Saturday, November 17, 2007

El alma de América


Justa será mi recompensa a quien venza
a los roedores y, al final, traiga a mi novia,
que es el Alma de América.

A puerta cerrada, busquen la verdad
pues verdad es de todos los que la vieron
y en mi espacio se citaron en su día.

Aquí estaban las más bellas mujeres:
Estrellas de Hollywood y no tomaron nota
de la que se parezca a ella, una con sus méritos,
porque meditaban tan sólo en cómo perseguir
las subversiones de los Hollywood Ten;
aquí, en el salón oval, Truman pensaba
cómo desarrollar la Bomba H
y financiar con más dinero el Comité legislativo
de Un-American Activities, aquí, bajo las piernas
de cientos agentes desplegados, expertos
en qué sé yo qué seguridades, se largó
la modelo más bella, el alma danzarina,
la juventud que conmueve, la estética nacional,
la dulzura del arte, la ternura encarnada
en medio de la Tierra Nueva…

Examinen ese pie que en secreto cautivara
más que las plegarias recitadas en las plazas,
o las esquinas de los jactanciosos.

Digan que la calidad de la sobrevivencia
(alma de Washington y mi cuerpo jeffersoniano)
depende de encontrarla. En ella fundaré
mi causa, alcanzándola tendré la autoestima.
Renacería la belleza, nuestro mito.

Su efecto en mí dará razón de mis prosperidades.
Todo lo que hoy tengo, América, te lo compartiré.
Besaré la boca de un alma pura,
tu Conciencia Americana.

Perdonaré tu pecado, esclavizador,
las guerras que te divieron, pondré fin
a la Mordaza o la resistencia a los reclutamientos
a la Primera Guerra, o la Administración de Wilson.

Canto al hermetismo

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