«¿Por qué no lo entienden?», lamentó el gobernante.
Entró una gran tristeza en Capitol Hills.
La realidad llegó y se retuvo con la forma
de un zapato, ¿pero dónde está su dueña?
¿Dónde la verdad que se lo calce?
¿Dónde el cristal se volverá mi espejo?
¿Por qué no la han hallado?
¿Cuál es mi culpa?
¿Por qué se ha ido?
¡Qué negligentes son, miles de truhanes?
¿Qué, no saben cumplir con lo que pido?
¡Es sólo que miren a los pies!
El talón que nos duele.
Bajen los ojos donde existe el mundo.
De la mujer examinen las uñas y los dedos,
el calcañar, la huella que deja su pisada,
el ritmo que la desliza en los caminos.
No. No. No estoy pidiendo el infinito.
Ni que resuelvan un misterio sin cimientos.
¡Yo sólo pido un pie para un calzado,
un sujeto que en la Tierra se habita!
Una niña que se fue con su alegría
y no la compartió conmigo.
El ingeniero / Los herméticos / Norteamérica y la anonimia
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