Friday, November 30, 2007

Maldita sea la muerte


¡Maldita sea la muerte y los que dicen
que los muertos cabalgan a prisa,
malditos los que afirman que la muerte
es el menor de todos los males!

Me han invitado a morir a destiempo
estos informantes del estrago,
estos seres de pies sucios, polvorientos,
y les maldigo, no puedo evitarlo.
¡Maldita sea su necrofilia innata!

Curan los males que no tienen remedio
con medicina amarga, con purgantes
de intenso desconsuelo y la vida sigue aquí,
para mí y todavía, y esta corte de voluptuosas zurrapas
y hediondo sedimento y estos malditos interrogatorios.

¡Que no sé pactar con la realidad como es!
…oigan que ha dicho quien invité a descubrir
cuán bellamente se habría abrazad o una niña,
como la Cenicienta, mi sobrina, a quien
tan bien conozco, cuánto hedonismo se habría
embellecido su palacio, si hubiera dicho:
me voy, pero regreso.

Más no fue así, ranas meonas,
torturadores de lo verdadero.
Se fue, se fue, y estuvo asqueada.

Lo que regresa es real, lo que se va
como mentira no vuelve; ¡cuánto quisiera
saberla como una perra viva, no ya dama,
bicha del Elche, algo vibrante, sin misterio.
Si ha muerto acaso, como alegan
es que soy yo cachorro exangüe, león muerto!

No te creeré, no… Que no vengan
los decepcionadores, refranistas del luto,
taimados acaboses, sinestésicos aménes;
que no se asomen a confirmar la tortura
y la mentira con que me han herido.

La Cenicienta vive. Mi sobrina está bien.
No quiero aquí señal de Thot ni a guías
al sendero del sepulcro. Ni plegarias
a inmorales ni a semidioses ni a resurrectos.

Mi realidad aún vive.
Los malos agoreros son ustedes
porque no les he dicho dónde vive.

Del libro Canto al hermentismo

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