, sin embargo, era él quien vencía a la muerte. «La muerte no te mata, Leoncio».

«¡Ay, buen Sinsoroso! Pepino, cara de perro; tú no te asustes si vas conmigo». Era su voz protectora, su jactancia y consuelo. Y el amigo se acostumbró a llamarlo:

«¡Leoncio, renacido!»

Al juzgar lo que Lion decía y su comportamiento, muchas veces se sintió temeroso. Se imaginaba que sufría una pesadilla o que ambos despertarían, con la evidencia de su desvalidez. Es la guerra misma la que altera la psiquis y provoca estas imágenes de prepotencia o jactancia temeraria. «Leoncio puede que se esté volviendo loco», sospechaba Sinforoso. Un episodio de sicosis prematura. Quisiera dar a Lion sus lecciones de cautela. Fuera de Pepino, el mundo es tan cruel y violento. «Vas a sobrevivir, perro muerto. Tú eres bueno», le decía Leoncio, por si acaso, para su consuelo.

«Carajo, tienes más vida que un gato», se convenció al fin.

«Tengo más vidas que los gatos y los perros», aseguró, golpeando cariñosamente el hombro a Sinforoso.

«¿Cómo es que te salvas si te he visto caer? Van ya tres veces que te dan por muerto».

«Es que yo viajo por el cosmos y tengo una potencia que me lleva, un espíritu de clemencia, visionario y me sujeta a sí. Me eleva. No me tira, buen Sinfo... ¡No me lo creas, si no quieres! La bicha que me ata es Keres... Y su cuerpo es negro como el mío. A veces me imagino que tiene alas porque todo lo miro desde arriba; a veces pienso que no estoy en la guerra porque regreso a la isla y veo los pueblos. A Moca, a tu pueblo Pepino, a Lares... Créeme que yo los veo desde el Ave propiciadora, que es una voz para mi futuro, la hora en que regresaremos, lo que sucederá donde iremos. Es entonces que desde hoy pienso y planifico la vida que tendré cuando vuelva a mi pueblo».

«La guerra te apendeja, Leoncio; pero, en fin, de la esperanza vivimos por ahora».

«Acuérdate de mí, cara de perro. Vamos a salir vivos de ésto, buen Sinfo. Regresaremos a Pepino, tú más pronto que yo, pero, yo iré a buscarte. Fuíste el primero en el sorteo y te debo mi profecía, yo te aviso... Y a la bicha de los keres diré que te salve... También yo regreso y me voy a casar con una muchacha de Javilla y hablaré sobre algo que se me dijo ya, con voces angelicales. No sé si cuando estuve despierto o dormido… Vendrá una guerra más grande que ésta, con más aviones y millones de muertes, Sinforoso… Serán muchos los tormentos en el mundo. Mucha hambre para los años ’20, mucha prostitución, saldrán infinitud de locos de hasta debajo de las piedras. Como granos de arena serán los tuberculosos, porque después de las venganzas y las violencias, viene la gente que ha sido exterminada a cobrarse lo que se ha dañado, a reponer el orden destruído… y uno tiene que estar preparado para distinguir a esos espíritus y preguntar sobre los keres y ké-keres, los keres y qué-quieres, Sinforoso, que son potencias que desatan los destinos desgraciados, lo no querido por Keres y por lo que Keres castiga».

En final de cuentas, ya don Lion tiene la teoría muy bien pensada. Se encierra a perfeccionar cada detalle y, cuando no, se tira al pastizal y duerme con el corazón puesto en ese asunto. Entonces, acude al pensamiento mágico y se le aparece un ave de rapiña. El dice que es una Lechuza, la más grande que ha visto. La identifica por el nombre que le dijo: Akerétos y Keres. Ké-keres, ké-quieres del negro...

Porque don Lion dijo que había visto una lechuza gigantesca que se llevará a los pepinianos, muy lejos de su patria, por segunda vez, don Manuel Méndez el Alcalde fue a consultarlo. Y susurró aquel nombre [Lion lechuza, Lion levitante] que casi se aludía por poderoso.

«Amenazas recibo, por causa de tus cuentos, de que un perro, el más grande y rabioso, del tipo de los que usted viene hablando desde que regresó de la guerra, y que entraría a la Alcaldía… Dígame usted qué tiene que ver ese perro conmigo y... si es tan bravo, o si es cierto, ¿me morderá, o morderá a los míos? Dígame si es cierto que usted me está llamando perro, o qué de eso, si no es conmigo y mire que a mí no me gusta que me vengan con cuentos», expuso Méndez Liciaga.

Casi seguro estuvo que se trataba de puyas echadas por Getulio, Chilín u otros opositores del Partido Liberal que estaba dividido en el decenio del ’30. Quiso estar, respecto al asunto, advertido, porque él no quiere enemigos gratuitos en el Pueblo. «De dos cosas hablé y usted no me ha entendido. Hay una lechuza, que es el sistema grande de los Keres, las potencias, y hay unos perros, víctimas y victimarios, que se manifiestan como fantasmas y vampiros. Lo que pasa es que los perros ven fantasmas en el aire y se confunden y creen que los pájaros nocturnos vienen por ellos. Es por lo que ladran cuando tienen miedo».

La Lechuza, gigantesca que don Lion vio ya había llegado al Pueblo. Daba vuelos de reconocimiento por los aires. Un día abrió fuego de aviación desde los cielos contra una muchedumbre. Fue en Ponce. «Cunado suceda en Pepino, son cosas que usted verá, aunque no han sucedido». Dijo que todo el que vea la lechuza se levantará de madrugada y revisará sus ojos porque puede que se llenará su mirada con sangre. Tendrá que verse la cara en los espejos, porque debajo de la epidermis, en la gente que no tiene corazón ennoblecido, hay una cara de perro bravo y ese perro es salvaje, traicionero y, sin embargo, lambisquea, mueve la cola como si fuera bueno.

«Levántese cada vez que despierte. Deje el lecho. Pregúntele a los ojos si guardan la sangre de sus víctimas. Si lo posesiona un espíritu maligno. Dígase: ¿Qué eres o que soy? ¿De qué ratas como? ¿Qué insectos se me meten en la boca? ¿A dónde tengo el corazón, si es que lo tengo? La Lechuza se lleva los corazones de quienes son débiles o los devora en la noche, porque es como una ramera, que en sus apremios y apetitos no sabe lo que come»… ¡Qué terrible y conclusivo es el hablar del Levitante.

Y, aunque con tales razones fue que Don Lion le hablara a muchos, no sería mucho lo que el mismo alcalde entendiera. El brujo utiliza el lenguaje profético, símbolos y alegaría, en adición y para más hermetismo, que su partido, «el suyo, Don Manolo», irá al desgaste y se alejaría del «ideal bueno», de la «virtud y la libertad» y, ante la Lechuza, él iba a perderlo todo. Le habló sobre unos perros con instintos sanguinarios y sobre una gran hecatombe. «Será una guerra como todavía no ha visto el mundo una de su tipo». Nadie hablaba en Pepino todavía de la Segunda Guerra Mundial, sólo él y Sinforoso, porque Leoncio se lo dijo.

Don Manuel Méndez se acostaba y pensaba que don Lion lo engañaba. Hablaba sobre sangre injustamente derramada por los puertorriqueños. «Yo no creo en el fin del mundo. No exageres». Mas madrugaba a mirarse los ojos, por si acaso veía en el iris o los párpados, unos hilillos de sangre sospechosos. Signos de los dejaban las keres o potencias vampirescas. En la Farmacia Central, a veces doña Luisa lo encontraba a revisándose la mirada y él decía que estaba obsesionado por la «lechuza gigante» que todo lo corrompe y que va a imperar más de treinta años sobre el pueblo.

«Esos son cuentos del negro», le decía la mujer.

Y, don Manuel, por ser o querer ser Alcalde bueno, reflexionaba ahora, sin evitarlo, en torno al pueblo que describió el Levitante, el pueblo de PRERA, migajas, subsidios, escasez de empleo y que se alimentaba de ratas e insectos, dicho con metáforas de Lion. Un pueblo que ya emigraba al Norte, que se desmoralizaría y no pudo seguir creyendo en esperanzas. En Matienzo y Albizu. Un pueblo forzado a hablar otro lenguaje y con tan pocos maestros. Un pueblo que va ser gobernado por lechuzas que, de noche, fornican fuera de sus camas, en aquelarres demoníacos.

Un Domingo de Ramos de 1937 se cumplió lo que el negro predijo. En Ponce se cometió una matanza. Murieron 19 vecinos. Hirieron a centenares. La Lechuza dio la cara y voló bajo. Un año después don Manuel pensaba en dejar el Partido al que había entregado más de veinte años.

«Voy a perderlo todo», recordaba que don Lion se lo dijo.

Ese mismo, 1937, don Manuel perdió las elecciones. Entretanto, se había convencido. No volverá a educar a la comunidad como su mismo padre, Avelino y su hermano (don Andrés) en la tertulia de la botica La Central, habían querido, con decencia. Se ha iniciado el reino de las lechuzas.

Seguramente las potencias que don Lion llamada las keres arrebatadoras, lechuzas, aves nocturnas, son esencias sicológicas, energías inconscientes, numinosas que cuando el país las convoca, se desatan. Se juntan todas. Se desprestigia el sentido de la hombría y el sentido de destino. José Vidal Cardona las llamó la moral del «circo». Antes que don Lion las mencionara, Vidal había dicho lo mismo a don Andrés, el legislador. Lo que sucederá para el asombro es que el circo incluirá, no sólo esclavos gladiadores. Holocausto será el nuevo aditamento y acabará con pueblos. Tendrán que reinventarse hasta la historia. Una pira de fuego exterminador estremecerá al mundo. Seguramente, el Levitante vio las llamas de Hiroshima y Nagasaki en 1937.

El pueblo en sombras

No comments: