¡Qué egoístas somos!
Ya no rebeldes, pero empedernidos aún,
en consumos, cazados
por la tendencia de la pose, tercos
en el clandestinaje del resentimiento.
En cada consigna, nos pretendemos
héroes; por cada batalla que damos,
queremos un monumento, una etiqueta
de honra, o al menor un cartel
que declare nuestros hombres
sin humillación.
¡Qué egoístas! ... y aún si no fuese así,
autojustificados porque vivimos olvidándonos
unos a otros, fragmentándonos,
preseleccionándonos
hasta que la liberación moral
quede en la burla, o en círculos
de estatus cimentados en odio
o lucro, porque los hábitos
y promesas de guirsa-yankuta
pudrieron el pan entre hermanos,
todo lo jodió como guiso de lentejas
por los siglos en las ollas de su pudrición.
12-11-1994
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