Sin hostilidad, yo sigo de largo.
Callo porque, en verdad, hay días
en que muero de pena por el mundo,
por ellos, los simpáticos,
padres, hijos, hermanos, dueños
y señores del habla cotidiana,
gregarísimos héroes
de medios comunicadores,
tan audibles que se meten en mi casa
sin quererlo por agujeros
de la radio, el cartel y los televisores.
Entonces, me aburren con sus chistes
y predicaciones, con alarmas solemnes,
con su falta de asombro
y su siempre-es-lo-mismo.
En cambio, dentro de mí, hablan
todas mis voces.
Me divierten, me espabilan
y, en insólita y mansa dicha,
descubro que les quiero, a los otros,
a los sordos que no me oyen.
Saberse así, tan mudo, es mejor
que escucharlos, es predecirles
con quieta plenitud
y, a pesar de todo,
quererlos.
23-9-1979
Del libro Las zonas del carácter / Sequoyah 1 / Sequoyah 2 /Sequoyah 3
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