El taíno vio las veloces lagartijas
(aquellas que antes fueron
gigantes alosaurios) y su dios
se hizo piedra debajo de las piedras
y lo adoraron artesanos de huesos
y predicadores de ciencia
y de cadáveres y fósiles;
pero el taíno dijo:
en el fondo de las fosas
dios sigue vivo y por el ombligo
canta y en el eco entre lomas
se escucha y pide areito.
Reconciliado con la muerte
y con sus ritos, el alma vuelve
y el indio sigue eterno
y sin llanto volvió a la faena,
cazador de peces
como antes de bisontes,
pizcador de ovas, algas,
careyes, burequenas,
conchas, aves, jigües
con presencia en los ríos
y reposó así, dios y el indio,
junto a las ondinas de Su Imagen
... porque somos del agua
y para el agua... dijo.
Y se hizo así preguntante cimero
de su Ser; se bautizó
en lo secreto de su alma
por el porvenir que nunca se devela
por completo y es el misterio permanente
de sus días, su espejo humeante,
la Otredad que trasciende.
Estéticas mostrencas y vitales
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