Friday, November 30, 2007
El viejo sabio
Porque les dijo que se limpien el culo en los infiernos
y lo dejen a él en su lugar que habla de vida,
lo vino a conocer el poderoso, el rey enamorado,
el que promete las villas y castillas.
«¡Ay, Viejo Bueno, ciego sabio», mucho
que esperé tu asesoría, tu buen consejo,
y me dicen que callas, no me has ayudado!
Alegre hasta la jactancia, te invitaré
a que cantes y que me cuentes a quién admiras,
a quién amas, con quién comulgas,
con quiénes otros cantas y armas sus meditaciones.
¿A dónde dices que vas, cuál fue tu origen,
en quiénes has confiado tu futuro, quiénes
te acompañan, sabiendo tus afanes cotidianos?
¿Acaso es cierto que eres el tío de la mujer
que amo, la niña que olvidó su zapatilla?
¡Hábleme uno feliz, venga a mi lado
antes que sea tiempo de mortajas y duelan
de veras los huesos, o se nuble la luz y llueva fuego!…
¡Háblame, Viejo Ciego porque ésto será lo terrible!…
y mira cómo, por no hablar, ya te vienen matando…
Que no sea yo el que no te vea, diariamente,
ni te conozca en rigores, yo que te saludaría en la calle
te detendría en la plaza a conversar, que no sea yo
quien te vea morir por alguna de mis causas…
¡Esto es terrible para mí, Viejo Ciego!
Que la que vive cercana y presupongas
la realidad más bella, nunca te espere
y te planté un dolor como cornada
que no acabe, o parezca
que duela para siempre.
Del libro Canto al hermetismo
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